Publicado el lunes, 04.01.13
De viajar y de llegar
Jorge Ferrer
El poeta y disidente ruso Joseph Brodsky cuenta que cuando arribó a
Londres en ocasión de los funerales de su amigo Stephen Spender fue
recibido con la tópica pregunta de un oficial de inmigración: " Business
or pleasure?" Brodsky, que no viajaba por ninguno de esos afanes,
replicó preguntándole cómo llamaría un británico a un funeral dentro de
esa taxonomía maniquea.
Tampoco los disidentes cubanos viajan por negocios o placer. Y aunque no
lo hagan vestidos de luto, suben a aviones a dar cuenta de otro funeral
del que son a un tiempo testigos y heraldos. El de la llamada revolución
cubana. Un funeral del que no son responsables, pero que ayudan a
acelerar con sus denuncias y su estatura ciudadana y acompañan, en
alentador cortejo fúnebre, con un multiplicado quehacer cívico que la
Cuba opositora no había conocido jamás.
La reforma migratoria puesta en vigor por el gobierno de La Habana
despertó en algunos la expectativa de un súbito éxodo. Otros auguraron
la denegación de pasaportes a las voces más críticas contra el régimen.
Un par de meses después no se ha producido una cosa ni la otra. Ni
"acabóse", ni cerrojo.
Lo que se ha visto es la virtuosa presencia en foros disímiles de voces
distintas de la oposición cubana. La manera en que ganan titulares y
atraen cámaras y micrófonos ante los que denuncian la situación de los
derechos humanos en Cuba, describen la Cuba en la que quieren vivir, que
no es la de una transición gatopardista, manifiestan con claridad los
perfiles de los proyectos democráticos a los que quieren prestar su
empeño. Es significativo que las tres voces más emblemáticas de las que
se pasean estos días por Europa y las Américas sean las de tres mujeres,
Yoani Sánchez, Rosa María Payá y Berta Soler, con historias de vida bien
distintas y adscritas a distintos sectores de la oposición: las Damas de
Blanco, el Movimiento Cristiano Liberación y la apuesta por una
dinamización ciudadana desde las redes.
Es difícil imaginar paisaje más alentador. Un paisaje que muestra una
Cuba opositora desacomplejada, plural y capaz de ofrecer discursos
diversos y atractivos todos.
Hay más. Porque hay la emergencia de una situación que el régimen de La
Habana ha temido siempre y de la que se había cuidado ejerciendo el
corsé del finiquitado "permiso de salida". Antes, los intercambios en
foros académicos o auspiciados por organizaciones internacionales
excluían a los opositores cubanos –a Yoani Sánchez se le negó la
posibilidad de asistir a un congreso de LASA, por ejemplo– y eran
monopolizados por cubanos que defendían posturas oficialistas. La
presencia ahora de opositores nos aboca a una experiencia casi inédita,
porque podrá haber cubanos de uno y otro signo ideológico debatiendo
sobre Cuba en espacios públicos. Fuera de Cuba, claro, porque la
dictadura no admite esos intercambios entre la cayería sur y la norte,
entre punta y punta de la Isla recostada sobre el mapa.
Con ello se ha abierto una singular ventana a una Cuba futura. El afuera
se erige por fin en espejo cabal de los debates de adentro. La oposición
y el disenso de adentro paseándose por el afuera, a medida que esos
trasvases de un lado a otro de la cada vez más porosa frontera de Cuba
se conviertan en norma. Pensar a Cuba fuera de Cuba, como ha sido larga
seña. Pero ahora con la Cuba disidente dando saltos entre una y otra
orilla. Y con el Exilio participando del diálogo con los disidentes en
torno a la mesa, la de pensar y la de comer, sobre mantel en el que
dibujar ideas, manifestar afectos y debatir diferencias.
Está por ver, claro, de qué nos vale exactamente esta transmutación de
los panes de la prohibición en los peces de la permisibilidad y, sobre
todo, qué efecto tendrá en la dinámica opositora dentro de Cuba. Con
todo, difícilmente habríamos podido imaginar escenario más promisorio y
embajadoras más dignas de admiración.
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