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Wednesday, April 17, 2013

Pobre Emelina!

¡Pobre Emelina!
Miércoles, 17 de Abril de 2013 00:20
Escrito por Hortensia Alfonso Vega

Cuba actualidad, Marianao, La Habana, (PD) Emelina era una cubana de más
de sesenta años. Su jubilación de maestra no le alcanzaba para cubrir
sus necesidades y por eso decidió vender ropas, en el mercado informal,
que le traía su sobrina de Ecuador.

Un buen día a su puerta tocó una agraciada joven que había llegado
acompañada de un español "de pura cepa". Eso le pareció a la diligente
mujer. El ibérico solicitó a Emelina ropas para comprar. "Voy a poner a
esta chica como ella se merece", le dijo.

La vendedora, con su chispa habitual, hizo entrar en su recinto a la
flamante pareja. De esta forma intentaba burlar la mirada de muchos
curiosos. Enseguida de un enorme maletín salieron, como por arte de
magia, jeans, vestidos de mujer, cosméticos, entre otras cosas.

¡Aquí todo es de primera! -exclamó Emelina, muy complaciente. ¡A gusto
del cliente!, como debe ser –agregó entusiasmada. Con aires de Dulcinea,
la muchacha comenzó a probarse diferentes prendas de vestir. Modelaba
con gracia. Buscaba la aprobación de su Quijote, con una sonrisa entre
labios. Entre tanto, Emelina preparaba en la cocina una deliciosa
champola de guanábana para ofrecerles a tan "especiales" clientes.

¡Al fin! llegó el instante de la decisión: el deslumbrante vestido de
noche, una preciosa cartera que combinaba con los zapatos y uno de esos
perfumes que deja un fuerte hálito al pasar por cualquier lugar.

La adquisición tenía un costo de 275 dólares, moneda que deslumbraba a
Emelina. Fue precisamente aquí donde la mula tumbó a Genaro -como dicen
los campesinos cubanos. Eufórica, la vendedora empaquetaba la compra,
mientras el hispano hurgaba en su billetera, con visible poco éxito.

Se decidió el extranjero a decirle a Emelina que sólo tenía euros. Ante
la negativa de la vendedora de aceptarlos, éste le preguntó a la
comerciante si le permitía salir a cambiarlos. Como la casa de cambios
quedaba un poco lejos y el extranjero no sabía llegar sólo a ella,
solicitó ayuda a su pareja para que lo acompañara. Esta situación
inusual no incomodó a la confiada sexagenaria. Le esperaba una buena
plata, por tanto, dejó que los visitantes llevaran consigo la mercancía.
En fin, se trataba de un europeo muy correcto y de una muchacha decente.

Para desgracia de Emelina, la pareja nunca regresó. No podían hacerlo
porque ya habían estafado a otra señora en el mismo vecindario. Según
rumores callejeros, los supuestos compradores eran dos ex convictos,
bien cubanos, que habían tenido la suerte que le faltó a la tonta
comerciante.

Hay quienes aseguran que Emelina falleció dos días después. Unos dicen
que murió por fallas del corazón, otros afirman que de rabia.

Para Cuba actualidad: primaveradigital2011@gmail.com

http://primaveradigital.org/primavera/section-blog/154-agaleria/7121-ipobre-emelina-.html

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