Cuba en dos generaciones (I)
Este ensayo aparece publicado en dos partes. La segunda parte se 
publicará mañana sábado
Félix J. Fojo, Miami | 21/10/2016 1:24 pm
"Generación va y generación viene; mas la tierra siempre permanece"
Salomón. Eclesiastés 1 : 4. Reina Valera (1960)
—¿Te has dado cuenta de que no se parecen en nada a nosotros, a los de 
antes? —Me soltó la pregunta de sopetón mientras mirábamos las escenas 
del arribo a una playa floridana de un grupo de balseros cubanos, sobre 
todo jóvenes, en un noticiero miamense en la TV.
—¿Te refieres a los cubanos de ahora? —Le contesté.
—¡Claro! —Respondió rápido y molesto—. Hablan diferente, se visten 
diferente, comen y beben diferente, se enamoran diferente, cantan 
diferente, bailan diferente, caminan diferente, se ríen diferente, miran 
diferente, y lo peor, mi hermano, piensan diferente. ¿Qué tienen que ver 
ellos con nosotros?
—Hummm… —Me quedé pensativo.
Detengamos esta conversación ficticia aquí, pero aclarando, ficticia 
porque la he inventado para ilustrar este breve ensayo, pero diaria, 
común y repetida de mil formas distintas, palabras más palabras menos, 
en Miami, en Tampa, en New Jersey, en Ciudad México, en Madrid y en la 
misma Habana. Siempre para concluir que los cubanos de ahora no se 
parecen a los de antes, o dicho de otra manera un poco más académica: 
las generaciones más recientes de cubanos muy poco tienen ya que ver 
desde el punto de vista formal con las generaciones anteriores.
De acuerdo. ¿pero qué significa eso?
Comencemos por tratar de entender qué cosa es una generación.
En la más reciente edición, el Diccionario de la Real Academia Española 
trae siete acepciones de la palabra generación, pero solo tres nos 
interesan para este ensayo:
Sucesión de descendientes en línea recta.
Conjunto de las personas que tienen aproximadamente la misma edad.
Conjunto de personas que, habiendo nacido en fechas próximas y recibido 
educación e influjos culturales y sociales semejantes, adoptan una 
actitud en cierto modo común en el ámbito del pensamiento o de la creación.
El portal "Concepto en definición ABC" se apega bastante literalmente al 
diccionario de la RAE, pero termina con un párrafo que vale la pena acotar:
Actualmente, desde la segunda mitad del siglo XX en adelante, las 
sociedades occidentales han presentado cambios culturales tan 
significativos que cada diez años se sucede una nueva generación con 
intereses, perspectivas, actitudes y valores completamente opuesta a la 
precedente y a la que seguirá en la línea histórica.
Presumimos que se están refiriendo a las generaciones posteriores a la 
Segunda Guerra Mundial que se han dado en llamar: 1- Baby Boomers 
(1946-1964), 2- Generación X (1965-1981), 3- Generación Y o Millennials 
(1982-1994) y, 4- Generación Z o nativos digitales o Next generation o 
Generación Virtual o I-generation (1995-actualidad). Presumimos también 
que los "diez años" es una aproximación, pues en realidad —casi todos 
los autores lo piensan así— diez años es un período demasiado corto. 
Recordemos que otras generaciones anteriores ya tuvieron nombres, como 
la Generación Perdida (intervalo entre la Primera y la Segunda Guerra 
Mundial) o en menor escala la Generación española del 98 (a la que se 
denominó también Generación del Desastre, por la derrota española en 
Cuba, Puerto Rico y Filipinas) y la del 27, también en España, o la 
Generación Silenciosa de la era del franquismo vencedor en la Guerra 
Civil, e incluso en Cuba la tan llevada y traída Generación del 
Centenario del Apóstol, una generación bastante mitificada que miraremos 
con un poco más de atención en párrafos posteriores.
Wikipedia se atiene también a lo que ya hemos señalado pero nos 
introduce a los trabajos del sociólogo húngaro-alemán Karl Mannheim 
(1893-1947), que en su obra de 1928 Diagnóstico de nuestro tiempo (En 
español, Fondo de Cultura Económica de México, 1945 y varias reediciones 
posteriores) establece patrones para el estudio de las generaciones 
plenamente vigentes hoy en día: el crecimiento demográfico, el urbanismo 
explosivo, el paso progresivo de los valores primarios a secundarios, 
los ideales colectivos, los períodos de transición, la aparición 
progresiva o brusca de nuevos grupos, la evolución de las formas de 
autoridad, la constitución de nuevos valores, la evolución (o 
estancamiento) de las leyes, la formación de nexos y la rotura de los 
mismos, la autoridad carismática, los grupos secundarios y dependientes, 
la religión predominante, las tecnologías (Mannheim se refería a las 
industriales pero la propuesta, creémos, es válida para las digitales), 
las guerras (o ausencia de), el acceso a la cultura, el sistema de 
propiedad, la macro y micro economía, etc.
El portal "Glosario de Filosofía", refiriéndose al filósofo español 
Ortega y Gasset (1883-1955), nos dice:
En otro sentido, el término generación remite a la idea de uniformidad 
vital y cultural que se establece entre los individuos de una época 
determinada y que contrasta con la de otra época anterior o posterior. 
Ortega y Gasset utiliza esta noción para dotar de significado a la 
Historia, al asociar los acontecimientos con la generación en que 
tuvieron lugar, con el contexto cultural en el que se produjeron, que es 
en donde tales acontecimientos encuentran su auténtico significado.
Estudiando a Ortega y Gasset, el historiador chileno Marco A. Martín, La 
teoría de las generaciones de Ortega y Gasset: una lectura del siglo XXI 
(Universidad de Concepción, 2008, 2009), revisa inicialmente la 
evolución del concepto de generación, un concepto que considera capital 
para entender el proceso histórico de la sociedad humana. Revisa en su 
enjundioso trabajo las ideas de Giambattista Vico (1668-1744), Oswald 
Spengler (1880-1936), Auguste Comte (1798-1857), John Stuart Mill 
(1806-1873), Justin Dromel (1826-18…), Antoine Cournot (1801-1877), 
Giuseppe Ferrari (1812-1876) y Willhelm Dilthey (1833-1911), pensadores 
todos que contribuyeron a dar forma al concepto de generación. Leer el 
trabajo es provechoso e ilustrativo, pero en aras de sintetizar lo 
resumimos con esta cita de Ortega y Gasset que el profesor chileno 
transcribe:
"Alguna vez he representado a la generación como una caravana dentro de 
la cual va el hombre prisionero, pero a la vez secretamente voluntario y 
satisfecho. Va en ella fiel a los poetas de su edad, a las ideas 
políticas de su tiempo, al tipo de mujer triunfante en su mocedad y 
hasta el modo de andar usado a los veinticinco años. De cuando en cuando 
se ve pasar otra caravana con su raro perfil extranjero: es la otra 
generación. Tal vez en un día festival la orgía mezcle a ambas, pero a 
la hora de vivir la existencia normal, la caótica fusión se disgrega en 
los dos grupos verdaderamente orgánicos. Cada individuo reconoce 
misteriosamente a los demás de su colectividad, como las hormigas de 
cada hormiguero se distinguen por una peculiar adoración. El 
descubrimiento de que estamos fatalmente adscritos a un cierto grupo de 
edad y a un estilo de vida es una de las experiencias melancólicas que, 
antes o después, todo hombre sensible llega a hacer" (O y G,1951).
La investigadora María Isabel Domínguez (Compilación El Viejo Topo, 
España, 2000) nos formula dos preguntas muy interesantes:
¿Son las generaciones grupos conformados objetivamente o necesitan para 
serlo tener conciencia como tales?
¿Son sus interrelaciones esencialmente conflictuales por lo que el signo 
distintivo de la sucesión generacional es la ruptura casi permanente o, 
por el contrario, a pesar de aparentes desacuerdos predomina el consenso 
y la imitación, que da lugar a la continuidad en la sucesión con cambios 
evolutivos solo a largo plazo?
Las respuestas a estas dos preguntas son importantes y no carecen para 
nada de sesgos generados por intereses políticos e ideológicos.
En el primer caso podemos decir que hay generaciones que toman 
conciencia de sí mismas, siempre mediante agentes de avanzada y llegan 
al extremo de autodenominarse ellas mismas. La Generación del 30 y La 
Generación del Centenario en Cuba son dos buenos ejemplos.
Sin embargo, la generación cubana que tiene alrededor de 20 años hoy 
carece de nombre y no aparenta querer tener uno propio, por lo menos 
hasta el momento (La Generación Y, por las Yoani, los Yusnavis y los 
Yulieskis es anterior).
En el segundo caso también la historia recoge rupturas generacionales 
importantes, a veces muy bruscas e incluso catastróficas —la generación 
rusa de la Revolución Bolchevique, la norteamericana del Crack del 29 
(la de la Ley Seca) o la europea central y oriental que derribó el Muro 
de Berlín, por poner tres ejemplos bien conocidos—, pero otras veces la 
transición de una generación a otra es muy poco conflictiva, digamos que 
ocurre de manera suave, light o blanda, como es generalmente el caso en 
los países escandinavos, en Islandia o en los cantones suizos.
Un concepto interesante, muy relacionado con el de generación, es el de 
"espíritu de la época", que suele reflejar la toma de conciencia de una 
generación asociada a un fenómeno político y/o cultural determinado: La 
Generación Perdida de entreguerras es, realmente, un constructo cultural 
de un grupo de escritores y editores, sobre todo estadounidenses 
(Gertrude Stein, Ezra Pound, Ernest Hemingway, Sylvia Beach, Francis 
Scott Fitzgerald, etc.) que decidieron, en buena medida por snobismo, 
autoexiliarse en París.
El espíritu de época que se vivió en las capitales europeas justo antes 
del estallido de la Primera Guerra Mundial se ha estudiado, y reflejado 
literariamente, hasta la saciedad. El denominado "período especial en 
tiempo de paz", decretado en Cuba por Fidel Castro en el año 1992, ha 
dejado, así lo creemos, un espíritu de época que explica en parte la 
conversación ficticia con la que comenzamos este ensayo.
Como puede apreciarse revisando la literatura al respecto, aunque 
relativamente complejo y discutido desde diversos ángulos, el concepto 
de generación es mucho más comprensible, aceptado y homogéneo que otros 
conceptos manejados habitualmente por las ciencias sociales y el 
discurso político tradicional: nación, nacionalismo, patria, 
patriotismo, pueblo, populismo, estado, gobierno, democracia, 
liberalismo, totalitarismo y un largo etc. entrañan complejidades 
teóricas —muchas veces prácticas— y dan pie a discusiones académicas que 
no son tan comunes cuando se habla de generación.
Acerquémonos entonces, tratando de no prejuiciarnos, a Cuba y sus 
generaciones.
La historia cubana, si tomamos como referencia comparativa a Asia o 
Europa, incluso a Africa, es relativamente corta, y la sucesión 
generacional nos parece bastante fácil de analizar y periodizar.
Simplificando:
La isla de Cuba tuvo un período colonial bastante más largo que toda su 
historia posterior (1492-1902) por venir, en el que se fue 
desarrollando, primero lentamente y luego algo más rápido, una identidad 
criolla (que cuajara totalmente o no esa identidad es tema de discusión 
y no viene al caso aquí). Después vivió un siglo XIX marcado por nuevas 
ideas —anexionismo, reformismo, separatismo—, pero siempre bajo el 
estigma y la dominación fáctica colonial —y por un buen tiempo el lastre 
de la economía de plantación y su correlato esclavista— y en su segunda 
parte sumergido en guerras cada vez más crueles y devastadoras (y 
eventualmente inútiles), por lo menos en una parte del territorio (la 
oriental y central), que terminaron con la intervención militar, y 
política, de Estados Unidos. Y luego, con los dos primeros años bajo el 
control militar norteamericano, un turbulento siglo XX partido en tres:
La república inicial (1902-1933) signada por la decadencia política y la 
corrupción de buena parte de los mambises sobrevivientes (los generales 
y doctores de Loveira), las limitaciones soberanas de la Enmienda Platt 
y la búsqueda infructuosa, sobre todo en el ámbito cultural, de lo mal 
hecho y de cómo arreglar lo mal hecho.
Una revolución que se fue a bolina según la frase de uno de sus 
protagonistas (Raul Roa Kouri) y entonces la república intermedia 
(1934-1959), más o menos democrática —a veces sí, a veces no tanto—, 
dictatorial otras veces (Batista, 1952-1958), pero algo más soberana, 
por lo menos desde el punto de vista legal al desaparecer la Enmienda 
Platt, más moderna y rica (aunque muy desigual) y si cabe, más corrupta 
que la república inicial.
El fenómeno denominado Revolución Cubana (1959-presente, mientras que 
para otros investigadores 1959-1976), que a su vez pudiera periodizarse 
(lo ha sido, y mucho) de diferentes maneras, y que ha sido descrito y 
narrado desde la hagiografía más obsecuente, escandalosa y fanática, 
pasando por los (muy pocos) intentos de objetividad analítica, hasta el 
repudio más acrítico, visceral y obtuso, que —cosa curiosa— proviene 
casi siempre de personas que ayudaron, colaboraron, lucharon (y hasta 
mataron) por el triunfo y consolidación de esa misma revolución.
Esa ha sido, y repetimos, sumamente simplificada, la historia de la isla 
de Cuba, una historia, que por supuesto, ha sido construida y vivida por 
una sucesión de generaciones.
En un repaso de esas generaciones es que queremos poner en contexto a 
esta última —la que no piensa, ni viste, ni habla, ni canta, ni baila, 
ni come, ni se enamora, ni camina, ni mira, ni se ríe, etc. como las 
anteriores—, comparándola de una forma que creemos novedosa pero 
objetiva (aunque, por supuesto, discutible), con algunas de las 
generaciones anteriores.
Antes de continuar, vamos a introducir un concepto, extraído de la 
biología y la medicina (de ahí venimos), que queremos emplear, de una 
forma un poco metafórica, en nuestro análisis generacional.
El concepto se denomina "tasa de letalidad". En epidemiología la tasa de 
letalidad es la proporción de personas que mueren por una enfermedad 
entre los afectados por la misma en un período y área determinados. Se 
puede decir que es un índice de la virulencia o de la gravedad de una 
enfermedad cualquiera. Se expresa por una fórmula matemática que no 
creemos sea necesario explicar a los efectos de este breve ensayo.
Según el portal "Concepto en definición ABC", el término letalidad hace 
referencia al alcance que un producto, una situación, un modo de actuar 
puede tener sobre la vida de una persona o de un animal. La letalidad no 
es más ni menos que decir cuán mortífero o peligroso puede ser un 
producto o un fenómeno. Este término se relaciona con el concepto de 
letal, de que algo es muy peligroso y altamente relacionado con la 
muerte. La letalidad es, entonces, la capacidad que ese elemento o 
fenómeno letal tiene de desarrollar resultados efectivos —producir la 
muerte— al ser aplicado o al suceder.
En realidad, y lo decimos desde ya, lo que queremos es comparar la 
letalidad de una generación con respecto a la otra, sabiendo, y dejando 
claro, que estamos aplicando el concepto de una manera acientífica (no 
matemática) y subjetiva, pero lógica. Lo hacemos porque nos parece que 
puede constituir una manera diferente de enfocar la tan común idea de 
degradación social y cultural, evidentemente cierta, por lo menos en 
parte, de los cubanos jóvenes, los de ahora. Pero enfocando una arista 
diferente, la ética, sobre todo esa peligrosa distorsión ética que es la 
violencia. Para decirlo de otra forma; en lugar de comparar la educación 
formal, la cultura, las (buenas o malas) maneras de hablar y 
proyectarse, la adscripción a una u otra religión, el "patriotismo", el 
"martianismo", el trato íntimo, las prácticas musicales y un sinfín de 
manifestaciones más que suelen utilizarse, decidimos comparar el grado 
de violencia practicada por cada generación, o sea, la tasa de letalidad.
No intentamos nada extraordinario —quién pone en duda que la generación 
de Adolfo Hitler fue mucho más letal para Europa y para los propios 
alemanes que la actual, o qué duda cabe que la generación de las maras 
(pandillas) salvadoreñas es mucho más letal para ellos mismos y el 
pueblo del Salvador, que, digamos, la generación salvadoreña de 1950—, 
pero sabemos, no nos engañamos en eso, que el tema, conociendo a los 
cubanos (lo somos) es espinoso. Pero la búsqueda de la verdad —siempre 
lo ha sido— es espinosa, dolorosa, pero al final, eso creemos, vale la pena.
Adelante entonces.
(La segunda parte de este ensayo aparece mañana.)
Félix J. Fojo es escritor, médico y apasionado de la historia de Cuba y 
Estados Unidos. Fue profesor de la Cátedra de Cirugía en la Universidad 
de la Habana. Tiene varios libros publicados.
Source: Cuba en dos generaciones (I) - Artículos - Opinión - Cuba 
Encuentro - 
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/cuba-en-dos-generaciones-i-327293
 
 
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