Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - El éxodo de los
habitantes de las montañas hacia el llano es indetenible. Las ciudades
de Bayamo, Ciego de Ávila, Matanzas y La Habana, son los sitios
preferidos para emprender una nueva vida. Si antes de 1959 los
campesinos decían huir de los terratenientes y el abuso de la guardia
rural del ejercito batistiano, hoy lo hacen para escapar del abandono de
las autoridades. Las decenas de serranos que bajan del lomerío para
probar suerte en la ciudad, no sólo dejan sus costumbres y tradiciones,
sino también una tierra fértil que no produce lo necesario por falta de
atención estatal.
Cafetaleros de Victorino, cosechadores de viandas y vegetales en San
Pablo de Yao, y criadores de ganado vacuno y porcino en Bartolomé Masó,
huyen de la plaga del "no hay" que se ha instalado en las montañas.
Los campesinos acogidos al Plan Turquino que abarca la Sierra Maestra en
Granma y Santiago de Cuba, y la Sierra Cristal, en Holguín, entre otros
macizos montañosos del país, se sienten abandonados. Ante el reclamo de
aperos de labranza, precios justos para las cosechas, insumos con qué
fertilizar y dar riego a los suelos, pronta recogida de los productos,
ropa y calzado de trabajo, sólo reciben el "no hay" como respuesta.
El documental ¿A dónde vamos?, realizado por Televisión Serrana bajo la
dirección de Ariadna Fajardo Nuviola para la IX Muestra de Jóvenes
Realizadores 2010, resume la situación de la serranía en imágenes
dantescas. Toneladas de frutos y viandas podridos, bohíos de yagua
inhabitables, enfermos que bajan de las lomas en hamacas, desfilan ante
los ojos del espectador como si fueran las imágenes de archivo
anteriores a 1059 que suele pasar la televisión cubana.
Nada escapa al abandono. Los caminos, la escuelita enclavada en el
lomerío, la posta de salud con un médico petrificado en medio de las
montañas junto a los campesinos, son una muestra de lo que acontece en
las montañas de la provincia Granma. Sólo el robo y el temor abundan en
la serranía. De acuerdo a la opinión de algunos campesinos, hay que
dormir junto a los animales y las cosechas.
"A mi vecino le robaron cuatro mulos, y al que vive en medio del cañadón
junto al arroyo, una yunta de buey –me dijo Anselmo, campesino de la
zona de Bayamo. Otro señaló que con la cantidad de puercos que le habían
robado podía levantar una casa de placa en la ciudad monumento. Todos
coinciden en que las condiciones para trabajar son incompatibles con las
exigencias de las autoridades. Los campesinos se cansaron de esperar por
el milagro revolucionario.
Hoy ni la palabra venceremos, sobreviviente en una de las paredes en
ruinas de lo que fue el Instituto Politécnico de Agronomía, detiene el
éxodo del campo hacia la ciudad. Sólo la interrogante ¿A dónde vamos?,
los hace aminorar el paso de la carreta para decir adiós al palmar, el
tocororo y la mariposa, que como los demás símbolos de la cubanía, están
siendo sepultados bajo la hierba.
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