2008-02-20.
Dr. Darsi Ferrer
La Habana, 19 de febrero de 2008.- La supuesta renuncia oficial del Sr.
Fidel Castro a ser reelegido este 24 de febrero como Comandante en Jefe
y Presidente del Consejo de Estado, asumiendo públicamente el estado
crítico de su salud, no es otra cosa que el reconocimiento tardío de su
irreversible incapacidad física y mental, luego de año y medio de
separación obligatoria de la vida política del país.
Su abandono definitivo del poder no representa una solución a la grave
situación predominante en Cuba, solo constituye un obstáculo menos en el
tránsito a la libertad y a la democracia.
La sucesión hereditaria viene implementándose desde el 31 de julio de
2006, a raíz de la "Proclama". Los que ostentan el poder optan por el
continuismo y la supervivencia del régimen. Cuentan con el control casi
absoluto de todas las esferas de la vida, en lo político, económico y
social. Además, aunque deben existir las pugnas intestinas entre las
distintas facciones de la nomenclatura, están bien organizados y
mantienen a su disposición la maquinaria represiva con todo su andamiaje.
Está claro que la motivación para aferrarse al poder de estos llamados
"revolucionarios socialistas" se reduce a los intereses económicos y los
privilegios personales de los que disfrutan y no a la defensa de
ideología alguna. Lo demuestra la destrucción en la que han sumido al país.
Del seno del actual gobierno no saldrá nunca ninguna solución a la
problemática de la Nación porque es precisamente el gobierno con su
modelo político totalitario la causa del problema nacional.
La inmensa mayoría de la población de la Isla tomó el anuncio de la
renuncia del Sr. Castro como una esperanza de solución luego de medio
siglo de inmovilismo, miseria y falta de oportunidades de progreso.
Expectativa popular que se acompaña de una atmósfera saturada por el
incremento de la tensión social.
Tanto la disidencia interna como externa está obligada por las
circunstancias a salir de sus trincheras. Como fuerza política es débil
porque no logra romper en su actuar con el esquema de etapas anteriores.
Mientras los grupos de la oposición continúen sin sentarse en busca de
consenso, de crear una agenda mínima común, pasando por alto las
diferencias respecto a las tendencias políticas, programas, métodos,
etcétera, la posibilidad de convertirse en agentes de cambio e influir
en amplios sectores de la sociedad son efímeras.
El gobierno aparenta fortaleza y control de la situación del país en la
medida que la oposición se mantiene dividida y sus reclamos se escuchan
en múltiples voces aisladas.
No es un secreto ni especulación infundada que el gobierno se sabe
adversario del pueblo. Negar esta realidad es asumir que los seres
humanos se conforman con el hambre, las carencias de todo tipo y la
conculcación de sus derechos y libertades.
Esta inconformidad generalizada de los cubanos es el imparable potencial
disidente que la oposición debe canalizar con su liderazgo en función de
guiarlo hacia la exigencia activa del desmontaje del sistema totalitario.
La población ya salió de su letargo, quiere cambios, poco a poco ha ido
superando el miedo paralizante, como lo demuestran las protestas y
reclamos en los comentarios cotidianos en las calles, guaguas, colas. Le
falta que se les señale el camino, la vía.
Es hora para la oposición de comenzar por cerrar filas y conciliar entre
todos la manera de hablar en una sola voz, de empezar por
institucionalizar una acción común. Con ello la propuesta que se alcance
será reconocida y legitimada por la Comunidad Internacional, el pueblo
de seguro vería en tal fuerza su alternativa y el gobierno no tendrá
otra posibilidad que no sea permitir la apertura.
La Nación espera por nosotros, salvémosla.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=14063
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