Violencia y no violencia en Cuba
By PEDRO CORZO
Las estrategias utilizadas por la oposición contra el régimen cubano han
sufrido una severa metamorfosis durante estas cinco largas décadas; no
obstante, a pesar de los cambios, los rumbos originales del accionar
político se mantienen.
Los descontentos con el derrotero que tomaba la Revolución, que en su
mayoría provenían de esas mismas filas, intentaron por medios políticos
no violentos impedir el establecimiento de una nueva dictadura.
La protesta del presidente Manuel Urrutia Lleo, las denuncias del
comandante Pedro Luis Díaz Lanz y la carta denuncia del comandante Húber
Matos son hitos entre los muchos esfuerzos no violentos y cívicos por
impedir el control totalitario, que concluyeron públicamente ese año con
el rechazo de los dirigentes de la CTC a la titulada candidatura
unitaria que otorgaba una representación inmerecida a la minoría marxista.
Los centros universitarios fueron escenarios de protestas pacíficas
contra el comunismo. Pedro Luis Boitel intentó mantener la independencia
de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU); otro tanto hizo en Las
Villas Porfirio Ramírez, hasta que no tuvo otra alternativa que partir a
las montañas para más tarde ser fusilado. Los estudiantes que
protestaron pacíficamente en el Parque Central, dirigidos por Alberto
Muller y Manuel Salvat, lo hicieron contra el comunismo y no contra la
Revolución.
Las credenciales cívicas, entre otros, de José Ignacio Rasco, Antonio
José Varona, Roberto Agramonte, Luis Conte Agüero y José Miró Cardona,
los primeros dirigentes de la oposición en 1959, son indiscutibles, y si
en un momento decidieron asumir otro método de lucha fue consecuencia de
que el espacio para el tipo de confrontación que preferían, la
electoral, había sido eliminado.
La Iglesia Católica cubana emitió numerosas pastorales que criticaban el
rumbo del gobierno. Monseñor Eduardo Boza Masvidal fue particularmente
firme en la defensa de la libertad religiosa. La respuesta gubernamental
fue la deportación de más de 100 sacerdotes y la persecución abierta o
encubierta de los fieles.
El régimen, según transcurría el tiempo, estableció un control sobre
toda la sociedad que impidió cualquier acción política y social
independiente. La violencia ejercida por el Estado impulsó a la
oposición a la violencia. La sociedad se asfixiaba y como supremo
derecho, señalado en el preámbulo de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, ``Considerando esencial que los derechos humanos sean
protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea
compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la
opresión''.
Un aspecto marginal, pero a tener en cuenta, era que entre las
tradiciones cubanas más lamentables estaba la lucha armada. La primera
reacción de la oposición, incluyendo la de los partidos políticos al
golpe militar del general Fulgencio Batista, fueron los atentados
personales, sabotajes y la lucha guerrillera y terrorista que dirigió
Fidel Castro. Un epítome de esa tradición.
La lucha fue dura y cruenta. Murieron cubanos de ambas vertientes
ideológicas. Montañas y llanos conocieron, como nunca antes en nuestra
historia republicana, la confrontación armada. La lucha en la
clandestinidad fue dolorosa. El paredón, los atentados personales,
muertos en combate, desaparecidos, la cárcel y el exilio.
El régimen logró imponer su voluntad a sangre y fuego. El país se
dividió. El ciudadano se convenció de que el nuevo orden era inmutable.
La percepción de un estado omnipotente y omnipresente impregnó la
conciencia individual y colectiva. El fatalismo de que todo estaba
preescrito y diseñado caló muchas mentes.
La intensidad de la confrontación disminuyó y aunque la pax castrista
extendió su sombra por todo el país, nunca pudo extirpar de raíz la
voluntad de cambio de un grupo de irredentos, que dentro o fuera de la
isla, continuó luchando de diferentes formas, aunque siempre primó la
violenta, particularmente desde el exterior.
partir de finales de la década de los 70 en Cuba surgió y se fortaleció
con los años un activismo que en principio se identificó con el respeto
a los derechos humanos pero que ha evolucionado hasta reclamar
reivindicaciones políticas que se fueron radicalizando en el marco de la
no violencia.
Por otra parte en el exterior, aunque hay organizaciones que favorecen
la confrontación armada, siempre han operado otras agrupaciones que
rechazan la violencia y creen en otras vías para resolver el drama nacional.
Por todo lo antes expuesto se puede afirmar que la oposición al
castrismo es plural ideológica y políticamente, diversa en sus orígenes,
diferentes las estrategias y distinta la historia personal de cada uno
de sus actores que aunque genera muchas contradicciones coinciden en el
más importante objetivo: derrocar el totalitarismo.
http://www.elnuevoherald.com/2010/11/19/v-fullstory/840151/pedro-corzo-violencia-y-no-violencia.html
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