Monday, August 8, 2011 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) – Como el aguarrás, los
caciques de Cuba demuestran no estar aptos para buscar la solvencia sino
siendo cada vez más ácidos. Es su marca. Y nuestra desgracia.
Por un lado, Raúl Castro declara que el partido comunista, instrumento
formal de la dictadura, debe garantizar que cada cual aquí exprese
libremente lo que piensa y desea. Mientras que por otro lado, pero al
mismo tiempo, la Asamblea Nacional del Poder Popular, un instrumento
menor, proyecta revigorizar la Ley 88, llamada Ley Mordaza, que
establece penas de hasta de 20 años de cárcel para cualquier oponente
pacífico que se lance a opinar justo lo que piensa y desea.
Resulta paradójico que como respuesta a un senador extranjero que
legisla para que se destinen 20 millones de dólares a promover la
democracia en la Isla –aun sin que ningún demócrata de la Isla se lo
pidiera-, a los representantes de lo que aquí llaman el Poder Popular no
se les ocurra nada mejor que cobrarle la cuenta ferozmente a un sector
de sus propios representados.
Es como en el sketch donde el forzudo le da un soplamocos a Charlot, y
éste, dispuesto a devolverlo, se vira en busca del más enclenque que
encuentre a mano.
Ya que se han propuesto modernizar, dicen, su sistema de poder, alguien
debió alertarlos sobre la utilidad de dar conveniente sombra por un
tiempo a la Ley Mordaza, oculta quizá en la misma gaveta en que han
guardado otras perlas como la historia de la UMAP, o como la del
apartheid y ergástula contra los religiosos.
Alguno de los tecnócratas o de los filósofos en estado puro que hoy se
dedican a planear en el aire el perfeccionamiento del socialismo, debió
llamar la atención de los caciques acerca del despropósito en que
incurren si reactivaran la Ley Mordaza, que ya los condujo, hace muy
poco, a llenar las cárceles de inocentes y a producir más huelguistas de
hambre que boniatos por metro cuadrado, hechos que redondearon el jaque
mate de su desprestigio ante el mundo.
Debieron advertirle al cacicazgo que la escandalosa incongruencia que
aún comete al convocar a la unidad nacional en sus discursos mientras
organiza fratricidas mítines de repudio de una parte del pueblo contra
otra, alcanzaría su clímax con la reactivación de la Ley Mordaza, la
cual, por cierto, también merece ser apodada Ley Bumerán. Puesto que
actúa bajo el principio de dale al que no te dio, resulta inevitable que
termine recurvando para contragolpear a quien la lanza.
Al fin y al cabo es lo que sucede con todo engendro derivado de las
insanas crispaciones del abusador, que igual suele ser ventajista e
impotente a partes iguales.
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