Última actualización Tuesday, 23 August 2011 11:19
El escritor Angel Santiesteban responde a ciertas opiniones
desorientadas que aparecieron en el foro abierto de Café Fuerte tras la
publicación del artículo "Los que nacimos sin horizonte", desgarrador
testimonio sobre su odisea legal en Cuba.
El escritor Angel Santiesteban en La Habana.
Santiesteban, a quien las autoridades quieren hacerle pagar sus
disidencias políticas con 15 años de cárcel, repasa momentos
significativos de su carrera literaria y su vida personal, y asegura que
a pesar del hostigamiento no se irá de Cuba.
RESPUESTA A LA INOCENCIA
Por ANGEL SANTIESTEBAN
Ya sé por lógica que no se deben responder los comentarios de los foros
en internet, por lo general anónimos. Pero esta vez he decidido salirme
del protocolo para responder aquí porque me asusta tanto desvarío.
No niego la educación que recibí, pero más se lo agradezco a mi madre,
que a veces no desayunaba para que sus hijos pudieran ir a la escuela
con algo en el estómago.
Existe una equivocación, es como si el Gobierno haya regalado, como
dice: "gratuito", la enseñanza. Que sepamos ellos no tienen forma de
obtener el dinero que no sea del sacrificio de los trabajadores, por
ende, nuestros padres sí pagaron dicha educación, lo cual haría una gran
contradicción, si nuestros padres pagaron, y crea usted que en un precio
alto, nuestra educación, entonces ¿de qué gratuidad estaríamos hablando?
Sepa usted que jamás he querido ser político, pienso que los lados
extremos se dan la mano, por lo tanto, si ve en mí afán de política es
un error, por cierto, siempre dije que era anarquista, pero después supe
que hasta el silencio es política, la practicamos consciente o
inconsciente. Si hubiera querido hacer política, desde hace muchos años
lo habría hecho, pero fíjese usted que nunca la aproveché. En el año
1992, luego de ser avisado de haber ganado el premio Casa de las
Américas con mi libro Sur: Latitud 13, minutos antes de entregarlo, me
hicieron saber que no lo recibiría, la Seguridad del Estado amedrentó a
los jurados, si no pregunten a Abilio Estévez que me lo explicó
avergonzado. Y desde entonces supe callar porque nunca he querido ser
reconocido por escándalos extraliterarios, aunque de alguna manera ese
lo era.
Acostumbrado a callar
En el año 1995 gané el premio más importante del gremio de los
escritores, el UNEAC, y hasta el año 1998 no fue publicado el libro
luego de censurárseme la mitad de las páginas. En esos tres años callé
porque tampoco deseaba ser escándalo internacional. En un dossier que
hiciera la Casa de las Américas sobre literatura de mi generación,
pidieron un cuento a todos los escritores, a pesar de haber enviado
cinco cuentos, ninguno fue escogido. Y callé también.
Luego, muy cerca, en el 2006, gané el premio Casa de las Américas con mi
libro Dichosos los que lloran, y según dicen las bases, el libro estará
impreso para la siguiente convocatoria. Tuve que esperar dos años para
que llegara a las manos de los lectores, luego de varias conversaciones
con la Dirección organizativa del evento literario. Y continué callando.
Fíjese usted si mi ánimo es aprovecharme y convertirme en disidente que
llevo dos años soportando esta investigación a ver si desistían porque,
por supuesto, me avergüenzan las acusaciones aunque me sepa inocente y
para evitar el escándalo.
Con respecto a emigrar, respeto mucho a quienes lo han hecho, sobradas
razones han tenido. En lo personal he visitado Estados Unidos en más de
una ocasión, invitado por universidades por mi labor intelectual. A
pesar de los ruegos de mi familia y amigos porque no regresara, aquí
estoy, soportando que alguien me diga que me aprovecho de la
circunstancia para emigrar.
En cuanto a mi fractura en el brazo, si se busca en Google, podrá leerse
que el yeso fue puesto en un hospital militar: El Naval, y dije la hora
que fue, pero además, el Ministerio de Cultura le pidió al MININT que
iniciara una investigación, para acallar las protestas de la opinión
internacional. Investigación que, al menos a mí, nunca supe la
determinación a que llegaron.
¿Agresores fantasmas?
De todas formas, es un poco risible que ellos mismos se busquen, y tanto
fue así que en vez de investigar a los agresores fantasmas, lo hicieron
conmigo, y dije en ese entonces el nombre del Tte. Coronel que
encabezaba la supuesta investigación, que realmente se dedicaba a
perseguir a mis amigos, los apresaban por doce horas para interrogarlos
sobre mi vida, qué hacía, a quiénes recibía, si me entrevistaba con
extranjeros, etc. Por lo tanto, demás está decirle que si hubiesen
tenido duda de mi fractura, con ir al hospital y entrevistar a los
médicos militares que me atendieron fuera suficiente.
Pero si fuera poco, el cuestionador puede escribirme a mi correo
particular y le haré llegar una imagen del certificado médico y de la
placa de rayos X. Por demás, he publicado el nombre de mi abogada y el
Bufete de Colectivo donde labora.
Con respecto a Yoani Sánchez, a quien usted menciona, me sería imposible
alcanzarla ni superarla, ella es un ícono dentro de nuestra sociedad, y
si podríamos servir de algo, es para protegerla, brindarle nuestros
hombros para que su voz continúe escuchándose, y así nos sabremos todos
oídos.
¿Qué más podría brindarle sino suerte con esa venda inocente que usted
posee? No se preocupe, la entiendo, la mayoría fuimos como usted. Si no
me equivoco podría tratarse de un extranjero, porque tanta inocencia es
imposible mantener aquí dentro, ni los propios militantes del Partido
Comunista son tan cándidos y reconocen lo que está sucediendo en el
país. Además, en mis viajes por el mundo pude encontrar tantos
románticos como usted, que ven a Cuba desde la idolatría, que Fidel
Castro es un paradigma, pero nunca, desgraciadamente, piensan en el
sacrificio del pueblo de Cuba, en el precio que pagan sus utopías.
Esos defensores de Cuba, algunos profesores de universidades
importantes, catedráticos brillantes de clase media, después de defender
a ultranza al régimen de Cuba, me comentaban amargamente que al día
siguiente iría a huelga para exigir aumento de salario. Y no podía
impedir hacer un paneo por la residencia donde vivía junto a su familia,
hijos en escuelas particulares, su piscina sin usar, sus autos costosos.
Nunca pude evitar preguntarme cuántas horas o minutos durarían apoyando
al régimen de Fidel Castro, cuando tuvieran que salir a la calle para
subirse en un ómnibus atestado de personas, y llegar a la casa sin saber
qué podrá cocinarle a sus hijos. Y mirarles los zapatos gastados,
recordar que el suyo tiene un hueco en la suela que constantemente tiene
que ocultar de sus compañeros de trabajo. Pero ese ejercicio mental se
desgastó. Nadie quiere ver más allá de lo que no le perjudica.
Me quedo en Cuba
Por último, decirle que posiblemente algún Presidente europeo, como
usted menciona, por amabilidad, me brinde asilo, pero sepa usted que no
todos los presos de conciencia salen de la cárcel y deciden irse,
algunos se mantienen en prisión porque se niegan a dejar el país. De
todas formas de antemano, les estoy agradeciendo y rechazando. Me quedo.
Aquí recibí la luz y aquí la veré por última vez.
Pero sin ser Presidente, salvo de mi blog, le pido que venga a vivir a
Cuba. Luego usted me dirá cuanto disfraz hay en sus palabras, cuan
errónea es su mirada. Lo triste que es ser ciego cuando se piensa que
desde una atalaya divisa el horizonte.
Es mi deseo que se instruya, lea los libros de los escritores que han
tenido que abandonar su país. Lea a los blogueros de Vocesdecuba.com
venga a Cuba y bájese del ómnibus, recorra las calles adyacentes.
Aléjese del guía de turismo y busque sus propios interlocutores,
aquellos que no tienen un discurso aprendido que le sirve de coraza para
no ser perseguidos. No se quede en la piscina del hotel, camine por el
malecón y entérese de la realidad cubana. No pierda su tiempo con los
espectáculos del hotel. Vaya al teatro, podrá ver los dilemas que
enfrenta la sociedad actual. No compre sólo música tradicional, que le
recomiendo, sino también aquella música que no tiene promoción, y que
sus canciones son pasadas, gracias al Bluetooth, de celular en celular.
Ojalá que mi respuesta no le parezca ofensiva, sólo estoy confiando en
esa ingenuidad que me ha conmovido de sobremanera.
Reciba mi saludo y mucha suerte.
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Declaración de Principios: Los que nacimos sin horizonte
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