Vida de perro
ROSA LÓPEZ, La Habana | Julio 10, 2015
Pinky no es cualquier perro. Lleva las uñas pintadas, usa ropa de marca 
y tiene un estilista dedicado a su pelo. Pertenece a una nueva clase de 
canes, a través de los cuales sus dueños quieren marcar la diferencia y 
mostrar su poder económico. En medio de una sociedad donde los 
contrastes sociales se agudizan, las mascotas entran al ruedo de los 
símbolos de estatus y lo hacen a lo grande.
"Busco colonia desodorante para perros", le explica una mujer, con un 
diminuto chihuahua entre las manos, a la empleada de la tienda privada 
Marichigua. El atelier, ubicado en la calle 31A del municipio Playa, en 
La Habana, anuncia que cuenta con "confecciones de todo tipo, camas y 
accesorios para perros y gatos". El lugar es visitado por clientes que 
se hacen acompañar por sus mascotas, algunas de ellas vestidas con ropa 
a la medida y sombreros.
En una percha se exhiben numerosos modelos de ropa y disfraces. Uno rojo 
y negro para colocarle a los amigos de cuatro patas durante los días de 
Halloween, otros navideños y algunos que recuerdan la indumentaria de 
las bailarinas, con tutú y todo. "Haré un esfuerzo y le compraré un 
abrigo para el frío, porque tiembla mucho en invierno", comenta la 
señora del chihuahua al ver unos simpáticos suéteres de "cuello de 
tortuga". Aunque la mujer reconoce que los productos para perros "son 
caros", aclara que "con estos animales nos pasamos la mayor parte de 
nuestro día a día, así que por qué no hacer un sacrificio para que se 
vean bonitos".
Pinky, la pekinés de tres años y uñas color fresa, ha experimentado todo 
tipo de acicalamientos. Su dueña la ha criado como si fuera una hija 
desde que se la compró, en unos cincuenta pesos convertibles, a unos 
criadores que aseguraban que era "completamente de raza" y que estaba 
desparasitada. Desde entonces el animal ha vivido entre cariños y 
oropeles. Duerme sobre una cama decorada con dibujos de huesitos y toma 
agua en un pozuelo de acero inoxidable y goma anti resbalante. En las 
noches le cepillan los dientes con un dentífrico especial para perros.
La familia de Pinky viaja con frecuencia al extranjero por cuestiones 
oficiales. Entonces dejan a la emperifollada perrita en un alojamiento 
para mascotas en la barriada de Los Pinos. A un precio de tres pesos 
convertibles la noche o una oferta de 70 CUC por mes, el lugar tiene 
técnicos veterinarios y entrenadores. En su página de Facebook aseguran 
que están "avalados por el título de entrenamiento de mamíferos marinos 
otorgado en el Acuario Nacional de Cuba".
Los clientes de estos sitios varían. "A Pinky a veces la acompañan 
perros de diplomáticos que tienen que salir del país y otros de cubanos 
que hacen un esfuerzo para no dejar abandonados a sus perros mientras 
están de viaje", explica Jessica, la dueña de la consentida perrita. 
Para ella, además de una buena comida, lo más importante durante la 
estancia en el "hotel" es que le cepillen diariamente el pelo a su 
mascota y la saquen a pasear. "Si no, se estresa mucho", comenta.
"Estamos llenos, no tenemos ahora mismo capacidad", explica Amparo, la 
mujer que atiende el lugar. Los dueños de Pinky no parecen estar tan 
solos en sus desvelos hacia la mascota o en los reclamos de productos y 
servicios. Todo apunta a que una ola de cuidados delicados ha influido 
en muchos dueños de animales.
Para complacer esos reclamos, los propietarios del alojamiento canino en 
Los Pinos aseguran: "te entregamos a tu mascota siempre limpia, de modo 
que si se ensució jugando con nuevos amigos incluimos un baño en la 
estancia sin costo adicional". Además cuentan con "servicio peluquería 
que incluye frontline o advantage para pulgas y garrapatas, corte de 
uñas, limpieza de oídos". Esto último con cargo extra.
A través de los perros también se muestra el éxodo de cubanos. "Los 
huacales son muy demandados, sobre todo los de tamaño mediano y 
pequeño", explica una empleada de la tienda de mascotas ubicada en la 
calle Obispo, en Habana Vieja. En la terminal dos del Aeropuerto 
Internacional José Martí es común ver a familias enteras que dicen adiós 
al terruño y portan una de esas cajas para animales.
Los productos contra garrapatas y pulgas también tienen alta demanda. 
"Desde que se me murió un perro por culpa de la picadura de una 
garrapata, no he dejado de comprarle collares o pipetas para 
protegerlos", explica María, una protectora de los animales que vive en 
las inmediaciones de la Universidad de La Habana. La erliquia o 
erliquiosis canina es una enfermedad que afecta con frecuencia a los 
perros en Cuba. "No se trata de lujos, sino de sobrevivencia", explica 
esta señora. "Tengo protegidos a todos mis perros con la pentavalente", 
una vacuna comprada en pesos convertibles.
El contraste con la situación de otros animales es brutal. Las calles de 
la capital cubana están llenas de perros callejeros, deteriorados y 
enclenques. Para ellos la vida no discurre entre aromas y comida con 
vitaminas, sino entre patadas y hambre. Comparada con estos satos de 
"mala muerte" abandonados a su suerte, Pinky podría ser considerada como 
una perra burguesa, de la nomenclatura. Los animales han acabado por 
expresar por sí mismos los tremendos contrastes que se muestran en la 
Cuba de hoy.
Algunos rechazan tantos cuidados para las mascotas. "¿Cómo un perro va a 
comer mejor que un ser humano?", se quejaba Chicho, un septuagenario que 
fue a comprar una escoba plástica al complejo de Tiendas Galerías Paseo, 
frente al hotel Cohiba, pero se topó con una tienda para mascotas donde 
una saco de tres kilogramos de comida para perros supera los 15 pesos 
convertibles. "¡Hay veces que a uno le dan ganas de ladrar y de mover la 
cola!", soltó el anciano con un gran sonrisa.
Source: Vida de perro - 
http://www.14ymedio.com/reportajes/Vida-perro_0_1813018684.html
 
 
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