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Wednesday, August 10, 2011

Raúl Castro, cinco años después (I)

Raúl Castro

Raúl Castro, cinco años después (I)

Primera de un artículo en dos partes, en que el autor analiza los logros
y deficiencias que han caracterizado el mandato del actual jefe de
Estado cubano

Oscar Espinosa Chepe, La Habana | 10/08/2011

Con la enfermedad de Fidel Castro, su hermano menor, siempre el segundo
hombre de la revolución, asumió el poder el 31 de julio de 2006.
Polémicas existen sobre si Cuba ha cambiado algo desde entonces. Está
claro que las ilusiones sobre la realización de trascendentales cambios,
creadas por Raúl Castro debido a sus antecedentes pragmáticos como
organizador y ministro durante decenios de las fuerzas armadas, no se
han cumplido a pesar de haber transcurrido un lustro.

Habría que destacar que hasta el 24 de febrero de 2008 su mandato fue
provisional, así como que en el VI Congreso del Partido Comunista, en
abril de 2011, se consolidó como primer secretario. Mucho se recuerda su
discurso del 26 de julio de 2007, donde fue extraordinariamente crítico
al referirse a la situación nacional, y abogar por reformas
estructurales y de conceptos, no efectuadas hasta el presente.

La estructura institucional del país y el disfuncional sistema de
gestión se mantienen, con su prodigalidad de ministerios, reproducidos
en provincias y municipios. Una arquitectura administrativa generadora
de un inmenso ejercito de burócratas, que unidos a los del partido y las
organizaciones políticas y de masas son una carga insoportable para la
sociedad. Hoy constituyen el primer obstáculo para que fluyan los
cambios imprescindibles. Esa organización institucional se basa en una
rígida centralización estatal, al estilo soviético, con el importante
papel de la planificación inmovilizadora y desfasados conceptos de una
falsa propiedad socialista —verdaderamente antisocial—, los dogmas
contra la propiedad privada y el desconocimiento del mercado como una
categoría económica objetiva. Todo sazonado con intereses conservadores
y burocráticos, que desde los más altos niveles hasta la base defienden
la hegemonía y los privilegios disfrutados durante tantos años.

A pesar de esta realidad, no puede negarse que a partir del 31 de julio
del 2006 existe una nueva situación en Cuba. Comenzó una etapa de
relativa racionalidad, en que sin desaparecer el estado totalitario, se
han abierto ciertos espacios, que aunque insuficientes, hubieran sido
impensables bajo la dirección de Fidel Castro. Los factores que han
hecho posible superiores dosis de sentido común podrían ser varios, como
las características personales del nuevo presidente, menos proclive a
los excesos ideológicos y más interesado en aspectos prácticos,
económicos y sociales; quizás que al asumir el poder ha encontrado un
escenario más calamitoso del que imaginó hallar, ante lo cual no ha
tenido más opción que tratar de realizar reformas en un país, que "está
al borde del precipicio", como él mismo ha definido; o la conclusión de
que no se puede seguir viviendo por encima de los magras posibilidades
de una economía en ruinas.

Desde su ascenso provisional al poder, el ambiente es algo más sosegado.
Han concluido las marchas, contramarchas y mítines que agobiaban a los
cubanos; hasta en la televisión donde aún se mantiene una importante
carga ideológica, la programación se cumple sin las interrupciones no
anunciadas para presentar los largos discursos del máximo líder, y
todavía peor, las peroratas de Hugo Chávez. Por suerte, desaparecieron
también la "Batalla de Ideas", la Revolución Energética y los
trabajadores sociales, y con ello los "diligentes" dirigentes formados
—o deformados— personalmente por Fidel Castro, para servirlo en la
ejecución de sus ideas.

En la educación se aplican programas más racionales y se erradicaron las
costosas escuelas en el campo y el envío de jóvenes de los centros
urbanos a labores agrícolas durante determinados períodos en el año.
Desaparecieron las aventuras de los maestros emergentes e integrales, y
se implantaron exámenes de ingreso a las universidades, cuya enorme
cantidad de suspensos ha demostrado la calamitosa formación de los
estudiantes desde la escuela primaria. Así también parece terminar la
desatención en la preparación de técnicos medios y obreros calificados,
que ha dado lugar a una sustancial carencia de imprescindibles oficios y
profesiones. Las rectificaciones en marcha, con sus contradicciones y
limitaciones, no podrán evitar que los efectos nocivos causados por los
daños al magisterio cubano y a la formación de generaciones de jóvenes
estén presentes por mucho tiempo.

A eso se ha sumado una serie de transformaciones, que aunque efectuadas
de forma insuficiente y sin una concepción integral, han significado
rupturas con la ortodoxia ideológica que durante tanto tiempo prevaleció
en Cuba. Es difícil imaginar que antes de julio de 2006 se hubiera
podido decretar el pago por el trabajo realizado, y aún con sus
limitaciones la ampliación del trabajo por cuenta propia, la
contratación de fuerza de trabajo por privados y la entrega de 1,3
millón de hectáreas de tierras en usufructo, así como tomado la decisión
de comenzar la reorganización de la fuerza de trabajo mediante el
despido de 1,3 millón de trabajadores, aproximadamente el 25,0 % de los
ocupados.

Paralelamente, a pesar de que se mantienen las características
represivas del régimen, como ya han expresado algunas personalidades se
han permitido modestos espacios de opinión, muy reducidos hasta ahora,
incluida la aparición de publicaciones independientes —todavía con
cortas tiradas— y la posibilidad de que puedan leerse internamente
criterios de académicos cubano-americanos y realizarse determinados
intercambios sobre cuestiones controversiales. Incluso en los
controlados medios de difusión y otros lugares (teatros, centros de
conferencia…) se aprecia una creciente tendencia, a veces sutil, en
ocasiones con nitidez total, a la formulación de críticas a la situación
imperante; algo que por su magnitud es inédito e inimaginable en el
pasado. Tampoco puede soslayarse el acceso de los cubanos a bienes y
servicios antes prohibidos —teléfonos celulares, computadoras (sin
acceso a internet) y efectos electrodomésticos—, y el compromiso oficial
expresado en los Lineamientos del VI Congreso del PCC de permitir la
venta entre particulares de viviendas y automóviles, lo cual de hecho
significa el reconocimiento a la propiedad privada. Estas medidas, como
ha señalado el escritor Leonardo Padura, están provocando grandes
cambios en la sociedad cubana, no obstante ser insuficientes y aplicadas
a un ritmo inadecuado, como expresamos anteriormente.

Estas realidades conviven en un clima de contradicciones,
inconsecuencias y, sobre todo, incertidumbre. Si bien fueron
excarcelados todos los prisioneros de conciencia de la Primavera Negra
de 2003, quienes decidimos permanecer en Cuba estamos sometidos a una
licencia extrapenal que nos puede hacer regresar a las cárceles en
cualquier momento. Al mismo tiempo, en estos años han sucedido hechos
repudiables, como la muerte durante una prolongada huelga de hambre del
reo de conciencia Orlando Zapata Tamayo, las continuas amenazas y falsas
acusaciones lanzadas desde las altas instancias del gobierno contra
personas que únicamente manifiestan sus opiniones pacíficamente, la
organización de turbas para agredir a los disidentes y los asiduos
encarcelamiento por cortos períodos y algunas condenas de largo alcance.

Más importante aún, todas las leyes represivas se mantienen vigentes y
los órganos para aplicarlas están listos para regresar a los peores
tiempos. Un hecho que refleja las vacilaciones de gobierno en respetar
los derechos humanos es que a años de haber firmado los Pactos
Internacionales de Naciones Unidas, no los ha ratificado la Asamblea
Nacional, lo cual demuestra la intensión de mantener las manos libres
para ejercer acciones violentas contra los deseos populares de cambios
democráticos.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/raul-castro-cinco-anos-despues-i-266743

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