El asesinato de Orlando Zapata
By NICOLAS PEREZ DIAZ-ARGÜELLES
Una huelga de hambre es una decisión que no se medita, aceptarla como
método de lucha es cuestión de segundos. No se razona, es pura emoción.
Y se adopta cuando el enemigo te tiene tan acorralado que no tienes otra
opción que tomar. Cuando vas a una huelga de hambre has agotado las
posibilidades de seguir sintiéndote un ser humano.
Al inicio sientes hambre, te levantas poco de la cama, lo esencial,
piensas que mientras menos te muevas estarás más fuerte para resistir. Y
al tiempo el hambre desaparece, y es que lo ignoras, pero el cuerpo
comienza a apoderarse de tus reservas vitales, y es entonces, cuando sin
tú saberlo comienzas a morir.
Pero tu cerebro está claro, agudo, y te recriminas. Te lanzaste a una
muerte lenta con una serie de peticiones que si no se cumplen no
probarás una gota de alimento. Pero no es posible dar marcha atrás. En
una huelga de hambre no es recomendable pensar, sólo tener la mente fija
en la decisión de no transigir.
Es un grave error suponer que un preso muere en una huelga de ayuno en
Cuba porque esa fue su voluntad. No es así. El preso siempre es
asesinado. En el 90 por ciento de los casos te provocan para que te
lances a la huelga lastimándote donde más te duele, unas veces en tu
cuerpo, otras en tu espíritu, y al huelguista lo siguen atormentando
cuando comienza a morirse, y el carcelero encargado del crimen no le da
opciones para que deponga su actitud y lo va empujando día a día, hora
tras hora, con fría crueldad hacia una muerte irremediable. El gobierno
puede resolver el problema y no mancharse las manos de sangre con tan
solo tres palabras: ``Concedo la demanda''. Pero no las dice. Y el
carcelero sin disparar un tiro, sin ahorcarte con sus propias manos, te
asesina del modo más brutal e inhumano que se puede asesinar a un
hombre. Y siempre en casos como este que tienen repercusiones
internacionales, siguiendo órdenes de la más suprema instancia. Es
infantil pensar que Raúl Castro lamentó la muerte de Orlando Zapata,
nadie lamenta la muerte de la persona que uno mismo ha mandado a matar.
En el acto, Fidel Castro hizo una declaración sobre el incidente; no
podía permitir que Raúl se llevara sólo la gloria de este crimen.
Esta huelga de hambre me recuerda otra, la del canciller de Nicaragua
Miguel D'Escoto, sobre la que en este mismo periódico, cuando se llamaba
El Miami Herald, hace más de 20 años, escribí: ``El canciller fue
visitado por el presidente Daniel Ortega que aprobó su actitud. El
anuncio fue hecho en la iglesia de Monseñor Lezcano ante la prensa
nacional e internacional. Estaban presentes un ministro de Educación y
otro de Cultura, así como intelectuales, políticos e
internacionalistas''. Antes de comenzar el ayuno protestando por la
ayuda de EEUU a los enemigos del régimen sandinista, D'Escoto dijo:
``Continuaré mi ayuno hasta que una insurrección evangélica se encienda
en Nicaragua y hasta que esta chispa se mutiplique por todo el mundo''.
Hizo sus dramáticas declaraciones rodeado de presidentes, líderes
mundiales y decenas de cámaras de televisión y micrófonos de radio. Como
contrapartida, Orlando Zapata, desde una celda de castigo sin una gota
de teatralidad, no anunció su ayuno a nadie y pidió a sus victimarios,
sólo como un Cristo, ``un trato más humanitario''. Sin cámaras ni
micrófonos, sin el apoyo de presidentes, ministros ni intelectuales,
rodeado de enemigos, y murió sin retroceder un milímetro. En el caso del
canciller de Nicaragua no se produjo ninguna insurrección evangélica y
D'Escoto abandonó la huelga horas después de iniciada. Es la diferencia
entre el héroe Orlando Zapata y el farsante Miguel D'Escoto, entre un
hombre repleto de dignidad y un payaso.
¿Les digo algo? Hacía rato no me emocionaba tanto un suceso de esta
epopeya por la libertad de Cuba. La humanidad no está perdida, han
cambiado los tiempos. Hubo una época en que murieron en huelgas de
hambre Roberto López Chávez, Luis Alvarez Ríos, Carmelo Cuadra
Hernández, Pedro Luis Boitel, Reinaldo Cordero, José Barrios, Santiago
de Jesús Roche Valle, Nicolás González Regueiro, Miguel López Santos,
Enrique García Cuevas y aquel negro, Olegario Charlot Spileta, que se
ganó mi respeto y simpatías por el brillo recio de sus ojos, su terco
silencio y su humildad. Pero por entonces ``nadie escuchaba'', y hoy el
sacrificio no ha sido en vano, el mundo escucha. Murió un titán y los
tiranos están desnudos. Les importa un bledo. Se ríen de España, se ríen
de Estados Unidos y del mundo, sólo les interesa mantenerse en el poder
aunque sea sobre un río de sangre. Pero la historia los va a hacer trizas.
En los asuntos de patria, hay muertos que despiden esplendor y fuego, y
como las campanas, repican. El martirologio de un obrero, albañil y
negro, el típico cubano sencillo y modesto, ha provocado estupor. Ya hay
cuatro presos políticos y un disidente en huelga de hambre. La Cuba de
hoy es radicalmente diferente nacional e internacionalmente hablando, 24
horas después de que Fidel y Raúl Castro ordenaran el asesinato de
Orlando Zapata. Así se escribe la historia.
NICOLAS PEREZ DIAZ-ARGÜELLES: El asesinato de Orlando Zapata - Opinión -
ElNuevoHerald.com (3 March 2010)
http://www.elnuevoherald.com/2010/03/03/666499/nicolas-perez-diaz-arguelles-el.html
No comments:
Post a Comment