Virosis, falta de higiene e indisciplina social en Guantánamo
Viernes, Junio 29, 2012 | Por Roberto Jesús Quiñones Haces
GUANTÁNAMO, Cuba, junio, www.cubanet.org -Como si fuera poco el malestar 
que provoca la canícula, una virosis- o varias- mantienen en vilo a la 
población guantanamera, y repletos los cuerpos de guardia de los 
hospitales y  policlínicas de la ciudad. Fiebres agudas, dolores 
articulares y en el abdomen, punzadas en los ojos y hasta vómitos, son 
los síntomas principales de esta enfermedad que se ha extendido 
vertiginosamente por la ciudad. Existen también personas ingresadas por 
neumonía, una enfermedad que, según recuerdo, sólo era habitual durante 
el invierno.
Deseoso de profundizar en las causas de esta situación conversé con dos 
médicos  y ambos concluyeron que en la rápida propagación de esta 
virosis influyen varios factores, siendo el más importante el estado 
deprimido del sistema inmunológico pues la población  carece de 
respuestas lo suficientemente fuertes para contrarrestar estas 
enfermedades debido a la deficiente alimentación y a la elevada 
capacidad para mutar que poseen esos virus. Otro factor que contribuye a 
la propagación de las enfermedades es el estado de hacinamiento en que 
trabaja y vive la mayor parte del pueblo, el uso preponderante de medios 
de transporte público llenos de personas y la costumbre que tenemos los 
cubanos de estamparle un beso en la cara a cualquiera, encimarnos sobre 
los otros o estrecharles las manos aún a sabiendas de que padecemos una 
enfermedad contagiosa. Las autoridades sanitarias advierten mediante 
anuncios sobre las medidas indicadas para prevenir estas enfermedades y 
la conveniencia de permanecer en casa cuando padezcamos alguna de fácil 
propagación pero es otra mala costumbre nuestra continuar la vida 
laboral y social como si nada ocurriera. En el colmo de la negligencia 
llegamos hasta a anunciar como una gracia que tenemos la virosis luego 
de estamparle un beso a nuestro interlocutor.
A lo expuesto se une la falta de higiene en nuestras calles y en lugares 
donde se venden alimentos, algo que debería recibir la atención 
constante de los inspectores que laboran  en los servicios comunales y 
en las áreas de  salud pública y gastronomía. En Guantánamo es común 
constatar en las calles de barrios algo alejados del centro de la ciudad 
  la acumulación de basura y aguas pútridas  sobre las tuberías que 
suministran el agua potable, las cuales, no pocas veces, presentan 
roturas que pueden propiciar la entrada de gérmenes contaminantes en las 
personas. Algunas veces estos hechos  han ocurrido en zonas céntricas de 
la ciudad como la calle Pedro A. Pérez entre Paseo y Jesús del Sol, San 
Lino y Ramón Pintó o Calixto García y Narciso López, porque no existe un 
mantenimiento permanente del  alcantarillado  ni  solución inmediata a 
las roturas de tuberías y desagües. Concomitante con lo anterior está la 
escasez de jabones de lavar y de baño, la cual se ha acrecentado durante 
los últimos meses y se ha extendido por momentos, incluso, a las áreas 
de venta en CUC (divisa).
Desprovista de la posible ingenuidad del besuqueo antes mencionado 
marcha la  indisciplina social, la cual,  atendiendo a la  inexistencia 
de medidas para enfrentarla amenaza con convertirse en un fenómeno 
peligroso y una posible fuente de violencia, amén de que ya es motivo de 
alarma entre los ciudadanos que  han hecho de la decencia y el buen 
comportamiento normas ineludibles de conducta.
A modo de ilustración diré que el reparto Pastorita, ubicado en el 
noroeste de Guantánamo, es un lugar de intenso tránsito peatonal, sobre 
todo durante el día. Años atrás resultaba extraordinario hallar en medio 
de la vía o alguna de las áreas verdes aledañas un saco con restos de 
animales o vegetales en descomposición; hoy eso es algo cotidiano, sobre 
todo en los alrededores del Agromercado "El Guararey" y del círculo 
infantil "Los zapaticos de rosa". También es posible que ante la 
ausencia o tardanza del servicio recolector de basura cualquier vecino 
se encuentre temprano en la mañana, al salir a comprar el pan, con un 
cúmulo de basura frente a su vivienda o que descubra algún excremento en 
el centro de su portal.  Esto no es ficción escatológica, sino pura 
realidad.
Hace  un mes, aproximadamente a las tres de la madrugada,  en  una zona 
céntrica de la ciudad, alguien comenzó a descargar escombros frente al 
portal de la vivienda de una familia. La doña de la casa, una persona de 
más de ochenta años, se asomó por la persiana e increpó al sujeto, pero 
éste le respondió desvergonzadamente que echaría allí otro vagón y se 
marchó rápidamente. El  individuo no regresó, añado que para su bien y 
el del sueño de los vecinos de la cuadra pues la doña, que es de armas 
tomar, despertó a sus dos hijos y  se armó con un trapeador de aluminio 
por si al transgresor de las buenas costumbres se le ocurría cumplir con 
su amenaza. Los tres permanecieron vigilando hasta que sobre las cuatro 
y treinta de la mañana, desvelados, los hijos decidieron colar café 
-pues este mes se vendió a tiempo en las bodegas- y ponerse a ver la 
televisión. La doña perseveró en la vigilia junto con su trapeador de 
aluminio hasta que amaneció. Así vivimos.
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