Martes, 23 de Agosto de 2011 00:01
Augusto César San Martin
Centro Habana, La Habana, 23 de agosto de 2011 (PD) Las ofrendas para
gestiones públicas han pasado a formar parte de la economía domestica de
los cubanos. El presupuesto para el soborno resulta la llave que abre
todas las puertas.alt
La cultura del regalito se ha expandido a todos los sectores de la
sociedad. El necesario regalito que se ofrece a los funcionarios del
Estado es el imperativo del éxito en cualquier trámite. Unos lo aceptan
en especie, los más resueltos ponen el precio en metálico.
En las oficinas de registro de inscripciones, el pan con jamón y un
refresco convierten tres semanas en ahora mismo. Pero a nadie se le
ocurriría presentarse con igual propuesta ante un funcionario de la
Dirección Municipal de Vivienda. Se convertiría en cicatero y el efecto
del regalito invertiría su suerte.
Un matrimonio amigo sacaba cuentas para pagar la consulta de
estomatología. Según sus cálculos, necesitaban 25 dólares para recibir
el servicio médico. Trataron de reservar un turno a través del sistema
de salud pública pero estaban suspendidos. La falta de materiales para
trabajar pospuso para el mes siguiente las citas otorgadas. En la salida
del hospital se encontraron un amigo que emigró a los Estados Unidos y
estaba de visita en Cuba. El emigrado le presentó a la doctora que lo
atendió por el precio de 50 dólares. La pareja concertó la cita para el
siguiente día y ajustó el precio: los empastes, 5 dólares, limpieza
incluida.
Muy pocos pacientes acuden al médico con las manos vacías. Desde una
botella de vino hasta medio saco de arroz suelen ser el pago por una
consulta. Los regalos de los pacientes distinguen su categoría.
Las autoridades reconocen la expansión del fenómeno de los regalos. En
el intento por reducir el daño social, han recortado tramitaciones
burocráticas y anulado algunas prohibiciones. Lejos de resolver el
problema, crean nuevas fuentes de corrupción. Cuanto más rápido el
funcionario público resuelve el problema, mayor es la cuantía del regalito.
La cultura del regalito se basa en la teoría del derecho a "resolver"
(entiéndase lucrar) en el puesto de trabajo. La insuficiencia de los
salarios para cubrir el costo de la vida ha borrado el verdadero
significado del soborno. La figura delictiva del cohecho, en vez de como
falta moral, se ve como medio de subsistencia para los cubanos. La
corrupción funciona como defensora de las limitantes y prohibiciones
gubernamentales. Los corruptos, lejos de ser representantes negativos
del Estado, son vistos como personas que resuelven los problemas.
Los cubanos se sienten complacidos cuando en el día finalizan una
gestión que pudiera llevar semanas de tormento burocrático o de soportar
malestares y dolores físicos. Rehúsan aceptar que por encima del costo
material, infringen las normas y degradan la sociedad.
Mal estamos cuando la conciencia popular se defiende igual que el
comediante Ulises Toirac en su papel de Chivichana en el programa
televisivo "¿Jura decir la verdad?": "Esto no es un soborno, es un
regalito".
tag: Corrupcion
http://www.primaveradigital.org/primavera/sociedad/sociedad/2071-la-cultura-del-regalito
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