La nueva ola represiva
Lo llamativo de la intrusión en Cubalex es que no era este el tipo de
organización usualmente reprimida por el Gobierno cubano
Haroldo Dilla Alfonso, Santiago de Chile | 03/10/2016 9:18 am
Laritza Diversent es la directora de Cubalex, una agencia no
gubernamental que se dedica a prestar servicios legales gratuitos a los
cubanos. Es una profesional joven, mestiza, de hablar suave e ideas
precisas, como las que usan los abogados cuando entablan pleitos. La vi
en un documental en que narra como una horda de agentes del Gobierno
cubano rompieron, sin cobertura legal, la puerta de su casa, donde
radica Cubalex. Confiscaron todo tipo de material y la sometieron a
ella, sus colaboradores y su familia a un acoso que no hubiera podido
suceder si en Cuba existiera, siquiera en su forma primaria, un estado
de derecho.
Es justo en esta dirección en que trabaja Cubalex, tratando de encontrar
en la propia legislación cubana y en los pactos internacionales que Cuba
suscribe, los resquicios legales mínimos para proteger los derechos de
los desprotegidos. De ello ha sido acusada Laritza: de denunciar que
existe violencia de género y familiar, y de que no hay mecanismos de
prevención y castigo; de que se ejerce la violencia política no
solamente apaleando opositores, sino impidiéndoles acceder a medios
básicos de vida; de que el sistema cubano carece de un régimen claro de
derechos, y por ello la población vive a merced de lo que deciden los
gobernantes que nadie ha elegido de forma competitiva, limpia y
equitativa. Laritza, suavemente y con precisión, trata de compensar la
tremenda brecha entre una dictadura inapelable y una ciudadanía devaluada.
Y por eso ha sido reprimida groseramente. Dícese que recibe
financiamientos externos, y es cierto. Pero en Cuba todo el mundo los
recibe, pues hace tiempo que esa empobrecida nación perdió la capacidad
de generar un plusvalor considerable. Y es razonable que una
organización opositora —como Cubalex—los reciba, pues aparte de esa
pobreza generalizada, se le niega status legal, no pueden levantar
fondos propios al interior de la Isla y sus miembros son despojados de
derechos básicos que atañen a la posibilidad de un empleo digno. Es
cierto que reciben dinero de organizaciones radicadas en Estados Unidos
y provenientes del Gobierno norteamericano, nada de lo cual es un motivo
para estar feliz. Pero nadie en Cuba —ni el Gobierno, ni esa parte de la
sociedad civil que exhibe un puritanismo nacionalista intolerante al
mismo tiempo que se nutre de fondos tan extranjeros como la oposición—
tiene catadura moral para criticarles mientras persista el actual clima
de represión.
Lo llamativo de la intrusión en Cubalex es que no era este el tipo de
organización usualmente reprimida por el Gobierno cubano. La dictadura
castrista había bañado a todo el mundo con sus difamaciones y golpizas,
pero sus preferencias represivas iban dirigidas contra quienes andaban
en las calles. El límite era el espacio público y por eso sus víctimas
predilectas eran los activistas orientales de UNPACU, las Damas de
Blanco, etc. A quienes preferían otras acciones que no implicaban
directamente la invasión del espacio público se les advertía y acosaba,
se les limitaban derechos, pero con menores ardor y frecuencia. Lo que
parece estar sucediendo es que la represión entró con fuerza mayor en
las casas.
No es casual que grupos como el centro de reflexión Convivencia en Pinar
del Río, los proyectos cívicos de la Mesa de Unidad Democrática y ahora
Cubalex, comienzan a ser reprimidos con mayor vehemencia. Sus
actividades son interferidas y sus activistas son intimidados en sus
casas y secuestrados por varias horas sin que se ofrezca información a
sus familiares y colegas sobre sus paraderos. En ocasiones son golpeados
y maltratados físicamente, tarea esta que puede correr a cargo de los
carceleros o de las bandas obscenas de partisanos creadas por el Gobierno.
La única buena noticia, es que el Gobierno cubano no sabe que hacer.
Sabe que los tiempos se le acaban, que la oposición no se agota y que
tiene como única opción levantar rápidamente la economía y poner a los
cubanos a pensar con los estómagos. Pero esta opción parece cada vez más
difícil en el corto plazo: se esfuman los espejismos de petróleo rápido
y las esperanzas de aliados internacionales que paguen por la
mediocridad de los dirigentes cubanos. Y todo hace creer que la única
manera que tienen de lograrlo es vinculando más estrechamente la
maltrecha economía insular a la economía americana. Cuyas oportunidades
se muestran poco a poco —como en un estriptís erótico— pero donde
siempre van a aparecer ofertas culturales e ideológicas incompatibles
con el poder monopólico a que aspira la élite castrista en su proceso de
conversión burguesa.
Raúl Castro el desastrado octogenario que dirige los destinos de una
sociedad en bancarrota, quiere mucha paz para continuar administrando el
negocio con pedazos de mercado y trocitos del régimen burocrático y
estatalista que se ufana en llamar socialismo. Y abriendo el camino a la
restauración capitalista en beneficio de la élite que le ha acompañado.
Como los chinos, pero seguramente con menos suerte —por razones que no
podemos discutir aquí. Y con Estados Unidos, como desde hace dos siglos,
tan cerca como poderoso. Y con un presidente joven, carismático y negro,
que los habitantes de la Isla recuerdan recorriendo, paragua en mano,
una Habana Vieja lloviznada y diciendo en cada tribuna que la guerra
había terminado.
Es por todo esto que Laritza Diversent, la joven abogada de hablar
pausado, les aterroriza cuando trata de enseñar a los cubanos a ejercer
sus magros derechos.
Source: La nueva ola represiva - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/la-nueva-ola-represiva-326952
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