Mientras Alan Gross siga siendo un rehén de la dictadura cubana, ésta no
merece gestos conciliatorios de los Estados Unidos, ni el nivel de
respeto que la comunidad internacional otorga a los países libres, dice
un editorial de The Miami Herald.
Rolando Cartaya/ Especial para martinoticias 08 de agosto de 2011
La ratificación de la condena de 15 años impuesta en La Habana al
trabajador internacionalista estadounidense Alan Gross ha provocado al
menos un par de fuertes críticas en la prensa norteamericana a la
política del presidente Barack Obama de relajar sanciones y / o buscar
una distensión con ciertos regímenes autoritarios del mundo.
Recientemente la Casa Blanca prometió vetar cualquier proyecto de
presupuesto que revirtiera su política hacia Cuba, pero un artículo
publicado por The Washington Post dice que la aplicación de este enfoque
de compromiso constructivo hacia Rusia, China, Siria, Irán y la isla
caribeña sólo ha empeorado la situación de derechos humanos en esos países.
La autora, la columnista conservadora Jennifer Rubin, considera que en
el caso cubano la flexibilización de las sanciones parece haber
envalentonado a la dictadura, que ahora ha ratificado la condena a Gross.
Cita en su apoyo las críticas de congresistas como los republicanos
Ileana Ros-Lehtinen y Marco Rubio, y la posición del representante por
Nueva York, Eliot Engel, el demócrata de más alto rango en el subcomité
de asuntos del Hemisferio Occidental de la cámara baja; y recoge
asimismo la opinión del ex secretario de Estado Adjunto para Asuntos
Interamericanos en el gobierno de Ronald Reagan, Elliot Abrams:
Dice Abrams: "De hecho Obama ha concedido al régimen de los Castro
numerosos beneficios, permitiendo, por ejemplo, que más estadounidenses
puedan viajar a Cuba y ayudando así a su economía. Algunos, fueron
concedidos en 2009, poco después de que Obama asumiera la presidencia,
pero otros fueron implementados este año, mientras Alan Gross permanecía
en una prisión cubana".
Rubin critica en particular la respuesta del Ejecutivo –que caracteriza
como una solitaria oración sin advertencias ni amenazas-- a la
ratificación de la sentencia de Gross. La nota leída por un portavoz de
la Casa Blanca hace un llamado a que el contratista sea liberado de
manera inmediata e incondicional, "para que pueda regresar junto a su
familia y termine la larga odisea que comenzó hace mucho más de un año".
"Estoy segura de que en La Habana deben estar temblando", concluye con
sarcasmo Jennifer Rubin.
Otra reacción similar provino de un medio situado mucho más al centro.
En un editorial, The Miami Herald dice que Obama no tiene más remedio
ahora que "stiffen his backbone", endurecer su columna vertebral (una
frase bastante fuerte en inglés), y reaccionar a estas tácticas duras
congelando --en formas que llamen su atención -- los esfuerzos por
buscar un acercamiento con la dirigencia cubana. El Herald recuerda que
su Consejo Editorial ha apoyado y apoya el aumento de los contactos de
pueblo a pueblo y las visitas familiares. Pero dice que las exigencias
retóricas de la administración para que Gross sea liberado no han
llegado a ninguna parte, y que quizás no llegarán a menos que se dé una
respuesta adecuada.
El diario recomienda, para empezar, suspender los intercambios
culturales, reteniendo las visas que permiten a artistas cubanos venir a
este país y cosechar beneficios financieros para el régimen; y reducir
las visitas familiares a una anual, en lugar de la actual ausencia de
límites. Cuba –apunta el editorial--necesita dólares ahora, y cualquier
cosa que afecte ese salvavidas les importará al régimen y a sus dirigentes.
El editorial de The Miami Herald concluye con este párrafo: "Hay un
momento y un lugar para la buena voluntad, los gestos unilaterales y las
concesiones. Pero mientras Alan Gross siga siendo un rehén de la
dictadura cubana, ésta no merece gestos conciliatorios de los Estados
Unidos, ni el nivel de respeto que la comunidad internacional otorga a
los países libres".
Las dos piezas periodísticas sobre el caso Gross y la política hacia
Cuba han coincidido con un artículo, en la misma cuerda, de Mary
Anastasia O'Grady para The Wall Street Journal. La autora contrasta lo
que describe como tímida postura del gobierno de Obama frente a los
abusos perpetrados por el mandatario ecuatoriano, Rafael Correa, con la
severidad que adoptó su administración en 2009, frente a las
instituciones democráticas hondureñas que depusieron al contumaz –es un
decir-- presidente Manuel Zelaya.
http://www.martinoticias.com/noticias/Obama-y-el-caso-Gross-127258738.html
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