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Thursday, February 07, 2008

Cuba: provisionalidad permanente

Publicado el miércoles 06 de febrero del 2008

Cuba: provisionalidad permanente
JOAQUIN ROY

La Habana-- Desprovistos de alternativas, los cubanos no han votado
según temas electorales en la variante de referéndum que ha sido el
sufragio para la Asamblea Nacional del Poder Popular y las
correspondientes provinciales. Los cubanos emiten su juicio de forma
diferente. Hablan abiertamente y con aparente sinceridad a los visitantes.

La urgencia es modificar drásticamente la cuantía del (inexistente)
sueldo oficial, como alternativa válida y legal para la (siempre ilegal)
conducta basada en el ''inventar'' (corrupción) y ''resolver''
(sobrevivir). Es lo único que prioritariamente les importa a los cubanos.

Mientras el 91% del 96% de los electores que acudieron a las urnas (con
un 96% de papeletas válidas) endosaron las listas gubernamentales
mediante el ''voto unido'', sin embargo, la ''oposición'' revela un
similar porcentaje con el ''voto'' práctico. Este se deposita en las
conversaciones con representantes de diversos estratos de la ciudadanía
y con diferente instalación (voluntaria, mayoritariamente obligatoria),
dependencia (todos) y colaboracionismo (una notable mayoría, aunque no
tengan más remedio).

De cada 20 cubanos entrevistados en un método informal y directo, 19
(por lo menos) se muestran muy críticos del sistema imperante. Centran
sus reclamaciones y pedidos urgentes en las carencias económicas. No
puede decirse que las políticas no tengan importancia, pero quedan
eclipsadas por las prioridades diarias. Naturalmente, el sistema
político (centralizado, opresivo, presente por doquier) representa un
obstáculo para la modificación de la estructura económica.

Según toda la evidencia, una vez que se acumula la observación de los
actos cotidianos de la vida habanera, los cubanos, desde que se levantan
hasta que se van a descansar, se enfrentan a una serie de actividades
que se dividen en ''obligatorias'', ''prohibidas'' o ''ilegales''. El
contraste entre la exteriorización de apoyo al sistema (en las marchas
colectivas y en la reciente elección) y la desgana con la que se cumple
la rutina es empíricamente comprobable.

No están ausentes la cortesía, el riguroso trato educado y la
espontaneidad humana (desaparecidos en numerosas parcelas de las
sociedades europeas y americanas). Pero hay una soterrada tristeza y
resentimiento larvado que es difícil de disimular en cuanto se
desarrolla una conversación. Como sucedía en la antigua Unión Soviética
y sus satélites, los ciudadanos ''pretenden aparecer trabajando'',
porque el estado ``pretende pagarles''.

La transformación política (con la excepción de los externamente
minoritarios grupos de disidencia) se juzga, a inmediato o mediano
plazo, no como imposible, pero sí improbable. La alternativa es
centrarse en la modificación de las estructuras económicas, sobre todo
después de los mensajes crípticos lanzados por la dirigencia
provisional, y las insólitas exteriorizaciones en la prensa oficial. De
enfrentar esta urgencia, el régimen (ahora, en la transición, e incluso
en plena evolución de regreso hacia el capitalismo y la democracia) se
enfrenta a dos descomunales tareas.

La primera es cómo desmantelar el dual (surrealista e injusto) sistema
monetario, basado en la simultánea circulación de dos monedas (el peso
cubano ''normal'', de valor aproximado de 24 por dólar, y el CUC, peso
''convertible'', valorado en $1.25. Los cubanos reciben sus sueldos en
pesos de valor ínfimo, pero si quieren mejorar su existencia más allá de
las necesidades de pura supervivencia deben adquirir en el mercado
abierto (o de economía sumergida) el resto, compitiendo con turistas,
funcionarios extranjeros y todo cubano que tenga acceso a remesas del
exterior.

El resultado es que en una sociedad teóricamente marxista, hay
''clases'' difuminadas, pero reales. El pluriempleo es endémico. Pero es
ilegal. Y todo el mundo, incluido el gobierno, lo sabe. Y no tiene más
remedio que tolerarlo porque es una importante válvula de escape para
evitar males mayores, aunque no se reconozca públicamente.

La segunda tarea urgente, que heredará el sistema que venga después,
aunque sea lentamente, es frenar el descomunal deterioro de las
infraestructuras, viviendas urbanas y edificios públicos. Funcionarios y
ciudadanos parecen impotentes para rebelarse al tener que trabajar o
vivir en espacios deprimentes.

La sensación que el visitante se lleva es que, más que como resultado
del paso del tiempo, lo que prima es una ''precaria provisionalidad
permanente'', un oxímoron que encaja para entender la realidad cubana.
Es el resultado de la espera de algo que, en estos momentos, se
considera políticamente inviable.

jroy@Miami.edu
Catedrático Jean Monnet y dtor. del
Centro Unión Europea, Univ. de Miami.

http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas_de_opinion/story/154951.html

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