Aplausos mortales
ROGELIO FABIO HURTADO | La Habana | 12 Jul 2015 - 9:43 am.
Durante un periodo de la historia soviética, unos aplausos demasiado 
extendidos podían conducir a la muerte.
Los historiadores rusos Zhores A. Medvedev y Roy A. Medvedev consagran 
el capítulo 14 de su libro El Stalin desconocido al"asesinato de 
Bujarin", el destacado colaborador de Lenin, quien había encabezado a 
fines de los años 20 la llamada oposición de derechas, junto a los 
también bolcheviques Radek y Tomski.
Vale la pena aclarar que aquella denominación, hecha por el propio 
Stalin, servía para diferenciar a los seguidores de Bujarin de los de 
Trotski, a quienes identificaba como oposición de izquierdas. Estos 
criticaban la estrategia de "socialismo en un solo país" y proponían "la 
revolución permanente", como línea más consecuente con el apoyo activo 
al proletariado europeo. Bujarin aceptaba como correcta la fórmula de 
Stalin, pero discrepaba  de la aplicación de medidas económicas de 
fuerza, como la colectivización forzosa de la tierra y proponía 
prolongar la NEP (Nueva Política Económica), para alcanzar el desarrollo 
a través del mercado. Ya para 1930 esta disputa dentro del Buró Político 
se había decidido a favor de Stalin.
Bujarin había descendido por lo tanto de las alturas, a "un puesto 
insignificante como director de investigación del Consejo Económico 
Supremo". Quien había sido dirigente máximo de la muy activa 
Internacional Comunista (Comintern) y director del periódico Pravda, no 
conseguía acostumbrarse a estar detrás del telón. Las cosas reales iban, 
como de costumbre, de mal en peor, pero Bujarin, entre 1930 y 1933, 
prefería no hablar de política, incluso con los amigos más íntimos.
Bastaba salir del amurallado Kremlin para chocar con la realidad 
concreta. En un apeadero de trenes ucraniano, Bujarin vio a las 
multitudes de mujeres, ancianos y niños con sus estómagos hinchados por 
el hambre insaciable. Al regresar a Moscú le contó a su padre: "¡Si esto 
está ocurriendo diez años después de la Revolución, cómo va uno a poder 
vivir así!"
Bujarin no estaba ciego ni era insensible a los sufrimientos del pueblo, 
pero, como muchos entonces y ahora, no fue capaz de reaccionar 
consecuentemente, congelado por su fidelidad jurada a la Causa.
Según el registro de visitantes a la oficina de Stalin, estuvo más de 
cuatro años sin ser llamado a despachar con el máximo líder. En 1934 
participa como delegado al XVII Congreso del PCUS. Pronuncia allí un 
discurso elocuente, donde se autocritica y apologiza debidamente a 
Stalin, a quien califica de"Gran Mariscal del Proletariado Mundial". 
Integra el Comité Central comocandidato a miembro. Bujarin estaba de 
regreso a la gran escena.
Poco después,  se le designa como director del diario Izvestia, que en 
sus manos se convierte pronto en un periódico muy solicitado. Bujarin 
incluye artículos de otros destacados integrantes de las derrotadas 
oposiciones —Kaménev, Preobrazhenski, Rikov y Radek—, a quienes Stalin 
parece haberles perdonado sus "errores políticos". En verdad, como se 
haría trágicamente evidente, el"montañés del Kremlin" estaba preparando 
su venganza. Si en la década del 20 el Partido era de Lenin, en la 
siguiente pertenecía absolutamente a Stalin.
En 1919, los integrantes del primer Buro Político fueron, junto a Lenin, 
Trotski, Stalin, Kaménev y Krestinski.  Como suplentes, Zinóviev,  
Bujarin y Kalinin. Excepto al último, el Georgiano les pasó la cuenta al 
resto, y a muchísimos más.
Aquel "partido con disciplina y voluntad de acero", forjado por Lenin 
para la lucha por el poder, una vez instalado en él, y consolidada 
mediante el terror leninista y el comunismo de guerra, la dictadura del 
proletariado, devino en maquinaria implacable para perpetuar al 
Dictador, que resultó ser Stalin, pero probablemente  Lenin, Trotski y 
el propio Bujarin hubiesen resultado similares monstruos, consecuentes 
ejecutores del totalitarismo absoluto.
En 1938 le tocó el turno a Bujarin. Invitado como orador al Primer 
Congreso de Poesía, sus palabras fueron recibidas con atronadores 
aplausos y, cuando acabó,  "parecía como si la ovación no fuese a 
terminar. Bujarin permaneció sobre la tribuna, pálido y con aspecto de 
estar muerto de miedo; al marcharse comentó en voz baja con unos cuantos 
amigos suyos: '¿Qué habéis hecho? Habéis firmado mi sentencia de 
muerte'.Y era cierto. La ovación no pudo escapársele a Stalin."
Los autores del libro llegan a poner en duda la condición de comunista 
del mismo Stalin. Sin embargo, en 1953 también llegó la hora final de 
Stalin, a quien sus lugartenientes dejaron morir por elemental instinto 
de conservación.
Les dejo como tarea averiguar cómo puede una sociedad renacer después de 
haber muerto bajo el totalitarismo.
Source: Aplausos mortales | Diario de Cuba - 
http://www.diariodecuba.com/internacional/1436648077_15641.html
 
 
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