Los negros mendigos de La Habana
"No es fácil vivir en la calle. Cuando podemos comemos, y nos bañamos,
para fregarnos nuestro sudor y nuestra miseria"
jueves, junio 12, 2014 | Juan Antonio Madrazo Luna
LA HABANA, Cuba — Juana Cecilia Rodríguez Averof y Alfredo Molinet
Valdés son invisibles a los medios de prensa oficiales. Forman parte de
esa legión de mendigos que hoy habita La Habana sin que a nadie le importe.
Les asusta morir en la calle. Son una pareja de negros viejos sin
esperanzas.
La historia de Juana y Alfredo arruga el corazón. Tras quince años de
casados, llevan diez viviendo en la calle. La noche los abriga en
cualquier portal de una tienda del boulevard de San Rafael.
Mordidos por el hambre, intentan calmar sus tripas buceando los tanques
de basura en busca de restos de comida o cualquier cosa que puedan
vender para aliviar sus necesidades.
Tarea durísima patear tanques de basura con las piernas hinchadas de
tanta caminata, y bucear los basureros desde Galiano y San Rafael hasta
Prado y Colón, raspar un hueso, encontrar una fritura maloliente, un
pedazo de pan.
Alfredo entre lágrimas nos comenta: "Vine de Camagüey a La Habana a
trabajar despachando combustible. Laboré en los contingentes 30 de
Noviembre y Blas Roca Calderío, participé en zafras azucareras. Con este
cuerpazo trabajé duro para que nadie tuviera que darme un peso. Pero hoy
este cuerpo no sirve de nada".
"Nunca pensé terminar así. De qué me sirvió mi diploma de trabajador
vanguardia, si ellos traicionaron todas las glorias y corrompieron las
conquistas sociales. Mírame aquí. ¡Nadar tanto para morir en la orilla!
No es fácil vivir en la calle. Todo el mundo nos mira con asco. Te
montas en una guagua y la gente te dice ¡aléjate asqueroso! Nadie ha
hecho nada por nosotros".
Juana Cecilia lo interrumpe: "Antes de vivir en la calle, comencé
limpiando piso en una empresa gastronómica. De ahí me gradué de cajera,
me hice inspectora de trabajadores por cuenta propia, fui económica en
una empresa por más de 20 años. Por mis manos pasaron muchísimos
billetes, fui militante del Partido, del cual me botaron por alcohólica.
Tengo un expediente muy limpio y ahora quienes fueron mis trabajadores
me miran con desprecio porque no soy nadie".
Y añade Juana Cecilia: "Ambos somos alcohólicos por la necesidad, no
porque queramos beber. Solo pedimos un albergue pues estamos pasando
muchísimo trabajo. A veces sentimos la necesidad de estar borrachos para
sentir menos el sufrimiento. Mi marido y yo nos vamos a morir en la
calle como la mayoría de los que llevamos esta vida. Cuando podemos,
comemos. Cuando podemos nos bañamos, para fregarnos nuestro sudor y
nuestra miseria".
Al igual que la mayoría de los mendicantes, Alfredo y Juana Cecilia
sienten el acoso de la policía cada vez que La Habana recibe una visita
oficial y baja la orden de higienizar las calles. "Entonces nos
internan, nos desaparecen, nos esconden en la Colonia, un centro para
menesterosos en las afueras de La Habana, para que nadie nos vea".
Alfredo y Juana forman parte del paisaje de los portales habaneros.
Pobres negros viejos que extienden la mano con las esperanza de una
moneda que les resuelva el almuerzo.
Source: Los negros mendigos de La Habana | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/los-negros-mendigos-de-la-habana/
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