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Sunday, November 14, 2010

Cuba: otra reforma, otro fracaso

Cuba: otra reforma, otro fracaso
por Carlos Alberto Montaner.
ABC Digital

Raúl Castro está empeñado en que el comunismo cubano sea eficiente y
productivo. Sus reformas no están encaminadas a crear libertades
políticas y económicas, como esperaban los más ilusos, sino a salvar y
relanzar el modelo socialista de economía planificada, dirigido por los
sabios y bienintencionados burócratas del Partido, donde predomine la
propiedad estatal de los medios de producción, ahora acompañado de
cooperativas y de un tenue tejido microempresarial privado, también
sujeto a los objetivos generales del Estado y bajo la estricta
vigilancia del gobierno para que la acumulación de riquezas no sea
excesiva. O sea, el mismo monstruo, pero ligeramente mutado.

Para lograr sus propósitos, Raúl ha puesto en circulación un documento
de 32 páginas titulado "Lineamientos de la política económica y social",
que será el foco de las discusiones hasta llegar al VI Congreso del
Partido Comunista convocado para abril del 2011. Nada de exámenes
políticos de fondo. Nada de cuestionamientos esenciales al sistema
dictatorial que mantiene a los cubanos en una creciente miseria desde
hace más de medio siglo. La discusión se limita al tema estrictamente
económico.

Era previsible. Raúl no es un ideólogo. Ni siquiera se considera un
político. Se ve como un gerente. Se considera un tipo pragmático,
organizado, capaz de armar un equipo de trabajo, asignar
responsabilidades, establecer calendarios y hacer cumplir las metas con
mano dura. Siempre ha percibido a su hermano como un ser superior,
genial, más inteligente que él, pero caótico, arbitrario, torpe en la
elección de sus subalternos e incapaz de desarrollar planes a largo
plazo. Piensa que sin Fidel no hubiera habido revolución, pero estima,
como muchos cubanos, que por culpa de Fidel y de sus arrebatos
anarcolocos la revolución es un desastre.

Raúl cree que él puede arreglar ese desastre. Sería su gran victoria
personal en la secreta competencia que mantiene con su hermano mayor.
Durante toda su vida ha sido un segundón, un apéndice a veces humillado
del Máximo Líder (a Raúl le llaman, en voz baja, el Mínimo Líder), pero
ésta es su oportunidad histórica de ganarle esa batalla íntima y
dolorosa y demostrar que él es capaz de triunfar donde el otro fracasó
estrepitosamente.

Aunque la reforma es económica, el objetivo de medio y largo plazo es de
carácter político. Raúl sabe que el fracaso material del gobierno es de
tal magnitud que difícilmente el régimen sobreviva cuando él y Fidel no
estén al frente de los cuarteles. Ya casi nadie cree en el sistema
porque, como se le escapó a Fidel, "no funciona". Para poder transmitir
ordenadamente la autoridad dentro de las instituciones del Partido y
evitar el derrumbe post mortem, hay que legitimar a la clase dominante
aportando comida, vivienda, agua potable, comunicaciones, electricidad,
transporte, ropa, salud, educación y un mínimo de diversión.

Hasta ahora han podido sobrevivir gracias a la caridad soviética,
primero, y luego a la venezolana, pero Hugo Chávez es un tipo
impredecible que puede desaparecer mañana, como ocurrió con la URSS. El
sistema comunista cubano tiene que ser autosuficiente, especialmente si
se mantiene el propósito de entronizar la dinastía dejando en el poder a
Alejandro Castro Espín, coronel de los servicios de inteligencia e hijo
y mano derecha de Raúl.

Pero todo eso es una fantasía. Su reforma del aparato productivo
fracasará, como ocurrió con las otras seis anteriores que ha
implementado el gobierno a lo largo de más de cincuenta años. Raúl cree
que el sistema se salva si las empresas en poder del Estado se vuelven
eficientes y rinden beneficios. Las va a operar con métodos comunistas,
pero va a juzgar sus resultados con categorías del capitalismo. Eso es
un disparate. Quiere que las empresas produzcan cada vez más con cada
vez menos, que es la esencia de la productividad capitalista, y por eso
en el plazo de dos años va a lanzar al desempleo a un millón trescientas
mil personas, una cuarta parte de la fuerza laboral, incapaz de advertir
que el pecado original del modelo comunista está, precisamente, en la
propiedad estatal de los medios de producción y en la existencia de un
poder central planificador manejado por burócratas que determinan los
precios artificialmente y aplastan la creatividad y el espíritu
emprendedor de la sociedad.

Raúl supone que el modelo comunista se basa en ideas correctas hasta
ahora mal ejecutadas. Morirá sin entender que las enormes deficiencias
del comunismo real son la consecuencia natural de las ideas disparatadas
de Marx, Lenin y el resto de los corifeos. Ya está muy viejo para
aprender nada.

www.firmaspress.com

http://www.abc.com.py/nota/cuba-otra-reforma-otro-fracaso/

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