2008-09-16.
Huber Matos Araluce
(www.miscelaneasdecuba.net).- San José, Costa Rica.- Los desastres
causados por Ike y Gustav en Cuba tendrán consecuencias políticas. Con
una economía en crisis, la dictadura no tiene los recursos necesarios
para la reconstrucción.
El régimen, que pudo haber aprovechado la situación para iniciar, en el
marco de un contexto humanitario, un intercambio con Washington, rechazó
la oferta de que una delegación de expertos estadounidenses viajara a
Cuba a valorar los daños y determinar las necesidades.
En su lugar, calladamente han apelado a Hugo Chávez, cuya subvención
actual mantiene al régimen a flote, y de quien esperan la ayuda
necesaria para navegar en el mar de descontento que se agita contra una
gerontocracia que ni corta el palo ni presta el hacha. Chávez no tiene
alternativa, con un ingreso de más de 300 millones de dólares diarios a
su disposición personal, tendrá que asumir los gastos.
La economía cubana no genera recursos para financiar la reconstrucción.
La dictadura no logrará los créditos que necesita porque las
exportaciones cubanas son insuficientes. El régimen le debe a todo el
mundo y no honra sus deudas. En una isla famosa por la fertilidad de sus
tierras, hay que importar la mayoría de los alimentos que consume la
población.
Sin el combustible que manda Venezuela como subvención, la actividad
económica se acercaría al colapso. Las dos únicas industrias que
funcionan, el turismo y la minería, están en manos de empresas
capitalistas extranjeras que se quedan con la mayor parte de las
ganancias. Las reformas que prometieron los fidelianos para estimular la
economía fueron un truco con el fin de consolidar la sucesión y se han
empantanado por el temor a que el pueblo exigiera más cambios.
Desde un principio el régimen reaccionó con temor, disfrazado de
patriotería, a la oferta norteamericana de enviar un grupo de
especialistas para que evaluara los daños y determinara los recursos que
se necesitarían. El escenario de un pueblo desesperado recibiendo ayuda
masiva del gobierno norteamericano y del exilio cubano, representaría
para ellos un factor desestabilizador demasiado peligroso.
La dictadura prefiere tener a los cubanos aislados y acorralados. La
prioridad siempre ha sido su sumisión, no sus necesidades. Por esta
razón politizaron la situación exigiendo el levantamiento de las
restricciones y del embargo, injusto, cruel. A menos de dos meses de las
elecciones norteamericanas este planteamiento se hizo con el propósito
de torpedear la iniciativa de Washington y además, perjudicar a los
republicanos en la contienda electoral.
En lugar de haber aprovechado las circunstancias para lograr una ayuda
material para los cubanos e iniciar tentativamente un acercamiento que,
comenzando con la ayuda humanitaria hubiera podido extenderse a otros
aspectos, el grupúsculo que desgobierna la isla, una vez más ha pasado
por alto al pueblo, que con gusto habría recibido a la comisión ofrecida
por Washington y cualquier ayuda que se le facilitara, antes o después
de una evaluación.
La dictadura tenía otra carta escondida: Hugo Chávez. Mientras
rechazaban la ayuda norteamericana, menospreciaban la ofrecida por el
exilio y se empezaba a conocer la magnitud de los daños, calladamente
negociaban con Chávez no solo los recursos para enfrentar los desastres
ocasionados por Ike y Gustav, sino también los que necesitan para
atenuar los dos últimos años de parálisis causados por la evidente
ineptitud de Raúl y el grupo sucesorio.
Con un aumento de la subvención venezolana la dictadura cree que podrá
afrontar los problemas económicos y políticos que tiene por delante. El
estado cubano, por supuesto, tendrá que comprometerse aun más con la
supervivencia de Chávez. El pueblo cubano tendrá que pagar las
consecuencias, pasará ahora a ser un peón de los designios hegemónicos
de Caracas, como antes lo fue de la URSS.
Hugo Chávez no tiene otra alternativa, no es cuestión de solidaridad, es
un asunto de seguridad para ambos regímenes. Una debacle política en
Cuba lo dejaría sin su más importante aliado en este continente, un
socio que, aunque hoy le cueste entre dos y tres mil millones de dólares
anuales, tiene todo el conocimiento y los expertos en materia de
espionaje, subversión y terrorismo que necesita el coronel venezolano
para consolidar su poder autocrático en Venezuela. Chávez sabe que un
eventual gobierno demócrata en Cuba no solamente lo dejaría sin esos
recursos, sino que podría convertirse en su peor enemigo.
Ese gobierno cubano empezaría por liberar del compromiso a los más de
23.000 cubanos en Venezuela, que hoy trabajan apuntalando a Chávez y
reciben sueldos de esclavos. Ese gobierno apoyaría como nadie en
Latinoamérica a las fuerzas democráticas venezolanas, sin excluir la
asistencia económica y militar que ellos necesitaran, en su esfuerzo por
derrocar a Chávez. Tendría, además de un compromiso de solidaridad con
los venezolanos demócratas, el deseo de saldar cuentas con el chavismo y
el interés de negociar con Venezuela la compra del petróleo en términos
favorables, que Cuba necesitará durante su reconstrucción democrática.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=17155
No comments:
Post a Comment