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Sunday, October 04, 2015

Pero Raúl Castro tiene un hermano?

¿Pero Raúl Castro tiene un hermano?
El líder cubano deja atrás la sombra de Fidel y experimenta un proceso
de canonización gracias a Francisco, el acuerdo de las FARC y su paseo
en la ONU
RUBÉN AMÓN 4 OCT 2015 - 00:02 CEST

"No sabía que Manuel tuviera un hermano", respondió Jorge Luis Borges al
preguntársele por Antonio Machado. Era una reivindicación de Manuel
Machado frente a la notoriedad del hermanísimo, aunque la anécdota, con
sus distancias y sus matices, puede extrapolarse al fenómeno pujante de
Raúl Castro. Que tiene, por lo visto, un hermano llamado Fidel y que
acaudilla una insólita campaña de reputación planetaria, extasiada con
los abrazos de Francisco, jalonada con la mediación entre el Gobierno
colombiano y las FARC, reflejada en el trato de iguales con Obama,
incluso coronada también esta semana en la Asamblea de las Naciones Unidas.

Fue allí donde pronunció su primer discurso en cuanto líder supremo
contingente y donde reclamó a EE UU una suerte de indemnización
retroactiva a cuenta del embargo, exagerando el victimismo como si
estuviera leyendo un editorial de Juventud rebelde: "56 años ha
resistido heroica y abnegadamente el pueblo cubano".

Podría decirse que el heroísmo concierne a la resistencia de sus
compatriotas a la dictadura, pero las lágrimas de Raúl brotaron en el
contexto del libertador represaliado. Un discurso de 18 minutos que
evocaron la primera vez que su hermano Fidel compareció ante la misma
"cámara". Lo hizo en 1960 y se eternizó la arenga delante de los
embajadores en un hito de cuatro horas y media.

Reloj en la muñeca, parecía imposible sospechar entonces que la
dictadura castrista estaría viva 55 años después, contrariando las
razones geopolíticas y las razones biológicas, pero ocurre que el relevo
fraternal ha concedido holgura al apellido. Y ha inoculado un
impresionante estado de amnesia, como si la Historia hubiera absuelto a
los Castro y como si la apertura diplomática sobrentendiera una
conversión a la democracia.

Es mentira. Raúl Castro lidera la modulación de la tiranía hacia el
capitalcomunismo, un híbrido de patente china que reconcilia la
sensibilidad al mercado con las restricciones de las libertades y de los
derechos. Quedaron expuestas, las restricciones, con ocasión de la
visita del papa Francisco. Proliferaron las detenciones mientras
oficiaba la misa multitudinaria en La Habana. Y se le impidió al
Pontífice entrevistarse con cualquier expresión de la oposición, aunque
el verbo impedir no termina de retratar la aquiescencia de la diplomacia
vaticana en su naturaleza especulativa y bizantina.

Francisco se ha prestado al juego de la tiranía castrista a cambio de
garantizarse la protección de la grey católica. Ha accedido, incluso, a
visitar a Fidel Castro, amortajado en su chándal de Adidas pero
consciente de que la imagen en el regazo del infalible Bergoglio
recreaba un poderoso símbolo propagandístico. Una legitimación
atmosférica, un ejercicio de cordialidad que amalgamaba a brochazos la
ideología y la idolatría.

Con más razón cuando el Papa comparte otras afinidades. La racial en un
país que discrimina institucionalmente a los negros, la continental, la
anticapitalista y la geopolítica. No se explica la caída del muro
acuático sin la obstinación de la diplomacia vaticana. No sólo ahora,
sino desde que Juan Pablo II pronunció en 1998 uno de los aforismos más
celebrados de su pontificado: que Cuba se abra al mundo, que el mundo se
abra a Cuba.

Raúl Castro era entonces un lugarteniente abrumado por el carisma y el
narcisismo del comandante, pero el deterioro de la salud del hermano lo
convirtió en timonel de la república hereditaria y en artífice de un
aperturismo escenificado ¿por azar? en los funerales de Mandela.

Fue allí —diciembre de 2013— donde se produjo el síntoma premonitorio o
propiciatorio del deshielo, un apretón de manos entre Castro y Obama que
resolvía el último —y anacrónico— episodio de la Guerra Fría y que
revestía a Raúl de galones de estadista facultándose como relevo de
Fidel. Los mismos galones que ha presumido con el acuerdo entre el
presidente Santos y la guerrilla de las FARC. Decidió Castro capitalizar
la proeza. Y bendijo con sus manos, literalmente, las promesas que
intercambiaron el presidente de Colombia y el comandante Timochenko.

Vestido de blanco iba Raúl, blanco pontificio e inmaculado, mensajero de
la paz, filántropo indigerible y hasta obsceno desde la perspectiva que
proporciona su protagonismo implícito y explícito en la dictadura más
longeva de América Latina. Y también feroz, aunque el castrismo ha
tenido a su favor la indulgencia de una cierta progresía occidental y la
devoción de la corriente bolivariana. De otro modo, Raúl Castro no se
habría acordado de Correa, de Morales y de Maduro en su homilía
neoyorquina. Ni hubiera perseverado en la resistencia común al águila
estadounidense.

Las reclamaciones de Castro conciernen al fin real del embargo y a la
devolución de Guantánamo, pero no comprometen el menor avance
democrático ni invitan tampoco a la libertad de prensa o a la
inscripción de partidos políticos diferentes al único partido único.

Más claro no podía explicárnoslo el embajador en España hace unos días
en el programa Más de uno. Sostenía Eugenio Martínez que no procede
introducir modificaciones porque "el sistema cubano es el que ha
demostrado históricamente que ha garantizado el desarrollo social de
Cuba, es el sistema que ha hecho al pueblo libre e independiente".

No estarían hacinadas en tal caso las cárceles de presos políticos. Ni
permanecería vigente la pena de muerte —Francisco la criticó… en EE UU—,
ni vagarían como proscritas las Damas de Blanco —esposas y familiares de
represaliados—, ni habría sido conducido a prisión en diciembre un
grafitero llamado El Sexto —está en huelga de hambre— que se disponía a
organizar una performance callejera en cuya "dramaturgia" aparecía un
cerdo con el nombre de Fidel y otro gorrino identificado como Raúl.

Truncó el espectáculo la unidad del precrimen, a medida de la distopía
de Philip Dick. Y fue neutralizada la alegoría de Rebelión en la granja,
novela orwelliana de asombrosa vigencia en una dictadura que se venga de
su propio pueblo para escenificar el desplante al coloso americano.

Source: CUBA: ¿Pero Raúl Castro tiene un hermano? | Internacional | EL
PAÍS -
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/09/30/actualidad/1443624798_541023.html

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