Monday, September 19, 2011 | Por Jorge Olivera Castillo
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) – En el cementerio de la
ciudad de Sancti Spíritus, a 330 kilómetros al este de La Habana, no
sería raro para el visitante patear accidentalmente un pedazo de
esternón o una clavícula.
La falta de regulaciones en la construcción de los nichos para los
entierros, ha dado pie a la proliferación de escenas que superan el
terror de los cuentos de Edgar Allan Poe.
Andrés García clama por respeto a sus familiares allí sepultados. En la
sección Acuse de recibo, del diario Juventud Rebelde, en su edición del
8 de septiembre, aparece su denuncia, de la cual se deduce el nivel de
anarquía existente en esa necrópolis.
El problema se origina a causa de la abertura de fosos, algunas veces
sin autorización, en detrimento de las tumbas aledañas que terminan con
notables averías. Al analizar detenidamente el fenómeno se llega a la
conclusión de que la desidia y la falta de autoridad pueden alcanzar
extremos insospechados. Los llamados al civismo, la disciplina social,
la recuperación de los valores morales y éticos, caen en saco roto.
Cada cual quiere resolver sus problemas en detrimento del otro. No
importa el dolor ajeno. El largo discurrir de las necesidades materiales
y espirituales ha provocado el arraigo del egoísmo, junto a una serie
de actitudes que no se corresponden con una sociedad civilizada.
Más que un país soberano, Cuba se asemeja a un barco a punto de
zozobrar, donde la prioridad es salvarse a cualquier precio. Este
ejemplo ilustra en qué fase de la decadencia nos encontramos.
Enterarse de que la diseminación de pedazos de tela podrida, y otros
aditamentos provenientes de los féretros es parte del espectáculo a
observar en el cementerio, invita a tragar en seco. Sospecho que los
redactores omitieron los detalles más aterradores del asunto. Ese nivel
de deterioro ofrece margen para pensar en que en una costilla
calentándose bajo el sol, un cráneo sin el hueso occipital salpicado de
tierra y una rótula entre las mandíbulas de un perro hambriento, son
detalles intrascendentes.
Cualquiera de esas escenas no asombrarían dentro de un lugar que habría
que incluir en alguno de los círculos del infierno. ¿No habrán ocurrido ya?
Mis suposiciones no carecen de fundamento. Con los pormenores del drama
de Andrés García, me basta para imaginar apenas un tramo de esa
geografía del espanto.
Termino con una cita textual de la carta enviada al diario de la
juventud cubana: "Es necesario cargar los ataúdes chocando con cruces y
caminando por encima del resto de las tumbas, afectándolas".
Permítanme volver a tragar en seco.
http://www.cubanet.org/articulos/no-hay-paz-en-los-sepulcros/
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