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Wednesday, September 17, 2008

Desde Puerto Padre

El golpe de los huracanes
Desde Puerto Padre

Una vecina a Machado Ventura: lo que necesitamos son recursos, no
palabras ni imágenes para la televisión.

Alberto Méndez Castelló, Las Tunas | 13/09/2008

La gente sufrirá inanición aquí si el mundo no pone los ojos en este
pueblo, destruido quizás como ningún otro por el huracán Ike. Por su
parte, parece que el gobierno cubano no antepondrá el dolor de la gente
a las valoraciones políticas.

Entre las diez de la noche del domingo 7 y las cuatro de la madrugada
del lunes 8, vientos superiores a los 200 km por hora destruyeron o
dañaron nueve de cada diez casas de Puerto Padre, Las Tunas. Aun las
viviendas de hormigón armado sufrieron daños en puertas y ventanas o en
habitaciones auxiliares.

El techo del almacén municipal de harina fue destruido y el almacén de
café, conformado por gruesas paredes de mampostería, se vino abajo como
si lo hubieran dinamitado. Un profesor de secundaria murió aplastado por
las paredes de su vivienda y una mujer que sufrió heridas al paso del
huracán, ha fallecido.

No hay agua potable ni provisiones de emergencia, y salvo alguna que
otra oferta, el pueblo no cuenta con más abastecimiento que el del
racionamiento vigente ya hace décadas.

De noche, Puerto Padre tiene la apariencia de un cementerio abandonado
y, de día, usted siente que se hunde en un vertedero. Montones de
escombros y de árboles derribados bloquean las calles, sorteadas a duras
penas por gente estupefacta. Es un paisaje surrealista, no hay alumbrado
y se necesitará de tiempo y recursos para recomponer las líneas, son
demasiados los postes tirados en el suelo y los cables sueltos.

La inercia del gobierno, otro huracán

Sobre la destrucción del huracán, el pueblo sufre la inercia del
gobierno. Pasadas las tres de la tarde del martes 9, llegó aquí el
vicepresidente primero, Machado Ventura.

En la calle Vicente García, justo frente al almacén de café derrumbado,
un grupo de personas ha accionado una vieja bomba manual para conseguir
un poco de agua potable. Cuando el vicepresidente llegó, pidió a las
víctimas del huracán recoger las tablas esparcidas y enderezar los
clavos, porque, aunque llegarían recursos, estos no alcanzarían para todos.

"Pues lo que necesitamos son recursos, y no palabras ni imágenes para la
televisión", dijo María Velázquez a Machado Ventura, quien se retiró
presuroso del lugar.

Hay sensación de desamparo. En los barrios, el pueblo no encuentra el
apoyo del ejecutivo y en las calles se nota la ausencia policial; ya se
reportan actos de pillaje.

Preguntando a los refugiados en la escuela Manuel Ascunce si las
autoridades habían visitado las zonas de desastre, contestaron que las
habían visto pasar en helicóptero. Cinco edificios construidos para los
médicos, los que cumplen misiones en el exterior, fueron tomados a viva
fuerza por refugiados que permanecían hacinados, a quienes los custodios
optaron por entregar las llaves antes de que estos rompieran las puertas.

Directivos municipales fueron removidos de sus cargos por su inercia
manifiesta, pero quienes los reemplazaron no lo están haciendo mejor;
están llegando recursos, pero son como un emplasto en un tajo: se trata
de medio siglo sin reparación de viviendas y de cincuenta años de
construcciones frágiles.

Lo demuestra que el edificio más viejo de la ciudad, un fortín
construido por el ejercito español en 1875, capeó el huracán sin
agrietarse; pero es que "el fuerte de la loma", declarado monumento
nacional, ha sido objeto de reparaciones periódicas.

Ahora esta ciudad y toda Cuba precisan ayuda internacional sin importar
credos políticos. La política no debe erigirse sobre los escombros,
porque en ese caso sería un escombro de política. Nadie en este mundo,
de forma moral ni legal, está autorizado a cerrar el paso a la ayuda a
las víctimas. Cuando los albañiles tienen trabajo, los políticos deben
guardar silencio.

http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/desde-puerto-padre-113475

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