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Thursday, September 08, 2011

Después del concierto

Izquierda, Pablo Milanés, Miami

Después del concierto

No se sale del juego de la dictadura mientras se continúe bordeando al
castrismo

Abel German, Valencia | 08/09/2011

El polémico concierto de Pablo Milanés en Miami y, sobre todo, sus
declaraciones, han desatado todo un huracán de reacciones que, si las
observamos con atención, pueden ilustrarnos mucho sobre uno de los
hechos políticos más curiosos de nuestra época; a saber, la obstinada
posición de la izquierda respecto del régimen cubano. Y, en general, la
obstinada posición de la izquierda respecto de todo el altar de su
ideología. Algo que, a mi modo de ver, tiene mucho de infantil y
bastante de enfermizo.

El artículo del conductor y director del programa La Tarde Se Mueve en
Miami, publicado en Progreso-semanal.com, a propósito de la entrevista
que Pablo Milanés concedió a Sarah Moreno en el diario El Nuevo Herald,
y que éste publicó con el título "Milanés critica falta de libertades y
discriminación en Cuba". Este artículo contiene los síntomas
fundamentales de ese infantilismo y de esa enfermedad. También la carta
abierta que el músico publicó para replicarle. Porque el mal,
lamentablemente, no elige a sus víctimas.

El artículo del señor que "mueve la tarde en Miami", titulado "Pablo
reniega de la cruz de su parroquia", comienza con un lamento. Lamenta
que Pablo critique a "la Revolución cubana y sus dirigentes" pero no a
"…Miami, desde donde tantos actos de terror se han fraguado y dirigido
contra su patria y su pueblo". Un lamento curioso por venir de alguien
que ve la película desde el palco de ese Miami donde, por cierto, se
puede permitir tales lamentos. Porque se trata de algo que, en su
versión opuesta, podría costarle caro si lo hiciese en La Habana. Y
porque es un lamento además que delata esa enfermedad y ese infantilismo
que digo. Viene a significar, como diría en su defensa un niño que es
cogido en falta y amonestado: ¿Por qué solo a mí?

A continuación incurre en otro de los lugares comunes de dicha
patología: atribuir a la llamada Revolución el éxito del artista. Como
si antes de 1959 un músico semejante hubiese sido imposible.

Y, para no salirse del guión "ideológico" corriente, va y le recrimina
su posición crítica hacia la actual gerontocracia que gobierna Cuba y
los atropellos que sufren las Damas de Blanco.

Y remata con una frase que rezuma arrogancia e indignación: "Para colmo
—escribe—, después de todo, tengo que escucharle su insistencia en
declararse revolucionario de izquierdas".

Reconozco que esto de "revolucionario de izquierdas" me llamó
curiosamente la atención. Hasta ahora creía que para este tipo de
señores de izquierdas el término "revolucionario" no requería adjetivos;
se lo habían apropiado sin más. Este señor, supongo que traicionado por
el subconsciente, desmonta esa apropiación y reconoce un significado más
rico, no necesariamente vinculado a las "izquierdas" que todavía dominan
el espectro de las reivindicaciones sociales. Todo un progreso.

Pablo Milanés, por su parte, viene a ilustrar el mismo problema, solo
que desde una óptica más cercana a, por así decirlo, la curación.
Representa a quienes se resisten a quedarse sin sus referentes
históricos pero que, pese a todo, vacilan apabullados por las
evidencias. Su carta abierta, sin duda muy valiente, da todas las claves
de la etapa final de la "enfermedad". Si continuamos con la metáfora
clínica podríamos decir que, felizmente, Pablo Milanés ya convalece.

La repulsa a los maltratos que sufren las Damas de Blanco; la
reprobación a la prensa oficial cubana que no publica sus declaraciones
críticas; el llamado a que se tome el camino del rescate de las
libertades individuales; el mensaje "a la intelectualidad cubana, a los
artistas, a los músicos y a los altos cargos del Estado", para que no le
susurren más al oído: "Estoy de acuerdo contigo pero… ¡imagínate!"; la
calificación de triste y vergonzoso de ese "silencio cómplice"; y el
llamado al señor que defiende el castrismo desde Miami a que regrese a
Cuba y no se calle "como esos miles periodistas de allá, cómplices
lamentables del silencio"… Todo eso son señales inequívocas de una
evolución que debemos aplaudir.

Pero lamentablemente la enfermedad de ese infantilismo izquierdista
rebrota, aunque sea en un par de líneas que, no por contradictorias,
dejan de interesar. Dice que todo esto "no implica que esté en
desacuerdo con Fidel y tampoco implica que esté de acuerdo con las Damas
de Blanco". ¿Y entonces? ¿Es que se puede estar en desacuerdo con lo que
hace el régimen cuya alma es Fidel Castro, y no estar en desacuerdo con
Fidel Castro? ¿Ese simple detalle no nos lleva a la crítica que el
régimen alienta, consistente en señalar el mal pero ocultar o falsear la
causa?

No obstante, si se compara con el artículo del señor que le ataca y, en
general, con lo que suelen decir esas "izquierdas" infantilizadas y
enfermizas, entonces en la carta de Pablo Milanés se puede apreciar un
avance interesante. Si bien el problema que persiste es medular.

Mientras a la hora de señalar las causas del desastre cubano se continúe
bordeando el castrismo, intentando sacarlo del barro que él mismo
produce, no se puede decir que se haya salido del juego de la dictadura.
Al contrario, crea un estado de ambigüedad que puede servirle de alimento.

¿Por qué? La respuesta podría extenderse demasiado y ésa no es mi
intención. Antes de ese por qué prefiero destacar otra deriva que se
desgaja de dicha polémica y que tiene que ver con el significado de
"revolucionario" y de "izquierdas". Pablo Milanés dijo: "…no tengo
ningún compromiso a muerte con los dirigentes cubanos, a los que he
admirado y respetado, pero no son Dioses, ni yo soy fanático, y cuando
siento que puedo hacer un reproche y decir no, lo digo, sin miedo y sin
reservas". Claro que el problema cubano requiere de algo más que simples
"reproches"; requiere de un enfrentamiento indudable, de una
desautorización sin ambages, de una lucha abierta para cambiar las
reglas del juego, el juego mismo y, de ser posible, los jugadores. Pero
hay que reconocer el salto que supone bajar a los dirigentes cubanos del
altar y, mirándolos a la cara, decirles no.

¿Y si Pablo nos está avisando sin proponérselo de una redefinición de
esos conceptos (el de "revolucionario" y el de "izquierdas)? ¿Si nos
está diciendo que el nuevo revolucionario o individuo de izquierdas debe
comenzar por despojarse de los prejuicios, de los mitos, que lo vinculan
con las atrocidades del llamado "socialismo real", de Fidel Castro y de
cualquier otra variante que intente avivar la llama de esas catástrofes?
¿O sea, que está surgiendo un nuevo "revolucionario de izquierdas",
curado de ese infantilismo enfermizo que consiste en no tocar de ningún
modo los fetiches Fidel Castro, Cuba socialista o, incluso, ese llamado
socialismo del siglo XXI que en realidad sigue siendo del XX?

Si es así, el artista estaría diciéndonos que el nuevo "revolucionario
de izquierdas" podría ser, sencillamente, alguien dispuesto a luchar por
mejorar las libertades de las sociedades democráticas. Por mejorar la
democracia. Y hacerlo sin apoyarse en peligrosas utopías y extremismos
que solo han servido de máscaras a no pocos dictadores para perpetrar
sus crímenes.

Pero no basta con bajar del altar a esos ídolos, también hay que
desprenderse —por reutilizar la imagen— de la cruz y de la parroquia.

http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/despues-del-concierto-267923

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