Wednesday, September 21, 2011 | Por Pablo Pascual Méndez Piña
LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org – Tras la caída del Muro de
Berlín y la desintegración de la URSS, el nivel de vida de los cubanos
se despeñó hasta el fondo. El "periodo especial" se impuso bajo
condiciones de subsistencia y el Ministerio de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (MINFAR) no escapó a la debacle.
En su sede del edificio Sierra Maestra, las paredes estaban despintadas,
la fetidez en los baños se prolongaba por falta de detergentes. Los
oficiales, a causa de la deficiente alimentación, salían a comer en los
establecimientos cuentapropistas. Escaseaban las piezas para mantener la
técnica de combate. Los militares sufrían las mismas penurias que los
ciudadanos, y se corría el peligro de una rebelión.
Los problemas llegaron al despacho de Raúl Castro. El General comprendió
que el elefante blanco bajo su mando debía convertirse en una
institución productiva que prescindiera del presupuesto estatal, y
precisaba el concurso de un estratega. Los requerimientos apuntaban al
entonces General de División Julio Casas Regueiro quien, de inmediato,
trazó la táctica a seguir.
Se crearon las infraestructuras necesarias, fundaron cadenas de tiendas,
asumieron administraciones de hoteles, reinvirtieron en otras esferas
productivas y la invasión del MINFAR al terreno económico se coronó con
éxito. Al disponer de financiamiento, se restablecieron las prebendas
otorgadas a los oficiales, se reiniciaron las construcciones de
viviendas, las ventas de electrodomésticos a precios subsidiados, se
incrementaron los salarios, se invirtió en transporte, restituyeron los
estímulos y, por consiguiente, la casta militar regresó a su antiguo
estatus.
Julio Casas Regueiro no integró la nómina del generalato súper estrella
del MINFAR. Sin embargo, encabezó la batalla más peligrosa a la que se
enfrentó el brazo armado del régimen, una institución discapacitada para
la guerra moderna, pero adiestrada en los cánones de la beligerancia
irregular. Su iniciativa como oficial enérgico, exigente y honesto, y su
espíritu de trabajo y no de protagonismo, hacen que su desaparición
produzca un vacío en el gabinete del octogenario Presidente.
Casas Regueiro era para Raúl la garantía de que los despilfarros y los
escándalos por corrupción no abrieran brechas en las filas del MINFAR y
socavaran la moral de las tropas.
Aunque algunos aseveran que las honras fúnebres dispensadas al General
de Cuerpo de Ejército fueron exageradas, no hay dudas de que este hombre
fue uno de los principales puntales del régimen.
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