Golpe de boomerang
Alberto Méndez Castelló
Las Tunas 06-02-2011 - 11:02 pm.
Los ajustes económicos ponen al régimen ante la necesidad de ganarse el
aplauso por cuenta propia.
Ramiro Valdés, Salvador Valdés (secretario general de la CTC) y Raúl
Castro. La Habana, 1 de mayo de 2010. (REUTERS)
El comandante de la revolución Ramiro Valdés Menéndez, con su habitual
parquedad, arropó recientemente en Santiago de Cuba una verdad de
Perogrullo: aunque los aplaudan, los cubanos no confían en sus
dirigentes y, por estos días de ajustes económicos, todavía menos.
El pasado 8 de enero —cuando se cumplían 52 años de la entrada de Fidel
Castro en La Habana—, al recorrer el Oriente de la Isla, Valdés intentó
explicar a pobladores de maltrechas viviendas que todavía el país no
produce lo inodoros que necesita. Ante la adulación de una vecina que
aseguraba su confianza en la revolución y sus dirigentes, el comandante
terció: "En la Revolución, en Fidel y en Raúl, los demás vamos a ver si
nos la merecemos".
Luego de existir gracias a subvenciones del comunismo internacional —de
ahí el sofisma de la bonanza económica del castrismo y el aparente apoyo
popular—, incapaces de echar a andar por sí mismos, es ahora, en
realidad, cuando la crisis de los años noventa, eufemísticamente llamada
"Período Especial", se mostrará a los cubanos tal cual es, con todas sus
vicisitudes.
¿Qué hizo al régimen sortear esos abismos y qué lo hace ahora
aproximarse a ellos?
"Ya lo dijo Ramiro Valdés, tendrán que demostrar si son merecedores de
la confianza depositada por el pueblo en ellos", dijo un sociólogo a
DIARIO DE CUBA. "Pero en realidad, esa confianza, en lugar de ser
obtenida en buena lid, fue comprada con el peso del populismo".
"Hoy esa es una moneda devaluada, el castrismo apenas si produce
utilidades para los cubanos; a saber, todavía un poco de mala salud, una
instrucción deficiente en Aritmética y en Lengua, peor en Historia, una
pobrísima educación moral y, todavía con más mendicidad, cívica", añadió.
"Compraron el voto, la voz y el aplauso con cartillas de racionamiento y
empleos improductivos. Concluido ese mecenazgo incosteable, también se
acabó el discurso, y si los de abajo tendrán que ganarse la vida con sus
sudores en lo adelante, los de arriba también tendrán que conseguir el
aplauso por cuenta propia. Esto es un golpe de boomerang. Si el general
no corrige el tiro, ya verá estallar no una granada, sino algo peor,
algo como lo que los trepó en el poder y ahora los puede hacer bajar",
advirtió el especialista.
"El ideal malogrado, la sensación de fracaso y la reacción agresiva se
producen en cadena. ¿Qué ha detenido una explosión durante todos estos
años? Pues precisamente eso que ahora el régimen llama Estado
paternalista y gratuidades, además de la asombrosa habilidad para
imbricar sofismas de Fidel Castro. Terminado todo esto, verá aparecer
ampollas", opinó el sociólogo.
Síntomas
Con sólo citar tres casos, ocurridos entre Nochebuena de 2010 y Año
Nuevo en Puerto Padre, Las Tunas, quizá se ejemplifique el inicio de la
aparición, o reaparición, de las burbujas sugeridas por el sociólogo.
El primer caso fue un robo con violencia e intimidación. Tres jóvenes de
entre 17 y 18 años llegaron al anochecer a casa de cierta señora.
Pidieron con educación un poco de agua, la mujer fue a ofrecérsela, y
prácticamente la estrangularon para arrebatarle dos cadenas de oro
traídas por su hijo de Estados Unidos.
En el segundo caso, un robo con fuerza en vivienda habitada, sustrajeron
toda la ropa a un joven que dormía solo en casa de sus padres, y le
robaron además unos 500 dólares ocultos en una mochila, la misma que
utilizaron como embalaje.
Y más de 50.000 pesos desaparecieron de la cafetería junto a la Terminal
de Ómnibus, un establecimiento abierto las 24 horas, en lo que la
policía interpretó como una malversación de caudales públicos, sin
violencia ni roturas.
La escena presenciada por este corresponsal en uno de los recién
surtidos comercios para abastecer a los campesinos, tal vez ofrezca
explicación de los delitos ocurridos y de los que están por ocurrir.
Tres policías de evidente origen campesino comentaban los astronómicos
precios de la mercadería. Asombrado ante el precio de 200 pesos de un
pico, uno de los jóvenes agentes exclamó: "Oiga, este pico debe ser de
marca, por lo menos Adidas!".
Cuando los medios necesarios para el trabajo por cuenta propia que las
autoridades intentan impulsar alcanzan tales precios, cuando el trabajo
honrado parece castigado de antemano, ¿cómo no esperar un aumento de la
delincuencia y la violencia?
No hay dudas de que la sociedad cubana reclama cambios a gritos. Quienes
podrían no percatarse de ello, encerrados en su arquitectura medieval
jurídico-castrense, son las autoridades del régimen y sus aduladores,
tanto nacionales como extranjeros. Sin embargo, con semejantes hechos
ocurriendo a lo largo de todo el país y con el número creciente de
desempleados, es improbable que en lo adelante puedan sentirse
confiados. No por casualidad Ramiro Valdés corrigió a los aduladores que
lo rodeaban y puso en tela de juicio, más allá del carisma de Fidel y
Raúl Castro, la valía de toda la nomenclatura.
No hay, sin embargo, salvedad alguna. Todos, incluyendo a aquellos dos,
se encuentran a prueba cada vez más. Tendrán que ganarse los aplausos de
la gente por cuenta propia.
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