2007-12-15. Página personal: http://es.geocities.com/libertadeopinion/
Por Pablo Felipe Pérez Goyry, Analista y Periodista Independiente, Freelance
La Guerra de los Diez Años (1868 – 1878)
Ciudad de la Eterna Primavera, Otoño de 2007. Si bien es imprescindible
conocer lo ocurrido en las Guerras por la Independencia, para llegue a
feliz término estas consideraciones y sirvan para encontrar
razonamientos oportunos para llevar a vías de hecho una transición
inteligente en Cuba, es preciso conocer el escenario
socio-político-económico iberoamericano de la época.
A finales del siglo XVIII, en las colonias españolas americanas la
población era de aproximadamente 15.000.000 habitantes. Una cifra que es
históricamente aceptada por los investigadores del tema. Aunque las
cifras particulares varían según la región de que se trate, en números
redondos y de acuerdo al factor racial, se componía de un 95% de
criollos, 20% de los blancos y sólo el 5% era de origen peninsular; a
esta cifra podemos agregar que un 46% eran indígenas, 26% mestizos y 8%
negros.
En consecuencia, el mestizaje y combinación de tres razas van a
conformar la embrollo racial americano. Por esta razón, la multiplicidad
se particulariza en algunas regiones, como es de la proporción mayor de
negros se localiza en el área del Caribe, en Chile será mayoritariamente
blanca, en México el mestizaje será preponderante y, en Bolivia, Ecuador
y Perú la raza indígena es mayor.
Este amplio prisma racial lo es también en lo social, cultural,
económico, religioso y político, que con el tiempo va a forjar
resentimientos y conflictos violentos entre criollos y peninsulares. Los
primeros tendrán en sus manos la mayoría de las tierras, el comercio,
etcétera, y de alguna manera los más cultos. Empero, en la política su
acceso era imposible, salvo alguna que otra excepción. Una estudio de la
época, señala que de los 602 Capitanes Generales que había sólo 14 eran
criollos, y de los 170 virreyes 4 eran americanos de nacimiento. Con
todo, el sentimiento de nacionalidad y patriotismo va calando en todos
los sectores criollos y que desemboca en las gestas independentistas en
la América toda.
Por otro lado, no puede relegarse al olvido otra realidad, que es de
Francia tiene ocupada España y se agudiza la crisis económica
peninsular; y los criollos miran con buenos ojos aliarse al pensamiento
liberal. Además, a todo lo dicho hay que agregar que no sólo España
estaba sumergida en el anarquismo, conservadorismo, la monarquía o el
liberalismo que se amalgama a la corrupción, el absolutismo y la revolución.
A todas luces, estos eventos históricos en Iberoamérica aceleran las
condiciones para ocurra una reacción en cadena y afloren las guerras de
independencias.
Hacia 1868, los 1400 ingenios azucareros que existían en Cuba tenían el
privilegio de producir la tercera parte del azúcar mundial. Los plantíos
de café, en la zona oriental, se incrementaron con la llegada de
plantadores haitianos. Otro aspecto importante en este siglo, es la
prohibición en 1871, de importar chinos como mano de obra barata, que
también sufre de esclavitud.
Sin embargo, las sistemáticas negativas de los españoles para introducir
reformas económicas y políticas en Cuba, estimulan se agudice la
inestabilidad en la isla, y exalte los sentimientos encontrados entre
los criollos y peninsulares. Por ende, son multíplices las
conspiraciones, empero, la que trasciende y marca la diferencia con las
anteriores es la rebelión que estalló el 10 de octubre de 1868, cuando
Carlos Manuel de Céspedes ―un terrateniente progresista, que estaba en
favor de la emancipación gradual de los esclavos, la independencia
cubana, y del sufragio universal― concede la libertad a sus esclavos y
lanza el "Grito de Yara"; con el que se inicia el levantamiento contra
España.
Si bien, los terratenientes cubanos más progresistas de la época optan
por la lucha armada y con sus acciones atraen a blancos, negros, mulatos
libres, esclavos libertos, campesinos medios y pobres, es saludable
recordar que no todos los conspiradores cubanos estaban en favor de la
independencia; unos reclamaban un gobierno y reformas sociales, pero
preferían seguir bajo soberanía española; otros querían la anexión a
Estados Unidos.
Esta gesta por la independencia de Cuba durará 10 dilatado años, y
practicó la lucha de guerrillas, que será en corto tiempo "cada vez más
brutal y si bien las escaramuzas se limitaron, casi exclusivamente a las
provincias orientales de la isla; porque los ricos hacendados de la zona
occidental prefirieron apoyar a España o escapar al extranjero, ante la
eventual afectación de sus intereses o se sublevaran sus esclavos.
En los días que siguieron al alzamiento, se incorporan Francisco Vicente
Aguilera, Calixto García, Donato Mármol, Vicente García, y otros
revolucionarios orientales, como Antonio Maceo y sus familiares. Además,
desde el inicio estarían en las filas del Ejercito Libertador varios
dominicanos con experiencia militar, entre ellos Máximo Gómez.
Después de la victoria en Jiguaní, luego de tres días de ofensiva, el 20
de octubre de 1868 los mambíes toman Bayamo. En está ciudad se establece
el Primer Gobierno de la República en Armas.
La memoria histórica de la nación cubana reverencia y exalta este
levantamiento, reconocido como la "Revolución de Yara", nombre del
poblado asaltado por los mambíes horas después de la insurrección". Los
camagüeyanos se unen a la sublevación en el mes de noviembre, y en
febrero de 1869 lo hace Las Villas. En abril, se reúne en Guaimaró la
asamblea que lleva este nombre y que adopta la primera Constitución y,
el 20 de abril de 1869 se organiza un gobierno republicano, a Carlos
Manuel de Céspedes lo eligen Presidente de la República en Armas, y
Aguilera Secretario (ministro) de guerra.
Más de 15 mil hombres estarán en las filas del Ejercito Libertador, que
se curten en la modalidad denominada "carga al machete" y en la guerra
irregular. A finales de 1869, España no escatima recursos materiales y
humanos, e implementa técnicas represivas para derrotar a los
insurrectos. Esta contraofensiva española, estará dirigida a las fuentes
que apoyan a los mambíes, y en las tierras, en poder de los insurrectos,
aplica la "política de la tierra arrasada".
Para materializar este objetivo, España trae de la península e instala,
en la isla, un ejercito de 68 mil hombres y unos 40 mil voluntarios,
estos últimos peninsulares residentes en el archipiélago. Con mayor
superioridad militar y en hombres, los españoles recuperan las
principales poblaciones del Valle del Cauto que están en poder de los
insurrectos; desmantelan las bases de los insurgentes en el Camagüey; la
preeminencia española se impone en las Villas. Un hecho apodíctico y
digno de mencionar es lo ocurrido en Bayamo, donde "los bayameses
prefieren quemar su hermosa ciudad antes de entregarla".
Así las cosas, hacia 1871 los camagüeyanos renuncian a continuar la
lucha ante las derrotas y el convencimiento de que la insurrección se ha
malogrado. No obstante, esta realidad no impide de que el ilustre
abogado Ignacio Agramonte asuma las riendas de la insurgencia de esa
región y reorganice las fuerzas mambíes. A finales de 1871, más de 170
cafetales quedan convertidos en restos humeantes; a los esclavos se les
da la libertad, y la generalidad se une a los destacamentos
independentistas.
No demoran los triunfos de Antonio Maceo, Calixto García y Vicente
García. En 1872, el Ejercito Libertador consolida su reorganización.
Ignacio Agramonte muere en Jimaguayú. Máximo Gómez (quién trata de
organizar las tropas para iniciar la invasión a Las Villas) y sus
hombres libran las batallas de Palo Seco, La Sagrada, y en los primeros
tres meses de 1874 las de Mojacasabe, Naranjo y las Guasitas, en las que
salen victoriosas las fuerzas independentistas. Por estas fechas, cae
prisionera Calixto García.
La heroica resistencia de los insurrectos del Norte de la provincia de
Oriente; la marcha triunfal sobre Las Tunas de las fuerzas mambíes, al
mando de Máximo Gómez; las victorias en las regiones de Santiago de Cuba
y Guantánamo, desmantelan a las fuerzas españolas y destruyen sus
fortines en la cuenca del río Cauto. Ostensiblemente, esto facilita el
reordenamiento del Ejercito Libertador y recuperar la iniciativa en el
campo de batalla. La guerra continúa, con la estrategia de hostigar al
enemigo y realizar sorpresivas "cargas al machete", así como la quema de
ingenios y plantaciones.
Gómez no postergar por más tiempo su proyecto de avanzar hacia el
occidente de la isla, y a principios de 1875 cruza la trocha de "Júcaro
a Morón" y logra llegar a Las Villas para de esta manera extender la
guerra. ¡NAMASTE! [Continúa en Cuba: Una transición razonable (10)].
©Pablo Felipe Pérez Goyry.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=13076
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