marzo 22, 2012
Fernando Ravsberg*
HAVANA TIMES, 22 mar — Cuba vivirá pronto su segunda visita papal y
muchos se preguntan por qué esta pequeña isla recibe tales privilegios
de Roma si, al fin y al cabo, la iglesia católica cubana no tiene el
arraigo popular que se ve en otros países de la región y del mundo.
Es más extraño porque el líder histórico de la revolución, fue
excomulgado en 1962 y todavía hoy permanece fuera del rebaño del Señor.
Al parecer el Vaticano no le perdona a Fidel Castro su conversión del
catolicismo al marxismo ateo.
Sin embargo, tanto el Comandante como Juan Pablo II fueron capaces de
saltar por encima de ese oscuro detalle del pasado y convirtieron la
primera visita de un Papa a Cuba en un evento que benefició, de una u
otra forma, a ambas partes.
Muchos de los colegas que llegaron a cubrir aquel viaje tenían enormes
expectativas sobre sus repercusiones políticas pero se les escapaba que
los cubanos no son polacos ni mayoritariamente católicos y que el único
sindicato que existe apoya al gobierno.
Recuerdo que estando trasmitiendo la llegada de Juan Pablo II en directo
para BBC, mis colegas me pidieron conversar con alguna de las personas
que se aglomeraban a los dos lados de la Av. Boyeros, la que une al
aeropuerto con la capital.
Elegí una señora mayor de 60 años que estaba parada junto a un grupo de
monjas, le di el teléfono y desde Londres mi colega le preguntó por qué
estaba ahí, "porque soy militante del Partido y Fidel pidió que
recibiéramos bien al Papa," le respondió.
Es que el Comandante habló 6 horas por la TV nacional en cadena,
convocando a toda la militancia a asistir a las misas y tratando de
limpiar la imagen de Juan Pablo II de las referencias anteriores a su
participación en la debacle del comunismo europeo.
Finalmente la visita fue un éxito tanto para el gobierno cubano como
para la Iglesia Católica pero la desconfianza mutua siguió presente. Las
cosas cambian radicalmente en el 2008 con la ratificación oficial de
Raúl Castro como Presidente.
El primer visitante extranjero que recibió fue Tarcisio Bertone,
Secretario de Estado del Vaticano, quien después intentó mediar con EEUU
en un intercambio de presos. La gestión fue infructuosa pero 2 años
después se produjo la liberación de todos los prisioneros de conciencia.
Las relaciones Iglesia-Estado están hoy en su mejor momento desde 1959,
mejor incluso que durante la visita de Juan Pablo II pero el ambiente no
es el mismo, a pesar de los carteles de bienvenida y de las calles
recién asfaltadas para el Papamovil.
La alianza entre la Iglesia y el Estado sigue avanzando
Los disidentes se sienten traicionados por el Cardenal Ortega y los
laicos que lo rodean. Dicen que pretenden llevar a toda la feligresía a
apoyar las reformas de Raúl Castro, marginando a los elementos
opositores dentro de la iglesia.
En Miami la prensa del exilio critica la visita, emplaza a Benedicto XVI
a reunirse con los disidentes y aplaude la ocupación de los templos por
los opositores, quienes terminaron siendo desalojados por la policía a
petición de la propia Iglesia Católica.
No pocos sacerdotes de la santería se ofendieron al ser excluidos de las
actividades oficiales. Los afrocubanos se consideran la religión con el
mayor número de fieles en el pueblo y creen que su marginación es una
forma de discriminación.
Entre los protestantes hay quienes sospechan que la alianza del gobierno
y la iglesia pueda convertir al Estado laico al catolicismo, religión
que ya cuenta con dos revistas propias y con el único centro plural de
debate político.
La comunidad LGBT percibe que los dogmas del Vaticano favorecen
homofobia en Cuba, en la medida que consideran a la homosexualidad como
una desviación moral, prohíben las uniones de personas del mismo sexo y
vetan las operaciones de transexualidad.
También hay comunistas y revolucionarios preocupados porque el gobierno
pueda ceder a las demandas católicas, que les permitan ocupar un espacio
permanente en la prensa nacional y, sobre todo, que les autoricen a
abrir centros de educación.
Pensar que ambas partes seguirán cediendo parece lógico porque la
alianza sigue avanzando, de hecho muchos especialistas opinan que la
visita de Benedicto a Cuba tiene como principal objetivo respaldar la
posición negociadora del Cardenal Jaime Ortega.
Lo cierto es que se necesitan mutuamente. La Iglesia Católica tiene tan
poca base social en Cuba que solo pude aspirar a un papel nacional
protagónico aliándose con el poder mientras que para el gobierno es
clave tener un socio con el peso internacional del Vaticano.
Con cierto humor, un revolucionario-católico me decía que no es raro que
el Partido y la Iglesia se entiendan, ambas son organizaciones
verticales, dirigidas por líderes que ocupan el cargo de por vida, con
una membrecía disciplinada y que se consideran a sí mismas como
paradigmas de la humanidad.
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