Las escandalosas artes del plagio de una escritora oficial cubana
WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
Veinte años después de protagonizar el mayor escándalo por plagio
literario en la historia cubana contemporánea, la autora de libros
infantiles Alga Marina Elizagaray está de vuelta en la vida pública como
si el recuerdo de sus apropiaciones textuales se hubiera esfumado.
Elizagaray, de 72 años, participa estos días en las actividades de la
XVII Feria Internacional del Libro de La Habana, donde presentará su
título Se hace camino al leer, publicado por la Editorial Oriente, y
hablará en un panel sobre literatura infantil. La ex funcionaria y
prolífica autora parece renacer de sus propias ruinas intelectuales con
el respaldo de las instituciones oficiales, como si nada hubiese
ocurrido con su nombre y conducta.
La memoria ha quedado en la trastienda del Ministerio de Cultura y la
Unión de Escritores de Artistas de Cuba (UNEAC), entidades promotoras de
la feria habanera que ahora catapulta a Elizagaray como prominente
escritora de textos infantiles.
Fue precisamente el Consejo Nacional de la UNEAC el que emitió un fallo
en 1989 confirmando la expulsión definitiva de Elizagaray del organismo
por ``utilización inescrupulosa de textos ajenos en buena parte de su
obra publicada''.
La nota de la UNEAC, aparecida en La Gaceta de Cuba, daba cuenta de que
la decisión se ratificó después de la intervención de una Comisión de
Etica y del Ejecutivo de la asociación, que investigaron exhaustivamente
las alegaciones presentadas en su contra y acordaron ``la separación de
la mencionada escritora al comprobarse la veracidad de los hechos
imputados''.
Los sucesos se remontan a julio de 1988, cuando el poeta e investigador
literario José Antonio Gutiérrez presentó a la dirección de la UNEAC un
documento con abrumadora evidencia de que toda la obra escrita de
Elizagaray era un calco de reconocidos escritores cubanos y extranjeros.
La pesquisa de Gutiérrez arrojó que la autora había incorporado en sus
escritos textos casi idénticos de 44 libros y 36 autores, entre ellos
los narradores y estudiosos del folclor afrocubano Ramón Guirao
(1908-1949) y Lydia Cabrera (1899-1991).
El estudio de Gutiérrez se sustentó fundamentalmente en los plagios a
los cuentos de Guirao y Cabrera, quien marchó al exilio en 1960 y vivió
en Miami hasta su muerte.
''Era un caso sin escapatoria posible'', recordó Gutiérrez, que reside
en Miami desde el 2006. ``Cuando le llevé el informe al entonces
presidente de la UNEAC, Abel Prieto [hoy Ministro de Cultura y miembro
del Buró Político], dijo que era algo que daba asco''.
Elizagaray se defendió diciendo que había sido ''víctima del vampirismo
de un grupúsculo de la UNEAC'', pero las pruebas fueron contundentes.
Tras casi un año de análisis interno en la UNEAC, incluyendo las
valoraciones de una comisión de especialistas que acogió la apelación de
Elizagaray, se decidió separarla de la entidad en junio de 1989.
Gutiérrez dice que le prometieron publicar su trabajo investigativo,
pero finalmente se engavetó en medio de gran oposición de figuras como
la ensayista Graziella Pogolotti, vicepresidenta de la UNEAC, y el
escritor Miguel Barnet, quien temía que Cabrera pudiera demandar a las
editoriales cubanas. El Monte, obra capital de Cabrera, se editó en Cuba
sin su consentimiento en 1989.
Algunos de los ejemplos contrastados por Gutiérrez hablan elocuentemente
de los estragos literarios de Elizagaray. El fragmento que sigue es una
''recreación'' del folclor para niños, aparecido en su libro Fábulas
cubanas (1985):
Era una Oreja que había venido a menos. Una Oreja muy pobre y de contra
tan apegada a tambores, guitarras, maracas, tambores y toda clase de
instrumentos musicales, que se olvidaba
de vender a buen precio la cerilla.
Los comentarios entre sus amistades eran siempre los mismos: que la
Oreja en el bembé, que la Oreja en las rumbantelas, que la Oreja en la
fiesta de Ochá...Bueno, para no cansarles, el caso es que esta Oreja
estaba siempre dondequiera que hubiera alboroto y tiroriro. Y mientras
tanto... la Oreja iba debiendo tres meses del alquiler de su casa.
En el original de La Oreja y el Mosquito, incluido en el volumen Cuentos
Negros de Cuba, inicialmente publicado por Cabrera en París en 1936 y
reeditado en La Habana en 1961, reza:
Era una Oreja que había venido a menos.
Una Oreja muy pobre y de contra tan prendada de tambores, guitarras,
timbales, guayos y maracas, que se olvidaba de vender a buen precio su
cerilla. O dándosela a crédito a alguna beata de su parroquia para la
lamparilla de sus Santos, no se acordaba luego de cobrarla.
Que la Oreja en el bembé, la Oreja en la fiesta de Ocha, la Oreja en las
rumbantelas, la Oreja en las Claves --dondequiera que había tiroriro
y... la Oreja iba debiendo tres meses de alquiler de casa.
Elizagaray se ''inspiró'' también en varios de los más notables cuentos
afrocubanos de Guirao, como Obatalá y Orula, que la autora titula como
Orula miente y no miente, que parafrasea a partir de otro relato
original de Cabrera (Obbara miente y no miente). Este es el texto de
Elizagaray:
Hacía mucho tiempo que el gran Obatalá, rey de reyes, venía observando
que Orula tenía mucha imaginación... En más de una ocasión pensó
entregarle el mando del mundo, pero cuando reflexionaba detenidamente su
propósito desistía, porque consideraba que Orula era demasiado joven
para una misión de tanta importancia, a pesar del buen juicio y de la
seriedad de sus palabras y actos, un día, el gran Obatalá quiso saber si
Orula era tan listo como parecía y le ordenó:
--Prepárame la mejor comida que puedas imaginarte.
Así aparece en el original de Guirao, en Cuentos y leyendas negras de
Cuba (1942):
Hacía mucho tiempo que Obatalá venía observando lo imaginativo que era
Orula... En más de una ocasión, pensó entregarle el mando del mundo,
pero cuando reflexionaba detenidamente su propósito desistía, porque
Orula era demasiado joven para una misión de tanta importancia, a pesar
del buen juicio y seriedad de todos sus actos. Un día, Obatalá quiso
saber si Orula era tan capaz como aparentaba, y le ordenó que preparara
la mejor comida que se pudiera hacer.
Imposibilitado de publicar sus denuncias en Cuba, Gutiérrez decidió
presentar las conclusiones del caso en el magazine cultural venezolano
La Hora O, a fines de 1993. Para esa fecha, Elizagaray comenzaba a
reinventar su trayectoria literaria como personalidad invitada al I
Coloquio Internacional de Literatura Infantil, efectuado en Caracas,
Venezuela, del 5 al 9 de octubre de 1993.
Gutiérrez había sido inicialmente invitado al evento, pero por razones
desconocidas el pasaje nunca le llegó a la Isla Margarita, donde se
encontraba con una gira artística. El escritor residió en Venezuela 13
años antes de venir a Estados Unidos.
La copiosa bibliografía producida por Elizagaray no se ha editado sólo
en Cuba, sino que figura en los catálogos de editoriales europeas y
latinoamericanas desde finales de los años 70. Su título Fábulas
Cubanas, con narraciones apropiadas de Guirao y Cabrera, se publicó por
la casa checa Mlade Leta en 1979 como Zazracay (El prodigioso montecillo
Mambiala) y en 1988 apareció en una edición mexicana como Fábulas del
Caribe.
Justamente el libro que se presentó este sábado en la Feria del Libro de
La Habana, Se hace camino al leer, ya había sido publicado en Venezuela
en el 2005 y contiene varios textos copiados del volumen Tres siglos de
literatura infantil europea (1982), de Bettina Hurlimann.
Gutiérrez considera que la actitud plagiaria de Elizagaray descubre a
una persona desenfrenada, como quien padece una patología.
''Es algo patético'', dijo Gutiérrez, de 49 años. ``Avanzando en la
pesquisa nos percatamos de que no sólo se apropiaba de los textos de
autores reconocidos, sino que también copiaba textos de las revistas
Sputnik y Literatura Soviética, cuentos inéditos de participantes en
concursos, actas de los jurados, en fin, una verdadera enfermedad''.
La carrera de Elizagaray en el ámbito de la literatura infantil fue
meteórica. De profesora de segunda enseñanza en los albores de la
revolución de Fidel Castro, pasó a figurar en 1967 como investigadora de
literatura juvenil en la Biblioteca Nacional José Martí y poco después
ganó un premio nacional de ensayo por el libro En torno a la literatura
infantil (1974), que contiene múltiples plagios de obras literarias ajenas.
Para los años 80, Elizagaray era no sólo una escritora pertinaz, sino
que había asumido además el papel de funcionaria como asesora principal
del Ministerio de Cultura para la literatura infantil. Su palabra era
escuchada por todas las editoriales de libros para niños y jóvenes en el
país, además de figurar como consejera del tema ante la UNESCO y dirigir
el Comité Cubano de la YBBY, organismo internacional para la promoción
del libro infantil.
Sólo en seis meses de 1988 --año del escándalo-- había viajado al
extranjero en 27 ocasiones.
Su regreso a los primeros planos de la vida cultural cubana parece un
hecho. El miércoles se le vio en el grupo de personalidades y
funcionarios que rodearon al gobernante interino Raúl Castro durante la
inauguración de la Feria del Libro en la fortaleza de La Cabaña.
``La gente quiere olvidar eso, son síntomas de los tiempos que corren en
este país", comentó desde La Habana un escritor y ex funcionario de la
UNEAC. ``Todo el mundo sabe lo que pasó, pero nadie quiere seguir esa
batalla''.
Pero Gutiérrez cree que se trata de un acto deshonroso.
''Ella no ha sido más que una funcionaria ligada al status quo del
régimen'', aseveró Gutiérrez. ``No habrá justicia plena hasta que Cuba
no reconozca públicamente que Alga Marina Elizagaray es un falso valor
que hizo su obra plagiando a Lydia Cabrera y a todo el mundo''.
No comments:
Post a Comment