Un hombre con miedo
Miércoles, Junio 5, 2013 | Por Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org - Arregla cocinas a domicilio.
Camina durante horas para resolver la comida diaria de su familia. Dice
que su piel se ha tostado bajo el sol y que por pregonar ¨arreglo
cocinas¨ está perdiendo la voz.
Se llama Agustín. Tiene algo más de cuarenta años. Es alto, corpulento,
negro y muy conversador. Me confesó, sentado en el patio de mi casa, que
le gustaría pertenecer al Movimiento de Derechos Humanos, hacer algo por
la libertad de su país, pero que tiene miedo.
Miedo a qué, le pregunto. Levanta la mirada hacia el cielo, se queda
pensativo unos instantes y responde: No sé, pero tengo miedo. Me apena
decirlo.
¿A la prisión?, pregunto de nuevo. Y con la rapidez de un rayo, me dice
que no, porque la prisión se hizo para los hombres.
¿Entonces a qué?, vuelvo a preguntarle. Sin pensarlo, agrega: A las
represalias que tomarían contra mi hijo mayor, que está en el servicio
militar, a que mi mujer se quede sin trabajo, porque su jefe le eche en
cara que yo soy un contrarrevolucionario, a que algunos vecinos me
griten escoria y que pongan un letrero en la puerta de mi casa, escrito
hasta con mierda, donde diga: "Mercenario". A todo eso.
-¿Tú votaste?
-Fui a votar, pero puse una cruz donde no debía. Es algo, ¿no?
Agustín se levanta, agarra su viejo y roto maletín de herramientas y se
despide de mí, no sonriente como cuando llegó, sino impresionado con sus
propias palabras.
Entro a la casa. Tomo el periódico del día y lo primero que leo es una
Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores, porque el
Departamento de Estado de Estados Unidos vuelve a marcar a la dictadura
castrista como terrorista. Qué pataleta. ¿Será que van a dejar de ser
revolucionarios para dejar de ser terroristas?
Entonces me pregunto: ¿El uso sistemático del terror contra una sociedad
acaso no es terrorismo? ¿No es lo que le han hecho a Agustín? ¿A todo un
pueblo? Cuando a mí se me quitó el miedo, gracias a nuestro primer líder
opositor, Ricardo Bofill, en 1987, comprendí que, en esencia, el
terrorismo es contrario a los Derechos Humanos.
Descubrí que Fidel Castro era El Terrorista en Jefe, más temido que
amado, cuando su régimen cometió tantos actos terroristas contra mí y
contra mis colegas de lucha. Porque un arma terrorista no es sólo una
bomba o un fusil. También lo son un juicio sumario, una amenaza, un acto
de repudio, un golpe por la espalda, un empujón, un jalón de pelos.
Cuando escribí, en más de una oportunidad, que el asalto al Cuartel
Moncada fue el acto terrorista más grande de nuestra historia, cuando
comencé a despreciar a ese puñado de revolucionarios terroristas que día
a día son considerados mártires y héroes por el gobierno y por la prensa
oficialista, cuando Fidel, por venganza, odio y cobardía, encarcelaba
opositores pacíficos y periodistas independientes, cuando descubrí que
ha creado un estado de terror en las mentes de los cubanos, ya había
dejado de tener miedo.
Me faltó decirle a Agustín que yo también, en 1990, volví a sentir miedo
y que no me apena confesarlo, porque un día, como tantos otros cubanos,
fui capaz de vencerlo."
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