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Tuesday, September 09, 2008

Ike en Santiago de Cuba

Ike en Santiago de Cuba
Por: Juan Carlos Hernández Hernández
Periodista Independiente.

No por acostumbrados, los santia-gueros dejan de esperar ante cada
desastre natural, un mejor avituallamiento de sus carnicerías, bodegas y
placitas. Muchos aún no salen de su asombro al percatarse que en
provincias tan distantes como ciudad de la Habana se comienzan a
movilizar de inmediato los recursos y los alimentos arriban con
prontitud a cuanta bodega o puesto de venta exista en la ciudad, las
galletas, el yogurt, y sobre todo se incrementa la producción de pan,
etc., y la depresión tropical o el huracán aún esta, por ejemplo, en
Puerto Rico o la Isla Inagua, mientras que la Ciudad Héroe de la
República de Cuba, mucho mas próxima a la catástrofe, goza de la mas
absoluta conformidad de sus habitantes aunque muchos se cuestionen el
desem-peño del gobierno en la provincia.

El doctor José Rubiera, Director del Instituto de Meteorología anunciaba
que el ojo del Huracán Ike, ya categoría 4 estaba cerca de la Isla
Inagua, era el domingo 7 de Septiembre aproximada-mente a las 7 de la
mañana.

Alberto, como miles de Santiagueros sa-lieron aún con sol en busca de
alimentos, el mercado de Trocha, muy popular en esta ciudad, exhibía una
de sus mejores concurrencias, era impresionante ver co-mo en varios de
los kioscos, los propieta-rios, echaban el dinero en sacos de yute, la
cola para el puré de tomate era casi de cuatro metros de largo por tres
de ancho, y así con la malanga que se vendía direc-tamente del piso
mojado con fango inclui-da, Rosa la vecina de Alberto protestaba pues la
pesa marcaba el precio de dos libras por una que le habían servido.
Faltaba lo principal para la casa de Alber-to, necesitaba comprar pan,
alimento in-dispensable en casi todas las casas cuba-nas. Llego al punto
mas cercano de los que venden "pan especial" a 3.50 pesos cada unidad.
Eran las 10 y 25 de la maña-na y cual no fuera su sorpresa al compro-bar
a simple vista que habían mas perso-nas que en el mercado tan popular.

El doctor José Rubiera ya explicaba la cercanía a nuestra Isla del
huracán Ike y la posibilidad de penetraciones del mar en Baracoa. Ya se
hablaba por la Radio Santiaguera de los miles de eva-cuados previstos a
trasladar para la vocacional "Vladimir I. Lenin".

A duras penas y después de un largo esfuerzo logro identificar la última
persona dentro de un cumulo de seis, pero una ancianita fue su faro en
aquella confusión. Unos 30 minutos mas tarde anunciaron que estaba
presto a salir el pan y con ello las primeras gotas del huracán que
luego se convirtieron en un torrencial aguacero. Como es lógico todos
quisieron buscar refugio dentro de la panadería logrando de esa forma
que se detuviera la venta.
El agua paso pronto y también un homo-sexual que con sus cincuenta años
o mas y su sombrero de color rojo, calmo el ani-mo de los santiagueros
que con su carác-ter alegre, vacilador y jaranero pronto se olvidaron
del pan y animaron al modelo a seguir en su pasarela.
Ella, la militar que con su rostro serio y cinco rayas amarillas en
forma de monta-ñas encima de una T en su hombro, tam-bién mostraba su
acepción al mover ca-denciosamente su cabeza, y su reluciente pelo
negro, porque no, le daban una im-presionante y desafiante belleza.
Se fue el primer lote de pan, según se entero mas tarde Alberto cada uno
era de 160, pero cual no seria su próxima sorpre-sa al darse cuenta
después de un rápido calculo matemático que debería dejar pasar otros
tres lotes para poder comprar.
De pronto llego la ayuda del gobierno, la Delegada de la Zona, con su
voz altiso-nante y autoritaria explicaba que había que organizarse y
llamaba a los lideres innatos de esta ciudad héroe a que dieran su paso
al frente y enfrentaran el desor-den, pues ella tenia que estar
pendiente de las evacuaciones.
Alberto se dio cuenta en ese instante que dentro de la panadería existía
una visita inspeccionando el lugar, que con un pan en mano ya salían del
lugar. La buena noticia fue que se había acordado hacer una producción
extra. Otra de las buenas medidas organizativas, destaco Alberto, fue
dividir la cola, o sea una de mujeres y otra de hombres. Tiempo mas
tarde vio desfilar delante de él a la ancianita que le había servido de
faro con sus cuatro pa-nes – cantidad acordada a despachar - , eran las
12 y 10 minutos del día.

El doctor José Rubiera era esperado en el Noticiero Nacional, ya el ojo
del huracán estaba casi al norte de Bara-coa y las olas por encima de
los edificios.

La militar con su bello pelo negro ya se sumaba al comentario
"Disidente" de los santiagueros, como es posible que el gobierno en la
provincia no este sumi-nistrando ayuda alimenticia a la pobla-ción, como
es posible que desde ayer no estén produciendo pan debido a las
limitaciones de estos hornos, como es posible que no hayan traído nada a
la carnicería, etc., etc.,. De nuevo la llega-da de la lluvia
interrumpió el improvisado "Circulo Democrático".
Alberto no aguanto mas, se dirigió otra vez al mercado de Trocha y
Cristina, el tan popular, decidido a gastar los 35.00 pesos que les
quedaban en un paquete de galleta de ALMISAN y que venden allí sus
aguerridos compañeros. Cual no fuera su sorpresa al chocar con el nuevo
precio, ahora como quedaban pocos estaban a 40.00 pesos.
Pensó en la cola de la panadería y allá regreso. Mientras caminaba
decepcionado subiendo trocha no sabia si seguir para su casa o para la
panadería, pues ya otra racha de agua caía sobre su cabeza, pero no se
desilusionó. Pensó en su ma-dre, en sus hijos en su esposa y se sintió
grande, digno del reconocimiento familiar aunque en eso se le fuera la
vida con una segura bronquitis. El recordar que a su hijo en el servicio
militar lo hacían correr varios kilómetros sin camisa en pleno aguacero
le sirvió de aliento, él se consi-deraba tan fuerte con su hijo.
Al regresar a la cola de los hombres, se alegraba de haber dicho que
regresaría, se recordaba también de la ancianita, pero lo que mas lo
asustaba era recordar que según su hijo en el servicio militar lo
inyectaban con algo que lo inmunizaba al parecer contra las gripes.
Había que esperar otros 45 minutos, estos ya le parecieron horas, y con
la anunciada llegada de otra salida de pan, también llegaron los
primeros vecinos, aun recuer-da las miradas de sus hermanos de cola,
desafiándolo a muerte si aceptaba ayudar al prójimo.
También llegaron los inteligentes con sus niños de 7 ó 9 años que con
dinero y ja-bas en mano se colaban entre la multitud. Y las marianas no
dejaron de estar pre-sente, sus discusiones oscilaban en de-mostrar que
al parecer unas tenían sus órganos de reproducción mas horizontales o
verticales que las demás, no había op-ción los panaderos asumieron el
control de las puertas y de cinco en cinco conti-nuaron entrando,
primero las mujeres y luego los hombres.
Y llego Daniel, que al ver a Alberto alejado de la multitud pensó que
era el último de los hombres, sin saber que el pan se hab-ía acabado
justo delante de él y esperaba retirado por sus últimos 45 minutos. El
dialogo de vecinos comenzó ameno, Da-niel contaba orgulloso como a su
hija mas pequeña que vive en Estados Unidos la vida la lleva de lo mejor
y la mayor que ahora cumple misión en Venezuela esta de lo mas contenta
pensando en todo lo que va a traer, a diferencia de él que junto a
Alberto se guarecían como podían del cuarto round de Ike.

El doctor José Rubiera ya había acaba-do de dar su temeroso parte
meteoroló-gico en el Noticiero Nacional de Televi-sión, eran las dos
menos cuarto cuan-do anunciaron la próxima llegada de pan.

Algunos vecinos trasmitían la noticia de que si arreciaba el viento
quitarían el flui-do eléctrico y exhortaban a las personas que no habían
sacado el gas que acudirán al punto que aún permanecía cerrado.
Mientras Alberto trataba de llegar a la puerta, algo que por momentos
dudo en conseguir, Daniel le comentaba lo que ya se había discutido en
el Circulo Democrá-tico anterior, pero agrego algo muy intere-sante:

Esto a mi no me sucede mas, la próxima vez que el Doctor José Ru-biera
desde el Centro de Pronósticos anuncie una depresión tropical en Alaska
no esperare a que el gobierno situé ayuda de ningún tipo, saldré
inmediatamente a buscar pan.
Sabio comentario, pensó Alberto que con paso apresurado regresaba
triunfante a casa.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=17011

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