En Cuba, de nuevo el silencio
By GINA MONTANER
El disidente cubano Orlando Zapata Tamayo al fin descansa en paz. Desde
su encarcelamiento hace siete años su vida se había reducido a raciones
de golpizas y penurias. En los últimos meses la huelga de hambre que
había iniciado se agravó por la falta de atención médica. Se había
cumplido el deseo de la dictadura castrista: que de una vez
desapareciera tan incómodo prisionero de conciencia.
A primera vista uno pensaría que los hermanos Castro habrían preferido
no pagar un coste político frente a la Unión Europea y otros gobiernos
del mundo que no han tardado en condenar la más reciente violación de
los derechos humanos en la isla. Pero eso obedecería a un pensamiento
lógico, alejado de la sintomatología de una mente asesina. Tratándose de
estos dos sujetos, la cuenta que sacan les proporciona beneficios: la
indignación por el fallecimiento de Zapata se difuminará en cuestión de
días. En un par de semanas pocos recordarán el desgarrador testimonio de
su madre, Reina Luisa. Y, sobre todo, una vez más demostraron que pueden
contener el menor estallido de insurrección popular, propagando el
terror desde La Habana hasta Banes, la localidad donde fue enterrado el
opositor.
¿Cuántas veces hemos intuido que podría tratarse del chispazo que
provocaría la caída de ese muro invisible pero implacable que ha privado
a los cubanos de libertad durante más de medio siglo? ¿Recuerdan la
marejada del pueblo durante el éxodo del Mariel? ¿Tienen memoria de los
días trémulos en los que María Elena Cruz Varela y otros opositores
empapelaban las calles con dazibaos que clamaban por la apertura
política? ¿Conservan las imágenes del gentío revuelto en la jornada del
Maleconazo? ¿Acaso no fue ayer cuando el aire fresco de los jóvenes
blogueros irrumpió en los portales de la aldea global? Han sido
episodios intensos y esperanzadores que nos hicieron vivir el instante
del espejismo. El falso oasis en medio de la nada de un desierto.
El fin de la tiranía es inevitable y sucederá más pronto que tarde, pero
es improbable que ocurra como consecuencia de una manifestación
multitudinaria que no puede materializarse mientras el gobierno domine
los mecanismos de la represión y el miedo. Lo habitual es que el
dictador de turno muera en la cama, a menos que sus propios hombres
fuertes conspiren para deshacerse del jefe. De lo contrario, la
sociedad, desprovista de herramientas para impulsar la resistencia
cívica, simplemente intenta sobrevivir o huir del país en la menor
oportunidad. Y los cubanos no tienen un componente genético distinto a
tantos otros pueblos que han permanecido oprimidos durante años.
este lamentable modelo político le llegará su hora final, y seguramente
los propios miembros de la nomenclatura se encargarán de desmontar el
andamiaje en los estertores de la polvorienta dinastía. Entretanto,
continuaremos siendo testigos de hechos tan terribles como la injusta
muerte de Orlando Zapata Tamayo, cuya valerosa madre no ha dudado en
calificar de ``asesinato premeditado'' por parte del gobierno cubano.
Los que acompañaron a doña Reina Luisa en su duelo ya han regresado a
sus hogares. Los que en la Isla tuvieron el arrojo de solidarizarse con
ella se han visto obligados a retornar a sus asuntos. En su humilde
vivienda sólo permanecen los crespones negros de su infinita tristeza.
En Cuba de nuevo todo es silencio. Y los corazones desmayados.
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GINA MONTANER: En Cuba, de nuevo el silencio - Opinión -
ElNuevoHerald.com (1 March 2010)
http://www.elnuevoherald.com/2010/03/01/665176/gina-montaner-en-cuba-de-nuevo.html
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