Uno de los edificios más emblemáticos e históricos...
EMILIO J. LEZCANO
Especial para El Nuevo Herald
Uno de los edificios más emblemáticos e históricos que se recuerdan en
la ciudad de La Habana es sin duda el Palacio Presidencial. El
majestuoso edificio, montado sobre unos sillares de piedra blanca
labrada, es una armoniosa combinación de elementos arquitectónicos
español, francés y alemán. De un estilo neoclásico fue diseñado por el
arquitecto cubano Carlos Maruri y el también arquitecto belga Paul Belau.
El Palacio Presidencial, el inmueble de más realce en la capital cubana,
fue inaugurado el 31 de enero de 1920 y fue el Palacio de Gobierno desde
la etapa de Mario García Menocal hasta Fulgencio Batista y Zaldivar.
Su estructura se compone de cuatro plantas y adornada por una
espectacular cúpula que se asemeja un poco a la del Capitolio Nacional.
La planta baja estaba reservada para las recepciones y presentación de
credenciales del cuerpo diplomático acreditado en el país. Desde el
vestíbulo se podía observar una regia escalera de mármol blanco que
terminaba frente al majestuoso Salón de los Espejos.
El edificio, en esa época, contaba con varias entradas, una de ellas
especialmente para el uso del Ejecutivo y los Miembros del Gabinete;
otra para los empleados y la más activa, dedicada a los periodistas
acreditados en la Sala de Prensa de Palacio.
Alrededor de un espléndido patio central se encontraban las oficinas de
Información y Publicidad, la Secretaría Particular del Primer
Magistrado, el Salón de Periodistas, del Pagador de Palacio y las
dependencias militares.
En el segundo piso se hallaba el despacho oficial del Presidente de la
República, el cual se comunicaba con el Salón de los Espejos. Este bello
salón recibe su nombre porque en su decoración se destacaban espejos de
gran tamaño con elegantes marcos de maderas preciosas y adornados con
oro alrededor de las molduras. El mobiliario era de estilo Luís XV. Aquí
se encontraban los Salones de Embajadores y Diplomáticos; la Sala de
Audiencias; el Comedor de Gala; la Capilla del Palacio y la Oficina de
Comunicaciones. También se encontraba la Terraza Norte, donde el
Ejecutivo solía presenciar los desfiles y ceremonias que tenían lugar
frente a la Mansión Presidencial.
La tercera planta estaba reservada para las habitaciones privadas del
Presidente de la República y su familia.
En la cuarta planta estaban las oficinas y habitaciones de los Ayudantes
del Primer Magistrado, también radicaban los comedores para el personal
subalterno de Palacio y una estación de radiotelegrafía.
Desde aquí se podía apreciar una vista panorámica de la monumental
cúpula central, hecha con una fuerte estructura de acero y hormigón de
cemento en su interior, que daba la impresión de cuidar al Salón de los
Espejos, y la Bandera Cubana.
El interior del Palacio Presidencial se destacaba por las obras de
grandes pintores que dejaron sus huellas de arte y donde se destacaban
pinturas de Hatuey, La Mejorana, el desembarco de Cristóbal Colón y
preciosos paisajes criollos.
Y fue aquí, en el Palacio Presidencial, a las 3:05 de la tarde del día
13 de marzo de 1957, donde ocurrió un episodio sangriento en la historia
política de Cuba, cuando Menelao Mora Morales, al frente del movimiento
insurreccional del Partido Auténtico, atacó con varios de sus
partidarios el Palacio con el fin de liquidar a Fulgencio Batista y
Zaldivar y de esa forma acabar con la dictadura impuesta al país el 10
de marzo de 1952.
El Palacio Presidencial de La Habana, por su bellesa e historia, tiene
un recuerdo imborrable para muchos cubanos de esa época.
http://www.elnuevoherald.com/noticias/america_latina/cuba/story/284475.html
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