Movimientos camaleónicos en la política migratoria del régimen
No es lo mismo sentir por la patria que amar a las dictaduras
Eugenio Yáñez, Miami | 10/08/2011
Algo se está cocinando en La Habana con la política migratoria, y como
todo menú revolucionario, sus componentes todavía son desconocidos y sus
sabores imaginados, aunque puedan intuirse, siendo hasta el momento los
supuestos "beneficiarios" y la prensa extranjera quienes se encargan de
aderezar el plato con deseos de los "ojalateros" de siempre.
Raúl Castro anunció el primero de agosto que se trabaja "para
instrumentar la actualización de la política migratoria vigente", y
esbozó lo que parece ser una nueva estrategia de despojar de contenido
político la "salida definitiva del país", al decir que "hoy los
emigrados cubanos en su aplastante mayoría lo son por razones
económicas", lo que, de pronto, nos convierte a los que vivimos fuera en
un poco más humanos: "lo cierto es que casi todos preservan su amor por
la familia y la patria que los vio nacer y manifiestan de diferentes
formas solidaridad hacia sus compatriotas".
No hay espacio para vanas ilusiones, pues el general-presidente aclaró
que "se incluirán contramedidas razonables para preservar el capital
humano creado por la Revolución frente al robo de talentos que aplican
los poderosos". En otras palabras, que la supuesta "flexibilización"
será limitada.
Tal vez reduzcan algo el abusivo costo o las innecesarias complicaciones
de los trámites, o eliminen la "tarjeta blanca" para aquellas personas
que la dictadura no considera estratégicas en sus planes: al fin y al
cabo, que no exista el permiso de salida no le garantiza a nadie poder
viajar si no tiene una visa de entrada en el país receptor. Y queda
claro que para quien sea considerado parte del capital humano creado por
la Revolución no habrá muchas oportunidades.
Como ya va siendo habitual en Cuba, después del anuncio general de Raúl
Castro sobre un tema comienza la implementación silenciosa y discreta,
lo que ya pudo verse con la publicación en el periódico pinareño
Guerrillero del artículo "Jóvenes y emigración: Cuba somos todos".
Ningún órgano de prensa en Cuba puede publicar sobre ese tema —ni sobre
ninguno— sin la correspondiente autorización partidista, y en un tema
tan candente como ese la decisión no corresponde a un funcionario
provincial del Partido.
Evidentemente, el régimen necesita cambiar el enfoque de la propaganda.
Ya no resulta tan fácil fusionar en una sola cosa la patria, el pueblo,
el partido, la revolución, la nación y la ideología, como si fueran lo
mismo. Y, además, los cubanos en el exterior representamos oxígeno y
esperanza para familiares y amigos atrapados en la Isla —aunque no
pretendan emigrar— y somos también fuentes financieras para la
supervivencia o la pequeña inversión.
¿Pensaba el régimen que a los que vivimos en el exterior no nos interesa
la patria ni la familia, o que odiamos a quienes quedan en Cuba? ¿Que al
salir del país olvidamos nuestras raíces y nuestros valores? ¿Qué ellos
aman a la patria y a la familia —esas dos nociones que han destruido
durante más de medio siglo— más que nosotros? ¿De tanto repetir sandeces
se llegan a creer sus mismas patrañas? ¿Se han preguntado seriamente por
qué vivimos en culturas y climas diferentes y extraños?
Determinar si alguien emigra por motivos políticos o económicos depende
de percepciones, pero cuando una persona decide irse de su patria a
vivir a otra parte —sea un cubano, un malayo o un surafricano— lo hace
porque considera que en otro lugar puede encontrar mejores condiciones
—políticas, económicas, o ambas— que las que tiene en su propio país.
En todas partes hay núcleos duros y mayorías silenciosas, y los cubanos
no somos la excepción. Esos núcleos duros de ambas orillas del Estrecho
de la Florida razonan de la misma manera: en ambos casos, la
intolerancia absoluta y la legendaria incapacidad de convivir con
opiniones discrepantes son la regla y no la excepción, y más temprano
que tarde ambos grupos se sienten obligados a tocar a degüello para
defender sus verdades.
Hay muchas coincidencias en las mayorías silenciosas de ambos lados del
mar. De la misma manera que no todos en la Isla golpean a opositores,
denuncian, insultan, ni se prestan a tales vilezas, ni las apoyan, no
todos en el exilio están por la confrontación violenta ni por el baño de
sangre, o por cercenar todos los puntos de contacto entre cubanos de a
pie, vivan en Marianao o en Hialeah.
Lo cual no significa, aunque ahora el régimen pretenda presentarlo de
otra manera, que no desear una confrontación violenta y amar a la patria
y la familia es una forma sutil o disimulada de apoyo a la dictadura.
Mantener las raíces emocionales y el amor hacia la patria que nos vio
nacer es parte de la condición humana, y no depende del visto bueno del
régimen.
Despojarnos de los muchos o pocos bienes de que disponíamos cuando se
produjo la salida "definitiva" del país es arbitrario, ilegal, inmoral e
injusto, así como obligar a quienes desean visitar su patria a solicitar
un humillante permiso de entrada para ir a su lugar de nacimiento. Y ha
sido así por casi medio siglo, y es una de las causas de nuestro rechazo
de siempre hacia la dictadura, no hacia nuestra patria, nuestros
familiares o nuestros amigos.
Nuestros sentimientos como cubanos en el exterior no dependen de lo que
apruebe el Partido Comunista o la dictadura cubana, sino de nosotros
mismos. Esos sentimientos hacia nuestra patria y nuestro pueblo, lejos
de debilitarse, se afianzan con el tiempo. El régimen ha fracasado
—también— en su intento de desnaturalizarnos y dividirnos con nuestros
hermanos de la Isla, y ahora recurre a oportunistas políticas de
camaleón porque necesita de esos cubanos fuera de Cuba.
Si como dijo Raúl Castro refiriéndose a los que vivimos fuera, que "casi
todos preservan su amor por la familia y la patria que los vio nacer y
manifiestan de diferentes formas solidaridad hacia sus compatriotas",
sería incorrecto pretender o aceptar, porque lo haya dicho él, que esos
sentimientos nuestros puedan tener algo, lo más mínimo, de complicidad,
condescendencia, nostalgia, cariño o agradecimiento hacia la brutal y
cruel dictadura que ha destruido a la nación cubana.
No es lo mismo sentir por la patria que amar a las dictaduras.
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