Caibarién no tiene lugar para sus viejos
Efectos del indetenible proceso destructivo de la revolución
Viernes, junio 16, 2017 | Pedro Manuel González Reinoso
VILLA CLARA, Cuba.- En 1920 se estrenó el hogar para ancianos en
Caibarién. El pueblo costero, que ya tenía casi un siglo de fundado
(1832), carecía de hospicio digno donde auxiliar a sus desvalidos:
hombres y mujeres que trabajaron por echar adelante la comunidad portuaria.
La gente acudió alborozada a dar la bienvenida a esta pieza fundacional
para el bienestar público. Obra caritativa de nativa que fuera
benefactora de todas las faenas sociales renombradas en el municipio, se
lució —desde la primera piedra— con una distinción plausible: las
huellas no albergan dudas.
En 1871 nació aquí María del Carmen Zozaya, bienhechora insigne de cuya
fortuna surgió el Asilo para Ancianos y el Hospicio de Beneficencia
Pública y Casa de Huérfanos. Llena de bondad, querida en su época por
muchos, enorgulleció a los pobres y legó a su pueblo una respetable
cantidad de riqueza (porque tenerla significaba poder hacer maravillas
con ella) para construir obras serias y hermosas en su muy recordada
Villa Blanca, y lo hizo desde el exilio atroz que le impusieron sus
padres, enfermos de colonialismo.
Esta buena mujer dio impulso a otras dos obras que son presencia y
orgullo de su casta: El Hospital Nuestra Señora del Carmen (1921) y el
Colegio del Apostolado del Sagrado Corazón de Jesús, que abrió sus
puertas en abril de 1914, y fue la única institución de este tipo
netamente patrocinada en la patria por nacionales. El primero, dirigido
por las paulistas Hermanas de la Caridad, y el segundo por religiosas de
la Congregación Madres del Apostolado.
Los edificios arribaron todos a la alborada roja revolucionaria del 59 y
sus improvisados administradores, con las instalaciones funcionales al
ciento por ciento, intocados en estructura y con los veteranos
acondicionamientos en talla.
Una vez que los procesos destructivos comenzaron a experimentarse —y me
refiero no al deterioro que originan la erosión de la salinidad
circundante más otros elementos naturales, sino a quienes con furibundas
manías de cambiar todo lo que no debe ser cambiado se empeñaron en
modificarlos con malsanas intenciones—, no hubo manera de evitar el
hundimiento progresivo que desde mucho tiempo aconteciera.
Valga aclarar que para entonces en el local cohabitaban solo hombres,
quienes habían renunciado a la pírrica chequera de la Seguridad Social
al ser admitidos, tras largo y tortuoso proceso demostrativo de carencia
de parentela que se hiciera cargo.
Las damas de la localidad en similar trance tenían —y tienen— que
mudarse al vecino municipio de Remedios hasta el fin de sus días, donde
radica el local adecuado para féminas, pues tal división sexista no es
más que otra secuela vívida del "glorioso patriarcado que se ha vivido".
Y que aún sigue vivito… y mortificando.
Los supervivientes de esta batalla contra el derrumbe fueron trasladados
para su atención a otros municipios de la provincia, maniobra insensible
que les precipitó el tiempo restante en un barranco sin fondo del que no
hubo retorno. O sí.
Recuerdo que los nueve viejitos que tocaron a Corralillo (distante unos
130 km) volvieron en breve, antes de que concluyeran la estancia en el
primer trimestre pos traslado —inadaptados, comprensiblemente—, pero lo
hicieron en grises ataúdes.
Hace media década remozaron como pudieron los exteriores del viejo
centro asistencial y se recomenzó la etapa de modificación del área
interior que ya existía y que a duras penas se salvó del desmoronamiento.
Dar pintura no puede ser solución anticaída, sino enmascaramiento ruin
de la ruindad. Las paredes laterales y perimetrales exhiben tal
inclinación que emulan con la Torre de Pisa, y no fueron enderezadas ni
subsanadas durante el proceso rescatista.
El acceso al área donde deben elaborarse alimentos y recibirse
medicamentos y otras mercancías exhibe una contaminación paralizante. La
gente desquiciada ha anidado allí su vertedero, quizá como ofrenda
vecinal a la chapucería estatal.
No obstante, y a pesar de todo, próximamente reabrirán las austeras
puertas del sitio reclamado por el pueblo (las traseras, aclaro, porque
la antigua entrada principal ha sido cancelada), cuyas discutibles
restauraciones han estado a cargo de la brigada de mantenimiento del
Sectorial Municipal de Salud, la misma que lleva más de una década
intentando terminar sin éxito una salita hospitalaria de escasas camas
para enfermos renales.
Source: Caibarién no tiene lugar para sus viejos CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/caibarien-no-tiene-lugar-para-sus-viejos/
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