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Wednesday, September 21, 2011

Los olores de Cienfuegos

Los olores de Cienfuegos
Wednesday, September 21, 2011 | Por Gladys Linares

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) – Cada vez que tiene la
oportunidad, Diana va a Cienfuegos a visitar a su familia materna. Este
año, cuando llegaron las vacaciones, invitó a Felicia, su amiga y
compañera de trabajo, que quería conocer la "Perla del Sur".

Después de varios días de cola en la agencia de pasajes, pudieron al fin
viajar a Cienfuegos. Cuando llegaron Felicia sintió un fuerte olor a
estiércol; pensó que se había embarrado y revisó sus zapatos. Le pidió a
su amiga que hiciera lo mismo, pero no eran ellas, era el ambiente.
Entonces fueron a buscar un transporte que las llevara a casa de la
familia de Diana.

Apareció algo con más aspecto de carromato que de coche, con estrechos
asientos de hierro a ambos lados. Cuando Felicia no había subido el
conductor arrancó y poco faltó para que se cayera de espaldas.

Felicia había oído hablar tanto de la limpieza de la ciudad, del
agradable olor que llegaba del mar, que no se explicaba el mal olor que
la perseguía. Se tapó la nariz porque no sería ese olor lo que la
privaría de conocer Cienfuegos.

Esa noche, cuando las amigas se disponían a visitar el Paseo del Prado
para retratarse junto a la estatua de Benny Moré, la abuela de Diana les
explicó: "Antes de que llenaran de coches el Paseo, la ciudad se
mantenía limpia, pero ahora me parece que vivo en la época del oeste
americano. Esos carromatos han traído a la ciudad cucarachas y ratas que
vienen a comer el estiércol de los caballos".

Felicia comprendió entonces el mal olor, y tuvo la impresión de que
estaba en un establo. La abuela añadió: "Y tengan cuidado, que a las
ratas también les gusta pasear por el Prado".

Las jóvenes pensaron que la anciana exageraba. Pero ya sentadas en un
banco del Paseo, vieron una rata que paseaba descaradamente por el borde
de la acera. El roedor las miró con aire desafiante y continuó como si
nada, antes de entrar en su guarida.

Concluidas las vacaciones y listas para regresar a La Habana, en la
terminal de ómnibus les informaron que la guagua saldría con retraso
hacia la capital porque estaba en el taller de reparaciones. Mientras
esperaban, repararon en aquel sitio, con las ventanas de cristales
cerradas y sin ventiladores. Los cienfuegueros lo llaman "la pecera". Y
no es para menos.

El olor a orine en el lugar era insoportable. Hace un año que en la
terminal provincial no hay agua y la suciedad prevalece en los salones.
Felicia realizó un último esfuerzo y trató de pensar en otra cosa. Se
empeñó en que el último recuerdo que se llevaría de la "Perla del Sur"
no sería el olor que estaba sintiendo.

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