Jorge Olivera Castillo
Habana Vieja, La Habana, 20 de septiembre de 2011, (PD) La doble moral
es el hábitat de los cobardes. También podría definirse como un espacio
común donde se trasiega con la mezquindad y el embuste.silvio_rodrguez
Asumir, dentro de la Isla, la transparencia y el decoro como acciones
naturales es una actitud reducida a la mínima expresión.
Basta decir una frase fuera del guión oficial o criticar sin ambages la
pésima gestión de los jerarcas del Politburó o el Comité Central para
que se activen los mecanismos que sistematizan los infundios y todo el
material que antecede al proceso por atentar contra los poderes del
Estado u otras de las consecuencias que obligan al silencio, al exilio o
quizás, al suicidio.
Una alusión pública que contravenga las disposiciones establecidas por
el partido único basta para ser catalogado como alguien que perdió el
juicio. No obstante, esas mismas "insensateces", siguen siendo la
plataforma para que, al final de la jornada, bien a través de
murmuraciones o de formas más explícitas, se articule el consenso de que
el autor de las críticas es un héroe.
No es que exista la finalidad de alcanzar este tipo de clasificación; el
sistema político facilita la visibilidad de los discrepantes al mantener
cerradas, a cal y canto, las posibilidades de ejercer el criterio sin
previos condicionamientos.
En la actualidad, existe una zona para poner en perspectiva ciertos
desacuerdos siempre y cuando no cuestionen errores medulares del sistema
ni pongan en entredicho el desempeño de las figuras de mayor prominencia
dentro de la nomenclatura.
Los trovadores Silvio Rodríguez y Amaury Pérez, han preferido habitar
esas geografías, no se sabe si por pragmatismo, viejos pánicos o por
lealtad a sus respectivos idearios. No están solos en la asunción de
esas posturas caracterizadas por la ambivalencia y las coletillas que
avalan la trayectoria de Fidel y Raúl Castro en la categoría de dioses
terrenales. Decenas de escritores e intelectuales también aparecen en la
nómina de quienes prefieren callar ante los abusos de poder, obsequiar
elogios y débiles reprimendas a los opresores o estar dispuestos a
sumarse a cualquiera de sus pedidos, como aquella carta en apoyo al
encarcelamiento de 75 personas, en marzo de 2003, por ejercer las
libertades consignadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Silvio Rodríguez atacó directamente a su otrora amigo Pablo Milanés, a
raíz de su reprobación pública contra las arbitrariedades y errores sin
enmendar cometidos en Cuba a nombre del socialismo. Se ha sumado al coro
que arremete contra el conocido trovador, con el fin de inclinar la
balanza a favor de quienes buscan el escarnio y las más burdas
acusaciones con tal de anular moralmente.
Pablo deja la impronta de su autenticidad y de su valor en las
respectivas declaraciones, realizadas con desenfado y sin
resentimientos. En cambio, Silvio y todos los que siguen indefinidos
como nubes a merced de vientos huracanados, quedan expuestos a la
trompetilla o a la desconfianza. Una zona hacia donde fueron empujados
por sus miedos o por otras razones alejadas de la virtud.
http://primaveradigital.org/primavera/politica/54-politica/2282-heroes-y-villanos
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