marzo 10, 2012
Daisy Valera
HAVANA TIMES, 10 marzo — Esto pretende ser una patada quizás aun tímida 
al muro de los silencios (de los lamentos). De esos silencios 
obligatorios, necesarios, prudentes, impuestos o auto impuestos.
He dejado de teclear tantas veces, quizás las más importantes. En esta 
ocasión me toca arrancarle un ladrillo al muro; desgastarle, al menos un 
poco, su pintura rosa.
Callé cuando estando en 4to año de la carrera un decano y varios 
dirigentes de la FEU planearon expulsarme de la Universidad por escribir 
en este blog.
Por atreverme a arremeter contra la incapacidad de muchas organizaciones 
de masa, "en el momento y lugar que no me correspondía". En aquel año 
2009 se me acusó de estarle dando armas al enemigo.
Poco se fijaron en mis declaraciones a todas luces anticapitalistas.
Callé cuando después de un largo maratón de reuniones lograron 
expulsarme de la FEU.
Callé cuando con mi título de Radioquímica en la mano me ubicaron en una 
delegación del CITMA donde solo me tocaría un trabajo de secretaria.
Callé cuando después de conseguir dos cartas de directores de centros 
investigativos para trabajar en ellos se me informó, una semana después, 
que ya no me necesitarían.
Callé cuando en el Ministerio de  Ciencias, después de 6 meses de 
gestiones me confesaron que por mis "características" no era confiable 
para trabajar en lugares donde se desarrollaran investigaciones.
Es larga la lista y tiene muchos matices.
El pasado 6 de marzo fui invitada a una reunión sorpresa. Me costó poco 
tiempo entender que la misma se relacionaba con alguna de mis conductas 
impropias.
Había cometido una indisciplina grave, se me acusaba de haber violado 
aproximadamente 2 resoluciones y 4 artículos (incisos incluidos) de los 
muchos reglamentos disciplinarios a los que obedecen los trabajadores de 
la isla.
Por la muy buena voluntad del aparato administrativo y sindical no me 
expulsaron del centro o me quitaron la plaza, que son las medidas que 
correspondían.
Me impusieron una amonestación pública. Terminé firmando tranquilamente.
Que le iba a hacer, soy una chica muy indisciplinada y había cometido 
los grandes pecados de utilizar un proxy anónimo, visitar lugares "que 
no se deben revisar" y subir información.
Recuerdan aquel comentario mío en el que decía que no tenía aptitudes 
para entrar a las filas del MININT, a eso se referían.
No hay órgano de Justicia Laboral que me salve.
¿Qué podría decirles? Que me parece sobremanera injusto el Reglamento 
Informático que terminé violando sin remedio. Claro que no, mejor se los 
digo a ustedes.
Los mecanismos de seguridad informática establecidos en la mayoría de 
los centros de trabajo del país y los precios prohibitivos del Internet 
en los Hoteles (de 6 a 8 CUC la hora) se convierten, al complementarse, 
en prácticamente un decreto que prohíbe el acceso a la red.
Un mecanismo que privilegia a los que buscan como tener un buen culo y 
castiga a los que se interesan por la realidad de Cuba. Curioso.
Eso de que no puedo conectarme para investigar inquietudes personales 
porque el Internet lo paga el Estado es un chiste, pero de los malos.
El Internet que existe en Cuba lo paga el pueblo que trabaja o que 
inventa. El Internet lo pago también yo, mi esposo, mi familia.
Con estos 335 pesos (16.50 usd) que me llegan todos los meses al 
bolsillo me han serruchado el derecho a informarme o informar.
Vivimos el intolerable fenómeno de la información secuestrada. ¿Hasta 
cuándo?
 
 
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