2010-02-12.
Yosvani Anzardo Hernández, Periodista Independiente
(www.miscelaneasdecuba.net).- Llenó su estomago con eso que de pronto
alguien (innombrable), por necesidad, por conveniencia, lo calificó de
bueno para el pueblo por siempre haber servido para calmar el hambre de
los animales.
- Eso no es plátano, burro- Gritó alguien que no tenía hambre, o que
rechaza lo que significa. ¿Y si no es vianda, qué es? Es comida para
animales porque mata su hambre. Los seres humanos una vez llena su
barriga sólo con eso, siguen pensando en un bistec, siguen con hambre,
pero los cerdos no piensan, no sueñan con una mesa bien servida, están
satisfechos.
El plátano, el tradicional, eso es vianda; claro, hubo que ponerle el
apellido, porque no son la misma cosa. ¡Yo como hasta piedra! Aclaró
soberbio el de los dientes negros y picados, y barriga llena, de miseria.
¿Cuál es la diferencia?
El hambre de los seres humanos no está solo en su barriga, sino, y sobre
todo, en su cabeza. Cuando encuentres sabroso el salcocho del cerdo y
este mate tú hambre, y no pienses una vez lleno en un coctel de
camarones, habrás resuelto el problema de la comida, eres un cerdo.
Pero quién, o qué, y cómo, decide lo que es bueno y lo que es malo para
las personas. Si los chinos comen perros y los franceses caracoles, pero
así ha sido siempre. Es muy simple. No hablo de sabores y beneficios, si
no de pensamiento.
El que creció comiendo verdolaga, le parecerá una buena ensalada y con
ella estará satisfecho, nunca pensará en la lechuga. Pero es la muestra
de que esa persona ha vivido condiciones económicas específicas, o es
víctima de una costumbre heredada por quienes padecieron una crisis
prolongada, y es que la pobreza también se cultiva. Los seres humanos
aspiran siempre a más y así es como se desarrolla nuestra civilización.
Donde siempre se comió verdolaga no hace falta la lechuga, pero comenzar
a mirar el plato de los animales con envidia habla con claridad de
nuestra condición.
Es la historia del hombre que abre con insistencia la puerta de su
refrigerador vacio, esperando siempre, encontrar de pronto algo para
comer, como si este fuera mágico, y en los cinco minutos que pasaron
algo podría haber crecido en él.
Sabe que su refrigerador no es mágico, pero su cerebro está fallando. No
puede pensar en las verdaderas causas de su miseria, lo que no funciona
no es su equipo, el pobre, hasta congela, y si el trabajo estatal no le
proporciona el alimento adecuado, entonces el problema no es trabajar
más o menos, el problema está en otra parte. Es sencillo, pero el miedo
lo complica todo.
Hay pocas cosas en este planeta que los humanos no comamos eventual o
cotidianamente.
He oído decir que el socialismo puede ser eficiente y por tanto viable,
porque en los ochenta en Cuba había casi de todo. Los que así piensan no
quieren recordar que teníamos algo valioso que exportar, nuestros
soldados a cambio de comida enlatada. Y se habla poco del socialismo
chino porque "Privatizar más" es su consigna comunista.
No es el paladar lo que define lo correcto, ni siquiera el aporte
nutricional lo hace. Compartir la mesa con los animales es posible, pero
obligar a estos compartir su alimento con nosotros es humillante. Y una
vez vivido en ese estado, los que perdieron la dignidad definitivamente,
nunca abandonaran su miseria, aún rodeados de abundancia, porque la
miseria la llevan dentro.
Si huele y sabe bien es comida, también lo pienso yo. Cuando se habla de
hambre, no tiene tono la voz, cuando se habla con hambre, nadie escucha
tú voz.
Un hombre conocí, que comió mucha harina de maíz con leche en los 70, un
tiempo de crisis personal, y por recordarlo como un mal momento, nunca
más ha probado ese plato, y lucha por alejarse lo más posible de el.
Cada día vive mejor, porque no justifica las causas de aquella
situación, y por tanto no pretende volver a ella.
Yo sé de gente que come "Plátano burro" en tostones y dicen que son
mejores que el plátano. Puede ser cierto, pero antes de que
desapareciera el plátano en Cuba, los tostones o chatinos eran de
plátano. Aquí lo comen con picadillo de soja y sabe Dios que más, y
dicen no tener hambre.
Son los mismos, que no quieren recordar que el "fongo, bungo, platano
burro, rompe viento" o como quieras llamarlo, solo se come con profusión
desde que no hay plátano, y por ello simboliza nuestras penas y
carencias. Hagámosle un monumento por las vida que ha salvado y por las
que aún salva, y entendamos que es un símbolo, de lo bajo que ha caído
nuestra condición humana.
No sé lo que pienses tú, pero yo que no nací en un trono, te digo que el
tocororo, no es comida para mí.
HAMBRE Y DIGNIDAD - Misceláneas de Cuba (12 February 2010)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=25662
No comments:
Post a Comment