Aleaga Pesant
LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Desbordados por la
indignación internacional y el ataque directo a su amigo Lula da Silva,
por la muerte del prisionero de conciencia Orlando Zapata Tamayo, la
monarquía de los Castro Ruz se lanzó desesperadamente a una campaña de
comunicación. La intención: cambiar el escenario.
Primero pensó en el silencio, como hizo con Pedro Luis Boitel, otro
preso político muerto tras 53 días de huelga de hambre el 24 de mayo de
1972. Pero las nuevas tecnologías y el trabajo realizado por Radio Martí
rompieron los diques de la censura.
El primer golpe lo recibieron Raúl Castro y el Presidente de Brasil,
durante su visita a las nuevas instalaciones portuarias de Mariel. La
prensa brasilera que acompañaba a Lula le entró de frente.
Menos obsesivo que su hermano Fidel, Raúl Castro no supo manejar las
preguntas de los periodistas cariocas. Como respuesta, articuló algo
parecido a un pésame y achacó la responsabilidad del deceso a los
Estados Unidos.
Pillados en flagrante ignorancia, el aparato ideológico de la monarquía
se planteó dos tareas. Desarrollar una maniobra de distracción,
publicando las fotos de Fidel Castro conversando con Lula da Silva, y
ofrecer a la opinión pública una imagen denigrante del mártir. La tarea
fue encomendada a Enrique Ubieta, un ex académico convertido en vocero
del crimen, a través de la página web Cubadebate.
El eje del texto de Ubieta era descalificar a Zapata. Se afianzó en el
titulo, ¿Para quién la muerte es útil? Sin embargo, en su segunda
oración: "Es difícil morirse en Cuba…", olvidaba Ubieta la muerte a
principios de enero de al menos 40 enfermos mentales en el hospital
Psiquiátrico Mazorra, por la desidia del ministro de Salud Publica, José
Balaguer.
Las respuestas al escrito fueron inmediatas. Dos post colgados al
artículo, recordaban al escribano que "Zapata no esperaba recompensa
monetaria al llegar al camposanto". Mientras otro señalaba "el mal gusto
de hablar de los muertos".
Las aguas seguían creciendo y los observadores de opinión del Comité
Central notaron alrededor del viernes que la información sobre el crimen
seguía penetrando en la sociedad, y la indignación, junto a la creciente
represión contra los demócratas los días 23, 24 y 25 de febrero, lograba
más descontentos. Decidieron publicar el artículo en el diario Granma,
ampliado con mentiras más sutiles y descalificadoras.
En el plano internacional, la denuncia hecha en El Nuevo Herald, del
mercenarismo de los corresponsales extranjeros en La Habana, los puso
ante el deber moral de informar, y hasta el "correcto" Mauricio Vincent,
se atrevió a escribir una crónica para sus editores, sobre el entierro
de Zapata en el poblado de Banes.
Por último, el lunes primero de marzo, un reportaje del Noticiero
Nacional de Televisión, de la periodista Gladys Rubio, indicó que la
marea continuaba alta contra el régimen. Sin embargo, la idea central
cambió. Ahora centraban la atención en los servicios médicos recibidos
por Zapata. Obviaban que el héroe no murió por falta de atención
médica, sino por la incapacidad de la monarquía para negociar con los
ciudadanos. Para eso la periodista manipuló y descontextualizó las
conversaciones y las imágenes, muchas de ellas obtenidas de manera
ilegal por la policía política.
El nivel de sordidez de los trabajos de Enrique Ubieta y Gladys Rubio,
hasta ese momento prestigiosos comunicadores de la monarquía, habla de
un mal mayor: La ausencia de una estrategia de comunicación de un
régimen que se desmorona.
Noticias/Cuba Errática campaña (8 March 2010)
http://www.cubanet.org/CNews/y2010/marzo2010/08_C_3.html
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