Tuesday, August 9, 2011 | Por Alejandro Tur Valladares
CIENFUEGOS, Cuba, agosto (www.cubanet.org) – La apatía que envuelve a la
sociedad cubana debe interpretarse como la reacción ciudadana a décadas
de voluntarismo, y otros males desconocidos en sociedades democráticas.
Estas prácticas, que han minado la capacidad creativa del individuo,
convirtiéndolo en autómata, lo han condicionado, a la hora de emprender
cualquier encomienda, a esperar recibir las "orientaciones de arriba", y
no precisamente del cielo.
Tan hondo ha calado el mal que al propio gobierno se le hace cada vez
más difícil encontrar los resortes que lleven al individuo a cumplir el
papel que se le ha reservado. Si se repara en el punto donde estamos
detenidos, salta a la vista que se ha establecido una suerte de
resistencia pasiva por parte del ciudadano, que reacciona ante cada
nueva ley, decreto o mandato con la mayor indiferencia, como si con su
actuación dijera: "Me da lo mismo chicha que limonada".
Algunos analistas consideran que el fenómeno refleja un comportamiento
contestatario, que busca dar al traste con el sistema. O que tal
indiferencia es un modo consciente de oposición, dirigido a minar la
capacidad económica, política y social de los gobernantes. Yo pienso que
en verdad se trata de lo que he dado en llamar "el síndrome de apatía
adquirida".
Por otra parte, tan difícil la tienen los del gobierno como los de la
oposición para sacar del pozo de la indiferencia a la población. Si bien
ya no se responde como en el pasado a las voces de mando de los
dirigentes, tampoco el pueblo se muestra interesado en aceptar los
guiños que desde la acera opuesta le hace la oposición. Y no creo que
sea porque el discurso disidente ande divorciado de los intereses de las
masas, sino porque la ciudadanía ha caído en una especie de sopor, que
le impide reaccionar y ser protagonista de su propio destino.
La solución al problema cubano no debería buscarse en el ámbito
político, sino en el psicológico. Y el miedo, la sumisión, la sensación
de indefensión o la propia apatía que hoy afecta a los cubanos, residen
fundamentalmente en la psiquis de cada individuo.
Habría quizás que realizar un psicoanálisis colectivo a la sociedad,
para comprender los procesos por medio de los cuales estos males nos
fueron inoculados. Tenía razón Gustavo Le Bon al pensar que detrás de
todo caudillo hay un gran psicólogo.
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