Jueves, 16 de Febrero de 2012 15:48
Wilfredo Vallín Almeida
La Víbora, La Habana (PD) El caso que leerán a continuación ha sido 
sacado de los expedientes de la Asociación Jurídica Cubana. Los nombres 
de personas y lugares han sido cambiados. La descripción de los hechos 
aparece aquí tal y como está en nuestros archivos.
Mario estaba en una situación difícil. Había entregado el carné de 
militante del Partido Comunista y la Seguridad del Estado lo había 
sometido a intensos interrogatorios durante largo tiempo por su actitud 
en extremo contestataria. Al final lo pusieron en libertad, pero se 
había quedado sin trabajo.
Mario, como casi todo el mundo, tiene familia de la que es responsable 
por su supervivencia y era su deber buscarle el sustento, pero sin 
empleo... Las cosas estaban difíciles para él.
La nueva aprobación del trabajo por cuenta propia (o cuentapropismo, 
como se le conoce en la Isla) vino a significar para nuestro personaje 
una luz en su camino. Sacaría una licencia para practicar esta modalidad 
de trabajo y asunto concluido. Confiaba en su capacidad para sacar 
adelante su negocito. De lograrlo, el problema económico suyo y de sus 
familiares estaría aceptablemente resuelto.
Así, nuestro amigo se dispuso a poner manos a la obra. Decidió dedicarse 
a la venta de flores. Sabiendo que las funerarias en Cuba tienen (como 
casi todo lo demás) problemas para garantizarle a los dolientes las 
coronas de flores que éstos quisieran poner a sus muertos, se dedicó a 
comprarlas a campesinos que las sembraban en los alrededores de 
Candelaria, su pueblo natal.
Con esas flores comenzó a preparar coronas mortuorias, con la 
peculiaridad de que éstas constituían bellas ofrendas florales que 
tenían gran demanda para los velorios en la funeraria local.
La seriedad en el trabajo, la puntualidad, la satisfacción de lo que 
querían los adquirentes y la belleza de su trabajo le granjeó a Mario 
prontamente sólida clientela tanto entre los campesinos que le 
suministraban las flores, como entre los usuarios de los servicios 
necrológicos.
Sin embargo, las cosas empezaron a complicarse, precisamente por la 
calidad del trabajo de Mario. La funeraria ofrecía apenas dos coronas de 
flores a los usuarios. Muchos acudían a Mario por más... Esa situación 
llegó pronto a los oídos del comité local del Partido Comunista. Y ya 
sabemos que en los pueblos chiquitos todos se conocen.
Lo primero que se manejó fue que "el trabajo de las florerías estatales 
que servían a la funeraria era ineficiente, que no podía ocurrir que un 
cuentapropista vendiera más que el Estado". Y esto lo que hizo fue 
sencillamente poner de manifiesto la vieja verdad, desde los tiempos de 
Adam Smith, de que en igualdad de condiciones, el Estado jamás podrá 
competir con el trabajo de los particulares, pues faltan los incentivos 
esenciales a los estatales para ello.
Después se recurrió ya a algo más turbio: Mario empezó a notar que sus 
antiguos proveedores de flores ya no querían venderle y cuando averiguó, 
supo que habían sido visitados por el Partido con ese propósito.
Ahora Mario, que sacó una licencia con todas las de la ley, que trabajó 
fuerte para sacar adelante su situación y la de su familia, encara -y 
vamos a utilizar un término económico no muy cáustico, pero tampoco muy 
apropiado- una competencia monopolística desleal que nuevamente lo 
coloca en situación precaria.
Si Mario se viera obligado a robar para alimentar a su familia y fuera 
detenido por ello y llevado a los tribunales, ¿tendrían éstos en cuenta 
las circunstancias, el estado de indefensión, en que fue colocado por el 
Partido, aun estando autorizado legalmente por una licencia para 
desempeñar su labor? En lo personal, tengo muy serias dudas sobre eso.
http://primaveradigital.org/primavera/cuba-sociedad/la-consulta/3409-serias-dudas.html
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