Tuesday, August 9, 2011 | Por Jorge Olivera Castillo
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) – Tras la creación de ciertos
espacios, oficiales o independientes, para ejercer el derecho a la
crítica sobre diversos temas del acontecer nacional, se podrían estar
gestando los fundamentos de un futuro juego democrático controlado por
los sucesores de Fidel Castro. Ante esta combinación de tolerancia
limitada es necesario estar alertas, debido a los peligros que entraña.
Uno de los probables fines de algo que aún no se define claramente, es
la conversión del Partido Comunista de Cuba, en un remedo del Partido
Revolucionario Institucional (PRI) que gobernó en México desde 1929
hasta el año 2000. Son evidentes las razones para catalogar semejante
hegemonía como la dictadura perfecta. El PRI pudo prevalecer, al margen
de las reglas impuestas por una democracia representativa.
Para lograr este propósito dentro de la Isla se requiere de un
andamiaje, todavía en ciernes, pero que apunta a elevar su incidencia en
la medida que avancen las llamadas "actualizaciones del modelo socialista".
Las reformas, por tímidas que sean, podrían tomar cauces insospechados.
El control aquí pierde el sello de garantía. Son demasiados los
problemas a enfrentar. Las presiones sociales, económicas y políticas,
por ahora no determinantes, pudieran tornarse en elementos con la
capacidad para adelantar los cambios.
Hay quienes tienden a subestimar la habilidad de un régimen que ha
logrado sobrevivir en medio de adversidades de toda índole. Uno de los
factores a tomar en cuenta es la fragilidad de la disidencia
tradicional. El valor testimonial de sus acciones, sin dudas meritorio,
no llena los requisitos para lidiar con los tiempos que se avecinan.
Se requiere de una rectificación a fondo de sus tácticas y estrategias,
y sobre todo, dejar a un lado las diferencias que impiden concentrar los
esfuerzos en un programa común, hasta tanto se consiga algún resultado
afín a sus saludables demandas.
El coraje y la perseverancia frente a un adversario notablemente
superior en términos cuantitativos, y de una actitud despiadada en la
aplicación del garrote, deben ser acompañadas por otras posturas para
lograr la eficacia de las acciones.
La disidencia tradicional no debería minimizar la importancia de las
maniobras combinadas que el gobierno aplica con el propósito de salirse
con las suyas.
En la mayoría de los países de Europa del Este que lograron librarse del
comunismo, las fuerzas prodemocráticas eran proporcionalmente menores
que en Cuba; sin embargo, esto no disminuyó su papel en la evolución de
los respectivos procesos de cambio, a pesar de que en uno de esos países
primaban particularidades internas y externas disímiles.
Es preciso atajar a tiempo lo que se propone el régimen a largo plazo:
establecer una democracia a medias, bajo el control de los herederos del
partido comunista.
Cuba requiere una transición sin escamoteos, porque democracia que nace
torcida, jamás su tronco endereza.
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