08 AGO 2011 22:24
Analicemos un país al cual entras dando explicaciones sanitarias que 
ayudan a vigilar las epidemias. Visto así, es completamente sano. Ah, 
pero el cubano se expande, y más allá de dichas explicaciones, averigua, 
sentencia y juzga. Luego, aquel visitante no ve exactamente un lugar 
donde las aguas albañales estén controladas, las normas sanitarias de 
los nuevos puntos de venta sean las adecuadas, ni los edificios estén 
libres de salideros, mosquitos, y los basureros se conserven tapados.
¿De qué hablábamos con las autoridades de salud a nuestra llegada? Del 
país virtual o del país real.
Pocas veces se multa a alguien por tirar latas, papeles, residuos a la 
acera; en cambio, pensamos que todo está bajo control, absolutamente 
todo, y es que ciertamente tenemos un gran entrenamiento en las campañas 
emergentes. Campañas costosas que bien pueden evitarse con medidas 
preventivas básicas.
Es mi país un sitio donde sólo algunos piensan en la sanidad cotidiana; 
resistir es el abc de cada día. Tirar una lata al suelo, un gesto de 
desgano y hastío.
¿Qué es el control? ¿La interpelación de un hombre frente a otro (cubano 
versus cubano) ante la puerta de un hospital, teatro, empresa o cine? 
Día tras día aguantamos una y otra vez el frecuente uso del 'NO'. Ya no 
podemos estar seguros de que la cadena de prohibiciones es para el bien 
ciudadano. Ya no sabemos si ese 'NO' es una ley o un capricho particular.
Asistimos al feo espectáculo del abuso de 'pequeños poderes', seres que 
se creen con derecho de admisión o de parqueo, el derecho de entrada o 
salida, el derecho a gritarnos y ordenarnos. Lo hacen públicamente, a 
gritos, delante de nuestros hijos, sin un criterio coherente, a veces 
sin modales y en los peores casos maltratando el idioma, agotando la 
paciencia y el respeto. ¿Basado en qué o cuáles leyes alguien cierra una 
calle?
¿Quién nos impide o permite disfrutar de playas o parques de uso común 
partiendo del pago con una u otra moneda? ¿Qué ha pasado con los 
Círculos Sociales de mi barrio? ¿Qué ha pasado con los millones de 
proyectos fundacionales por los que lucharon nuestros abuelos, padres, tíos?
¿Se acuerdan de los campamentos de verano?
¿Estamos seguros de que no pasar a una zona de recreo es parte de una 
ley real? ¿Hemos votado por estas pequeñas circulares? ¿Cuándo y dónde 
fueron aprobadas? No lo creo.
Dónde está la información necesaria para defendernos de dichas 
exclusiones. ¿Conocemos los cubanos de hoy nuestros mínimos derechos, 
los domésticos, con los que lidiar día a día?
¿Qué es cumplir con el control? ¿Decir que sí a todo y bajar la cabeza? 
¿Saber lo que podemos o debemos hacer basados en una educación cívica, 
ética, moral? Todo ello es parte de un hábito, de un conocimiento que 
recibimos en los hogares y en las escuelas, becas, centros 
universitarios. Cuba es un país instruido. ¿Y ahora, qué hacer con toda 
esta instrucción?
El control es también parte del sentido común del ciudadano. No pasar, 
no acceder, no violar zonas vedadas es nuestra responsabilidad. Acceder 
a sitios comunes, sentirse parte es un derecho, y debemos reconocerlo y 
exigirlo. El control por el control no es válido y puede asfixiarnos.
Pensar por nuestras cabezas. Tener una respuesta propia ante cada caso 
partiendo de nuestra referencia, de nuestra base cultural, debía ser la 
mayor respuesta a todos estos años de enseñanza. Una isla que defendió 
su 'YO' a toda costa y ante el mundo debe respetar y valorar la 
personalidad particular que nos ha marcado.
No hablo de protestar, hablo de que no me refuten cada cinco minutos. 
¿Es mucho pedir?
Todo el tiempo no podemos tener control; el exceso de control puede 
dislocarnos.
OJO: Hemos crecido. 'Vamos a andar'. El paternalismo y la espera por 
decisiones ajenas no son saludables. Es momento de confiar. Formados por 
los mismos sistemas de enseñanza y educados bajo preceptos comunes, 
somos partes de un todo, no opuestos, no extraños. Somos cubanos.
Permitirnos actuar, pensar y responder ante las acciones cotidianas, sin 
entrenadores, sin tantos mediadores, sin traductores de la realidad, nos 
prueba como sociedad. Acceder a puertas, ser escuchados, ser tratados 
como adultos, con respeto, nos hace un pueblo libre. De eso se trataba 
todo el sacrificio.
Es el momento de probar qué nos ha dejado el  trabajo de estos años. 
Podemos multar, podemos llamar  la atención, podemos sugerir, pero 
necesitamos sentirnos adultos. Aleccionar en un aeropuerto o en la 
puerta de un cine no asegura el mejor comportamiento, en cambio… 
angustia, cansa, satura.
Mi deseo para este verano: ¡Que no pese salir a enfrentarnos con la 
realidad!
Salgo a la calle, siento que me regañan constantemente, me reprenden, me 
forman en las colas, me preguntan a qué parte de los servicios deseo 
acceder, intervienen, impiden el paso. Regreso a casa cansada de todo y 
de todos.
Este verano, el más caliente de todos los que he vivido, a punto de 
estallar, salto a la Costa y dando brazadas en la profundidad soberana 
de este espléndido mar, pienso a mis anchas. Desde el veril miro los 
Círculos Sociales. ¿Qué está pasando? Soy yo quien se baña en las mismas 
aguas, no 'el enemigo', ni el culpable, ni el sospechoso, simplemente 
yo, pequeña e hiperactiva, parte de un todo, testigo de lo que hemos 
vivido juntos. Nado, nado, nado, y desde la hermosa gama de azules, me 
pregunto: ¿Cuántos años tengo que cumplir para que me dejen pasar sin 
averiguar demasiado, sin que me suban la voz? ¿40 años no es suficiente 
para que nos traten como adultos?
¡Hola! soy yo, la misma de siempre. Por qué no puedo pasar, a dónde, con 
qué derecho. Somos nosotros… los de siempre, y miren… por fin: HEMOS 
CRECIDO.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/habaname/2011/08/08/cuba-control.html
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