El deporte de alterar las premisas
[27-11-2012]
Alberto Medina Méndez
(www.miscelaneasdecuba.net).- Algunos individuos prefieren inventarse
una historia a su medida antes que conocer la realidad. Optan por hacer
una interpretación lineal de cada hecho del pasado y proyectar el futuro
con la misma simplicidad.
Una de las características que mejor define al ser humano, es su
capacidad de razonar, de pensar, de analizar todo con determinada
profundidad, y es incomprensible el modo que han elegido algunos
abandonando esta virtud, esta posibilidad que los hace mejores, únicos e
irrepetibles.
En la política, como en tantos otros ámbitos de la vida cotidiana, están
los que prefieren animarse a razonar y merodear la verdad, pero también
los otros, esos que prefieren invertir la dinámica del razonamiento.
Es que mucha gente en este tiempo, demasiada tal vez, ha decidido
recorrer el camino inverso a la hora de razonar. Parten de la
conclusión, comienzan desde ahí, desde el prejuicio, algo que encaja con
su percepción ideológica a priori, pero que no ha sido sometido a
análisis alguno.
En ese esquema se elige aquella conclusión que se ensambla con la
interpretación de la realidad seleccionada previamente y recién luego se
empiezan a plantear la lista de premisas que se ajustan mejor al
resultado predilecto. Queda claro que esto no es reflexionar, sino más
bien es un esquema dedicado a subvertir toda regla lógica de planteo
inteligente.
Cuando un ser humano se resigna, abandonando la posibilidad de pensar y
meditar, pues entonces pasa a ser presa de los aparatos de propaganda
que ofrecen todas las conclusiones masticadas. Es notable observar como
gente pretendidamente inteligente, y que de hecho lo parece, ha caído en
la trampa que le proponen los mercantilistas del juego comunicacional.
Ellos utilizan lo que conocen, porque saben que existe una demanda de
razonamientos pre elaborados que precisan para contrarrestar lo que
resulta evidente, y en ese juego, han desarrollado una industria,
económicamente muy rentable dicho sea de paso, para que algunos que
abandonaron su oportunidad de pensar por sí mismos, solo compren
premisas falsas que sustentan conclusiones idénticamente falaces. La
tentación de algunos es muy fuerte. Después de todo es más fácil no
tener que pensar que hacerlo.
A los que compran argumentos preconcebidos habrá que recordarles que en
el camino dejaron la dignidad, y sobre todo que renunciaron a la
posibilidad de tener su propia visión, y enriquecerse en el proceso de
recorrer alternativas diferentes.
Que muchos seres humanos, hayan elegido dejar de lado esa alternativa
preocupa, pero más aun preocupa que los manipuladores del discurso hayan
conseguido instalar la idea de que pueden pensar por los demás. Mucho de
esto se ve a diario. La industria de la reflexión elaborada está más
vigente que nunca y parece que vino para quedarse.
Depende de cada uno de los individuos que siga teniendo mercado
disponible y sobre todo que logre imponer su historia para que todos
giren alrededor de ella.
El don de reflexionar permite evolucionar, dejar de lado creencias que
son superadas por otras, pero que se imponen por su lógica, porque las
premisas van mutando según el avance de la ciencia, de la tecnología,
del pensamiento y el conocimiento. Esa actitud implica renunciar a la
esencia del ser humano. Y aunque algunos lo sigan haciendo, vale la pena
resistirse y honrar esa oportunidad.
Cuando se observa que algunos solo repiten lo que otros ya dijeron, sin
aportarle ni un centímetro de impronta propia, tal vez sea tiempo de
dudar de sus conclusiones. Al menos eso permitirá revisarlas, chequear
que en el camino no se hayan colado supuestos falsos, como habitualmente
hacen los que pretenden operar con la verdad.
Hay que tomarse la tarea de reflexionar, de meditar, de pensar, de
arriesgarse a encontrar conclusiones equivocadas, o fácilmente
rebatibles, o inclusive a no encontrar una muy sólida.
De eso se trata, de tomar ciertos riesgos. No siempre se puede conseguir
una conclusión que encaje con la visión previa. Los hechos, la historia,
los personajes no siempre hacen lo esperado, ni dicen lo correcto. Tiene
que ver con que el ser humano es imperfecto, no siempre logra ser
consistente, y suele ser claramente contradictorio, lo que no impide que
de tanto en tanto pueda asumirse esa cualidad propia con cierta hidalguía.
Hay que recuperar esa capacidad de discernimiento que es propia del
individuo. Cuando se deja de pensar por sí mismo, se corre el riesgo de
convertirse en masa, en parte de la manada, en algo que no tiene
individualidad, y eso es la negación misma de la especie.
Que muchos hayan claudicado, que hayan cedido su juicio al discurso
general, solo porque algunos lo repiten muchas veces y disfrazan con
cierta habilidad sus propios relatos, no significa que haya que imitarlos.
Que algunos principios defendidos durante mucho tiempo se desmoronen o
encuentren explicaciones distintas a las que se sostuvieron siempre, no
significa que se haya perdido el debate, en todo caso se ha ganado la
chance de ajustar las ideas a lo posible, a lo real y se ha comprendido
el presente con mayor claridad.
Claro está que algunos solo quieren ganar la pulseada panfletaria, para
salir del paso y otros, con más ambición ciudadana, entender realmente
lo que pasa y la sociedad en la que viven.
Lástima que algunos arrancan desde las conclusiones. Las eligen, las
seleccionan y pretenden imponer su discurso discutiendo a diario con una
impostada solvencia cuando en realidad solo saben jugar el deporte de
alterar las premisas.
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