de lo que pretende el régimen
[29-02-2012]
Elías Amor Bravo
Economista ULC
(www.miscelaneasdecuba.net).- Uno de los sectores más atrasados y que 
presenta un mayor nivel de ineficiencia en la economía castrista es el 
comercio.  Tras el triunfo de la denominada "revolución", los máximos 
dirigentes del sistema identificaron a los honrados profesionales del 
comercio, a los que se dedicaban a la actividad intermediaria y 
mercantil, como enemigos y usureros a los que había que suprimir de la 
escena económica.
Muchos vieron sus comercios y negocios confiscados sin compensación 
alguna. Muchos quedaron sin propiedades, ni ahorros, ni capacidad 
económica tras muchos años de sacrificio, trabajo y ahorro. La demagogia 
radical y oportunista del régimen instauró una libreta de racionamiento, 
bajo una interpretación malévola del concepto de equidad, y nadie 
protestó. A resultas de aquella extraordinaria reforma, la circulación 
comercial en Cuba desapareció, y la otrora abundante y surtida oferta de 
los comercios en la isla, pasó a ocupar esa imagen de depauperación y 
pobreza que las fotografías trasladan todos los días.
El raulismo ha lanzado para su supervivencia la estrategia denominada 
"Lineamientos" que busca en el ámbito del comercio, un proceso de 
reordenación de las empresas estatales a fin de alcanzar una mejor 
gestión y control de sus recursos, una mayor precisión en la 
contratación y un incremento en la gestión comercial. En el diario 
oficial del régimen, Granma, se menciona de forma expresa el caso de la 
Unión de Empresas de Comercio y Gastronomía de La Habana, al parecer 
inmersa en este proceso de cambios.
La importancia de este proceso es muy significativa. No conviene olvidar 
que La Habana  concentra el 25 % del total del comercio del país.
Cabe preguntarse qué cambios son los que se están produciendo y qué 
efectos cabe esperar de los mismos. En esencia, estamos hablando de 
pequeños retoques estéticos en la deteriorada oferta comercial del 
régimen que no van a resolver los problemas de fondo. Básicamente "los 
programas iniciados el pasado año con la venta de materiales de la 
construcción, la venta de insumos agrícolas, de productos de aseo y de 
renglones alimentarios liberados de la canasta básica". Pretender 
mejorar la situación de poder de compra de los cubanos con estas 
acciones descoordinadas y poco efectivas, es querer y no poder.
Las autoridades del régimen carecen de la visión global e integral que 
posee una economía cuando todos los mercados se ponen en relación unos 
con otros a través del efecto combinado de la información procedente de 
precios y salarios, rentas y gustos y preferencias. Dicho en otras 
palabras, de nada sirve practicar pequeños y tímidos ajustes en 
determinados renglones de la actividad económica, si todavía existe un 
elevado porcentaje en manos de la ineficiente maquinaria estatal que se 
guía por otro tipo de decisiones políticas. Solo una amplia 
participación de la iniciativa privada en la economía podrá superar el 
atraso existente y dar a los cubanos libertad y capacidad de elección. 
Liberalización, privatizaciones y apuesta decisiva por la economía de 
mercado, con la conveniente regulación administrativa, es lo que debe 
hacerse y además cuanto antes.
En el mismo artículo de Granma se alude a la necesidad de "garantizar el 
desarrollo y fortalecimiento de los nuevos modelos de gestión". Suena 
extraño. El comercio en Cuba antes de 1959 estaba a la altura de los más 
avanzados del mundo. Fórmulas explotadas con éxito en la Isla, 
trasladadas tras las confiscaciones castristas al exterior, dieron 
resultados espectaculares en países como España, donde El Corte Inglés 
es digno heredero de aquella época. Los grandes almacenes de La Habana 
estaban al alcance del gran público y la sociedad de consumo se había 
desarrollado en la Isla a unos niveles difíciles de encontrar en España 
o Italia en aquellas fechas.
Volver a aquella situación a partir del drama económico del castrismo es 
ciertamente difícil porque el régimen se resiste a aplicar las recetas 
necesarias para que los cubanos puedan elegir nuevamente bienes y 
servicios en condiciones de calidad y variedad.
Cuando las autoridades declaran que "a los proveedores, en el otro 
extremo, también deba subírseles la parada" no hacen más que confirmar 
una vez más el absoluto desconocimiento de las reglas de funcionamiento 
de una economía moderna.
A nadie más que al fabricante de un producto le interesa que su 
actividad se encuentre sometida a un marco estable y previsible 
contractual y de confianza. El rigor en la contratación se consigue 
cuando los acuerdos entre fabricantes y distribuidores son mutuamente 
benéficos. La participación y o presencia del Estado en este ámbito de 
la relación mercantil es innecesaria. Las condiciones de entrega y de 
facturación están en el origen del interés asociado a la actividad 
comercial, no hace falta regulación alguna.
No deja de ser curioso que quienes acabaron con la ordenación 
contractual y jurídica de la economía cubana en virtud de una ideología 
estalinista de resultados dramáticos medio siglo después, se encarguen 
ahora de indicar que el comercio debe respetar "el contrato como 
instrumento jurídico", que "debe consolidarse, así como la relación 
entre el personal administrativo, encargado de las negociaciones y 
concertaciones con los proveedores, y los abogados".
La pregunta inmediata es ¿pero es que no se ha hecho siempre así?¿cómo 
se ha venido gestionando la actividad comercial en el régimen 
castrista?¿cuáles eran los canales del productor al consumidor?
Y qué decir del control económico, sobre el que insisten las autoridades 
como elemento fundamental de las reformas. ¿Quién dejó de controlar los 
recursos financieros y materiales?, ¿quién relegó a meros trámites la 
mayoría de las inspecciones y auditorías, tanto internas como externas, 
casi siempre utilizadas con fines malévolos?
El control económico de la actividad comercial es fundamental para su 
sostenibilidad. Esto lo saben bien tanto las grandes superficies que 
trabajan con "marcas blancas" como los establecimientos detallistas 
altamente especializados. Y no es cierto, como pretenden las autoridades 
del régimen, que el control económico mejore con "los mecanismos de 
fiscalización de las operaciones económicas y comerciales que comienzan 
por garantizar que esté bien confeccionada la documentación primaria de 
cada unidad de base y que se le exija por ella a cada administrador". 
Esa burocracia fiscalizadora y controladora puede ser un obstáculo para 
que el comercio pueda evolucionar libremente, acumulando riqueza, 
redistribuyendo beneficios e invirtiendo en nuevas tecnologías de 
gestión para ofrecer a los clientes productos de mayor calidad y 
diversidad.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=35283
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