JUAN JESÚS AZNÁREZ 07/03/2010
Felipe González consumió intensas jornadas palaciegas tratando de
persuadir a Fidel Castro de que promoviera el juego de partidos y
permaneciera por encima de todos ellos, con los poderes de un rey en una
democracia parlamentaria. Tate. El ex presidente español, por entonces
invitado especial en el Palacio de la Revolución de La Habana, no
consiguió su propósito y cuando insistió, el comandante torció el morro
y las relaciones se enfriaron. Llegaron después los flirteos iniciáticos
de José María Aznar, el intercambio de corbatas, y el sonoro choque con
el régimen al fracasar las maniobras de seducción. José Luis Rodríguez
Zapatero sencillamente quiere llevarse bien con los cubanos, pero
imagino que sin pretender pasar a la historia como el muñidor de la
democracia en Cuba. Los gobernantes y funcionarios amigos que lo
pretendieron fueron escuchados por Fidel Castro con la sonrisa de la
Gioconda y la paciencia de Job, según propia confesión. Uno tras otro,
salieron de la isla de madrugada y con las manos vacías. Hasta ahora.
¿Y Obama? El undécimo presidente norteamericano empeñado en liquidar a
los hermanos Castro, abrió un discreto proceso de conversaciones sobre
asuntos migratorios y narcotráfico con la intención de abrir canales que
puedan ser aprovechados en un eventual proceso hacia la democracia. No
es el primer inquilino de la Casa Blanca que ensaya el acercamiento
suave, ni será el primero en aplicarlo sin éxito. El levantamiento del
embargo, la única fórmula susceptible de forzar en la isla cambios
imparables, también parece descartado porque la correlación de fuerzas
en Estados Unidos, entre otros factores, complica una decisión de ese
calibre. Cabe pensar que Obama mantendrá el embargo y las conversaciones
se agotarán en la discusión de temas menores o simplemente se
suspenderán a caballo de un nuevo conflicto bilateral.
¿Y por qué fracasan todas y cada una de las negociaciones con Estados
Unidos y la Unión Europea? Porque Fidel Castro y su hermano Raúl se
cierran en banda cuando los acuerdos ofrecidos condicionan su rúbrica al
arranque de un pluralismo político o económico sustancial, más allá de
las privatizaciones agrícolas y la puntual liberación de presos
políticos. Nunca funcionó ni el palo, ni la zanahoria. Así ha sido y así
será, salvo milagrosa catarsis en el sanedrín revolucionario, en la que
no parece creer la guardia pretoriana encargada de la continuidad del
régimen. Quienes dentro del Partido Comunista Cubano (PCC) mentaron el
liberalismo calzan hoy pantuflas.
¿Qué puede hacerse entonces? ¿Bloquear la isla a cal y canto para
fomentar revueltas callejeras? ¿Invadirla? Sólo parece quedar el
activismo contra la muerte por inanición de disidentes y a favor de un
pueblo castigado por un centralismo incapaz de generar prosperidad y
libertades. Y de ser cierta la reflexión atribuida a Fidel Castro por
alguien que dice haberla escuchado, "yo ya estoy muy mayor, esa
democracia que la hagan otros", convendría invocar la fe de Job y
afrontar el numantino y agotador inmovilismo de la mayor de las Antillas
con la templanza del personaje bíblico.
Job en Cuba · ELPAÍS.com (7 March 2010)
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Job/Cuba/elpepusocdgm/20100307elpdmgpan_3/Tes
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