José Fornaris (PD)
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Salvador Negrín acudió el
sábado 6 de noviembre, con su novia, a la "descarga" que se realiza
cada semana en el parque situado frente a la iglesia de San Isidro, en
Managua. Los sábados en la noche decenas de jóvenes se dan cita allí
para escuchar música grabada, que los funcionarios encargados de la
promoción cultural ponen a su disposición. Y bailan, conversan, socializan.
Por regla general, debido a que el alcohol siempre es un invitado
especial, hay discusiones fuertes, y alguna que otra bronca. A veces la
sangre corre debido a algún que otro botellazo. De madrugada, cuando
regresan a sus hogares, los jóvenes hablan en voz alta, y empleando
palabras obscenas.
Para Negrín se acabaron las descargas. Tres soldados de una unidad
militar cercana se propasaron con su novia. Intercambiaron golpes, los
separaron y, minutos después, uno de los soldados regresó y lo atacó con
una bayoneta. Un amigo lo subió a su bicicleta y avanzaron tres cuadras
hasta que un jeep de la policía lo recogió y lo trasladó a la
policlínica, a cinco cuadras del parque. Negrín llegó sin vida al hospital.
El domingo se desarrolló un operativo policial para buscar al homicida
que se había fugado con un compañero. La policía allanó una vivienda en
la calle Almenares, marcada por uno de los perros rastreadores. Al
parecer, los prófugos se habían detenido frente a la casa por unos
minutos, tal vez para decidir el rumbo que tomarían.
Los comentarios sobre el suceso fueron múltiples; todos coinciden en que
la violencia sobrepasa ya los límites de la razón, y en que el muerto
era un buen muchacho. "Con un bayonetazo cualquiera se va". –se escuchó
decir a un recluta, camino a su unidad.
A Negrín lo velaron en la iglesia, algo poco usual en estos tiempos. La
funeraria del pueblo la están remodelando, y el párroco de la iglesia
ofreció el templo a la familia del difunto. Cientos de personas,
incluyendo los estudiantes de secundaria básica, acompañaron el cadáver
de Negrín en la iglesia. Vestía un pulóver rojo con la palabra América.
Durante el trayecto al cementerio, corrió el rumor de que el homicida no
había sido capturado, pero que el compañero que le dio la bayoneta
estaba detenido.
La noche en que asesinaron a Negrín, otro joven fue apuñaleado en un
lugar cercano. Sólo para robarle la bicicleta. Afortunadamente, no murió.
Las informaciones de varias agencias de prensa y organismos
internacionales aseguran que Venezuela es uno de los países más
violentos del mundo. Y por supuesto, México. Dentro de esas estadísticas
no se sabe qué lugar ocuparía Cuba porque nuestra prensa oficial no da
información al respecto; pero puede asegurarse que la violencia en Cuba
es otro grave problema que enfrentan las autoridades.
El Estado ha construido más de 200 cárceles. Cuando los Castro llegaron
al poder había 12. Es fácil comprender que las cárceles no son la
solución a la violencia que nos azota.
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