El fraude del dictador
Tal parece que el Dictador en Jefe, en su retiro obligado, insiste en
seguir engañando a los incautos. Sólo que ahora le pone hora y minutos a
sus crónicas.
Con la desfachatez que siempre lo ha caracterizado, cínicamente critica
sin recato a Gran Bretaña por gastar fondos en la fabricación de
modernos armamentos, y recrimina al primer ministro Tony Blair, por no
utilizar ese dinero en graduar médicos, habilitar hospitales, arropar
enfermos, en fin, por no crear un unicornio rosado.
Lo que el Dictador en Jefe olvida, y no necesariamente producto de su
edad y enfermedad, más bien debido a su congénita perfidia, es el
despilfarro a ultranza de billones y billones de dólares que
personalmente destinó para costosísimas aventuras guerreristas a través
de todo el mundo, y descabellados experimentos en la Isla, tales como
secar la Ciénaga de Zapata y sembrar café alrededor de todo el perímetro
de La Habana, etc.
En estos mismos momentos, ¿por qué los Castro no cesan en el delirio
infundado de pretender que Cuba es una superpotencia, y el dinero que se
usa para mantener y promulgar esa imagen distorsionada en misiones de
espionaje, sub- versivas, diplomáticas, propagandísticas, represivas,
dentro y fuera de la Isla, no lo invierten en el bienestar del pueblo y
se dejan de tantos sofismas?
Aparentemente, el motivo de las ya incontenibles ''reflexiones'' de este
tirano megalómano es que se enteró que el presidente Ronald Reagan
mantuvo un diario durante sus ocho años en la Casa Blanca, que
recientemente salió a la luz.
En el inevitable ocaso de su trágica vida, Fidel quiere desesperadamente
(sin que por muchas razones lo pueda lograr), emular la buena obra del
cuadragésimo presidente.
La historia confirmará lo que los cubanos sabemos de sobra: Castro fue,
es y será un fraude.
José Carlos Díaz
Miami
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