SOCIEDAD
SOS La Habana
Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba - Abril (www.cubanet.org) - Un amigo me recomendó el
otro día que hiciera una isla en mi casa. Todo porque me quejaba con él
de las condiciones tan deplorables en que se encuentra La Habana hace
casi medio siglo.
- Aíslate -me dijo. Haz tu propia isla en tu casa. No te quejes tanto.
Entonces me puse a pensar. Mi amigo tenía razón. Estoy demasiado
pendiente del deterioro de mi ciudad. Cuando camino por las calles y
aceras poco me falta para contar sus huecos y grietas. En vez de mirar,
por ejemplo, las vidrieras llenas de pacotilla, pero colorida, moderna,
propia de países con sociedades de consumo, como jamás se vio antes del
período especial y cuya venta se hace con dinero que no reciben los
trabajadores, me pongo a observar los balcones a punto de caerse, las
profundas rajaduras de los edificios de viviendas descarnados y
apuntalados, sin mantenimiento durante décadas.
Mi amigo tenía razón. No hay que coger tanta lucha, sobre todo si nada
podemos hacer para remediar el problema, como no sea lamentarnos,
maldecir, amargarnos la vida.
Es por eso que llevo varios días sin visitar La Habana. Y eso que estoy
del reparto Alamar donde vivo al Paseo del Prado y el Parque Central a
sólo unos minutos. Así, casi me olvido, por ejemplo, de la calle Obispo,
donde sufro tantas cosas que veo, que si las cuento en detalle no me
creerían aquéllos que no viven en La Habana: muchachas casi niñas
sonsacando a los extranjeros, señoras con aspecto de personas decentes
pidiendo dólares a los turistas, policías exigiendo identificación
personal sobre todo a los jóvenes de piel negra. Y no sigo, ¿para qué?
Voy a amargarme el día.
Pero ocurre que tropiezo con una información del periódico Granma, y se
me pone la carne de gallina. Este año también vamos a tener una
temporada ciclónica sumamente activa. Se espera, según el Centro de
Pronósticos del Instituto de Meteorología, que a partir de junio nos
azoten entre quince y diecisiete tormentas tropicales, de las cuales
ocho o nueve pueden alcanzar la categoría de huracán, predicciones
sustentadas en las de científicos norteamericanos e ingleses.
Preocupa a cualquiera un dato que ha ofrecido, por ejemplo, el Centro de
Pronósticos de Cuba, y es que esta intensa actividad ciclónica comenzó
en 1995, o sea, que Cuba ha sufrido durante once años los azotes de
fuertes huracanes. Y lo peor, se espera que se prolongue esa actividad
durante los próximos tres o cuatro lustros. La Habana, en una palabra,
ha resistido no se sabe cómo, si por voluntad propia o por puro milagro.
Ante esta situación, yo me pregunto: ¿Qué será para esa fecha de una
ciudad que sin vientos huracanados se cae a pedazos día tras día, y con
un por ciento altísimo de viviendas con peligro de derrumbe?
Sabemos que Cuba cuenta con radares meteorológicos de alta tecnología,
que nuestros científicos son capaces de brindar una buena información en
la televisión ante posibles desastres climatológicos, pero ¿cómo lograr
que el país se mantenga en pie si su estructura arquitectónica está a
punto de desaparecer? ¿Hasta dónde, me pregunto, llegarían las cifras de
los albergados?
Desde ahora escucho la señal de socorro, sobre todo de La Habana. Y no
puedo menos que preocuparme, volver a coger lucha, caminar por sus
calles y lamentarme, observar, maldecir. Porque sin duda, amo a mi
ciudad. Que así como está, fea, vieja, descolorida, abandonada, deshecha
en pedazos y con tantos problemas en su población, no podría vivir sin
ella. Incluso a veces, creo, le veo mucho encanto a La Habana.
De todas formas, la idea de crear una isla en mi casa no es mala. Es una
idea que ayuda a vivir. Voy a tenerla en cuenta.
http://www.cubanet.org/CNews/y06/apr06/27a9.htm
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